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EEUU

Estados Unidos, en jaque por el avance de la variante delta

Cientos de personas han tenido que soportar largas filas para acceder a las jornadas de vacunación contra el covid.

Cientos de personas han tenido que soportar largas filas para acceder a las jornadas de vacunación contra el covid.

Foto:MICHAEL REYNOLDS / EFE

 La cepa obligó al presidente Biden  a poner sobre la mesa la obligatoriedad de la vacunación.

En menos de una semana, delta, la hipercontagiosa variante del coronavirus que hoy es responsable de más del 80 por ciento de todas las nuevas infecciones en el país, puso en jaque a Estados Unidos y forzó a un giro de 180 grados en la estrategia que venía implementando la administración de Joe Biden para contener la pandemia.
Primero fue el anuncio del regreso de los tapabocas en espacios cerrados, incluso para personas vacunadas. Y luego, la decisión del presidente de comenzar a exigir una prueba de vacunación o, en su defecto, dos exámenes semanales con resultado negativo a todos los trabajadores del gobierno federal y contratistas –más de dos millones de personas–, al igual que al medio millón de militares que están activos.
Ambas noticias cayeron como un baldado de agua fría entre una población que había regresado a cierta normalidad desde mayo, cuando el virus comenzó a retroceder gracias a la gran campaña de vacunación con las que se inoculó totalmente a más de 150 millones de personas en solo cuatro meses.
Pero, de acuerdo con las autoridades, los cambios terminaron siendo más que obligatorios ante la preocupante información que ha comenzado a emerger sobre la variante.
Según varios informes revelados este viernes por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), delta es hasta dos veces más transmisible que versiones previas y está generado cuadros de enfermedad más serios no solo en personas mayores, sino también en niños, adolescentes y adultos jóvenes.
En solo un mes, las infecciones se han cuadriplicado (de menos de 12.000 diarias a más de 60.000), las cifras de hospitalización registran un incremento del 100 por ciento y hay alzas considerables en los 50 estados del país.
Y lo más preocupante: la nueva evidencia muestra que la variante no solo está enfermando a personas ya inoculadas, sino que estas también pueden propagar el virus. Y de allí la decisión de volver a las máscaras.
Un trabajador de la salud practica una prueba rápida de covid en Nueva York.

Un trabajador de la salud practica una prueba rápida de covid en Nueva York.

Foto:EFE/EPA/JUSTIN LANE

“Tenemos que reconocer que la guerra ha cambiado… Ese virus se propaga tan fácilmente como la varicela, que es uno de los agentes más contagiosos que conocíamos. Está cambiando y debemos cambiar a la par”, afirma uno de los documentos en los que se basaron los CDC para tomar la decisión.
Estas autoridades, no obstante, siguen convencidas de que la solución más eficiente para arrinconar al coronavirus continúa siendo la vacunación. De acuerdo con un estudio reciente de la Universidad de Yale, los biológicos ya han salvado 275.000 vidas. En diciembre antes que existieran, morían 3.000 personas diarias y ahora la cifra está en menos de 300.
Los CDC, además, sostienen que el 97 por ciento de todas las hospitalizaciones y 99,2 por ciento de esas muertes se están presentado entre personas no vacunadas. Los biológicos, dicen, previenen la hospitalización en un 90 por ciento de los casos y la muerte en más de un 99 por ciento.
El problema en EE. UU. es que la vacunación se ha estancado. Hay por lo menos 80 millones de personas que al parecer han decidido no hacerlo y que, sumados a los que aún no pueden recibirla –como los menores de 12 años–, representan más del 40 por ciento del país.
Un mar de víctimas, en su mayoría de estados republicanos y orientación conservadora, que han desatado esta cuarta y peligrosa ola de covid. Por eso, un frustrado Biden dijo hace poco que EE. UU. estaba atravesando por una pandemia de no vacunados y que de no ser por ellos, estaríamos hoy en un “mundo muy diferente”.
La alarma es grande porque en la medida en que delta siga avanzando sin oposición, la teoría es que mutará a otra versión que podría evadir completamente la protección que hoy brindan los biológicos.
Y de allí su decisión de imponer el biológico a la fuerza federal. Se trata de un mandato controvertido, especialmente en un país de estructura federalista como EE. UU., donde los estados mandan la parada. Si bien el presidente tiene el poder para forzar la inoculación entre empleados públicos y hasta prohibir el ingreso de personas no vacunadas a oficinas federales o en el tráfico interestatal, poco puede hacer a nivel estatal. De hecho, Florida, Ohio y Texas prohibieron este tipo de mandatos.
Las personas en Estados Unidos pueden acceder a las vacunas sin que se les exijan mayores documentos.

Las personas en Estados Unidos pueden acceder a las vacunas sin que se les exijan mayores documentos.

Foto:Pedro Pardo / AFP

Pero detrás de la decisión de Biden hay una que es quizá más importante y que podría cambiar el ajedrez de la vacunación en EE. UU.
Hace poco, el Departamento de Justicia emitió un concepto que declara legal este tipo de mandatos. La idea estaba en el limbo –y había sido declarada ilegal por la pasada administración de Donald Trump– dado que la autorización que dio la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) para las vacunas fue de “emergencia”, mientras concluyen los estudios requeridos para dar su visto bueno permanente.
Y muchos venían usando esa excusa para objetar la obligatoriedad. Pero, tras el nuevo concepto, se abrió la compuerta para mandatos como el de Biden, que ahora están siendo emulados por la empresa privada. Grandes compañías como Google, Facebook, Netlix, el Washington Post y muchas otras ya anunciaron que exigirán la vacunación entre sus empleados. Así mismo, van 600 universidades que han hecho lo propio, al igual que autoridades locales.
El movimiento no es aún nacional y probablemente no lo será dado la oposición de algunos estados, donde tanto el uso de tapabocas como las vacunas son temas que dividen a la sociedad. Pero lo más probable es que siga creciendo.
Incluso, aunque en menor grado, la tendencia ya tiene en la mira no solo a empleados sino a clientes. En San Francisco, más de 300 bares y establecimientos públicos se unieron para exigir la tarjeta de vacunación a la entrada de sus negocios. Y son varias las asociaciones de restauranteros que han comenzado a hacer lo mismo.
Muchos aún no se lanzan al agua, pues temen ser demandados o desatar polémica, dado el carácter temporal de la autorización de la FDA. Pero la organización ya anunció que la autorización definitiva para las vacunas está a menos de dos meses.
“En EE. UU. están perdiendo la paciencia con esa población de no vacunados que continúa atravesada en el camino de una recuperación plena de la pandemia. Dado que nada, al parecer, logrará convencerlos, los mandatos terminarán imponiéndose como sucedió con la varicela o el polio”, dijo sobre el tema Ezra Klein, editorialista del New York Times.
O, como lo ponía Johnny Taylor, de la Sociedad para el Manejo de Recursos Humanos, la obligatoriedad de las vacunas “es la expresión política de la frustración que se siente. Es una manera efectiva de decirle a los negacionistas que su decisión está afectando a otros y que el interés de la sociedad es empujarlos a cambiar. Se pueden seguir rehusando, pero pagarán un precio. En falta de acceso a ciertos trabajos, ingreso a las universidades o la posibilidad de compartir espacios públicos con personas ya vacunadas. Tarde o temprano, si el virus sigue este curso, eso será lo normal”.
Lo más probable, no obstante, es que este debate termine en las cortes, donde se definirá si los mandatos son legales (y lo han sido antes) o hasta qué punto se pueden imponer. Mientras tanto, y mientras el virus siga dominando, lo que ya se ve es el surgimiento de una economía –y hasta de un modelo social– que estará basada en el estatus de vacunación de las personas.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
WASHINGTON
En Twitter: @sergom68

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