Hasta hace algunos días, la carrera hacia la Casa Blanca parecía más bien un paseo directo a la coronación de Hillary Clinton como la nueva presidenta de Estados Unidos. Pero este martes, cuando apenas restan ocho días para la crucial cita, ese desenlace ya no luce claro. Por el contrario, las encuestas muestran una apretada contienda de resultado impredecible y presa de un drama nunca antes visto en la historia reciente de ese país.
De hecho, la media de encuestas que elabora la web Real Clear Politics sitúa, en la Florida, a Trump por delante con 0,5 puntos, cuando el pasado 21 daba a Clinton una ventaja de 4 puntos, la máxima distancia que ha tenido la exprimera dama en los últimos cuatro meses. Trump no había estado por delante en esta media desde el pasado 25 de septiembre, cuando disfrutó de unos exiguos 0,2 puntos.
El remezón comenzó el viernes pasado, cuando el director de FBI, James Comey, envió una carta al Congreso en la cual anuncia la existencia de nuevos correos que podrían conducir a la reapertura de una investigación que el buró ya había cerrado, sobre el uso de un servidor privado para manejar las comunicaciones cuando esta era secretaria de Estado.
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El tema es altamente explosivo, pues nunca antes un candidato a la presidencia había estado en la mira del FBI a días de quizás ocupar la Oficina Oval, ni nunca una agencia estadounidense se había atravesado en el proceso electoral de EE. UU. como ahora lo está haciendo ese organismo.
Para Clinton, además, el anuncio fue una bomba, pues nada en esta campaña la ha afectado más que eso, puesto que alimenta la percepción de que algo está escondiendo y no es una persona confiable.
Durante el fin de semana, la candidata se fue lanza en ristre contra Comey, sugiriendo que el funcionario (un republicano) estaría tratando de influir en las elecciones.
Y el senador Harry Reid, el de más alto rango en el Partido Demócrata de esa cámara del legislativo, le escribió una carta a Comey en la que lo acusa de haber violado la Ley Hatch, que prohíbe la participación en política de un funcionario.
Más agresivo fue el editorial que escribió el exfiscal de EE. UU. Eric Holder en el Washington Post, en el cual lo señala de haber cometido un “error garrafal”.
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De un lado Comey decidió enviar su carta al Congreso pese al rechazo frontal de la cúpula del Departamento de Justicia, la dependencia de la cual hace parte el FBI. Pero, sobre todo, la crítica va al momento que escogió para hacerlo y el peso de los nuevos hallazgos.
Este verano, el FBI inició una investigación contra el excongresista Anthony Weiner por el envío de mensajes de texto con alto contenido sexual a una menor de edad. Weiner, quien tuvo que renunciar al Congreso por un caso semejante, estaba casado con Huma Abedin, la asesora de mayor confianza de Clinton cuando estaba en el departamento de Estado.
Durante la pesquisa, el FBI encontró un computador de Weiner que también usaría su esposa y en el que aparecían unos correos electrónicos, al parecer relacionados con la investigación contra Clinton, la cual se había cerrado en julio, cuando el FBI concluyó que Hillary no había utilizado su servidor privado para trasmitir información clasificada, lo que sería delito.
Aunque el FBI aún no sabe qué dicen esos correos del computador del excongresista ni tampoco si son iguales a otros que ya había revisado previamente, Camey decidió poner al Congreso al tanto y volver el tema público.
“Lo lógico y lo correcto es que hubiese primero mirado qué contenían esos correos y si eran relevantes antes de soltarlo en la mitad de una campaña presidencial. Ahora debe salir y explicar por qué”, dijo John Podesta, director de la campaña de Clinton.
Pero así lo haga, es improbable que el FBI pueda resolver el asunto en los días que le restan a la carrera. En otras palabras, el daño ya está hecho, así de ellos no salga nada.
Algo que por supuesto está aprovechando Trump para tratar de recuperar terreno. Al magnate le cae como anillo al dedo, pues le permite insistir en su idea de que Clinton es corrupta y hasta criminal. “Es el mayor escándalo político desde Watergate”, que provocó la renuncia del presidente Richard Nixon en 1974, afirmó el lunes el magnate neoyorquino.
Así mismo, el nuevo escándalo de Clinton hace que los suyos pasen a un segundo plano y quizá incentive a muchos en el partido, que no pensaban votar por él, pero ahora lo ven como la mejor opción.
Lo más grave para Clinton es que este terremoto sucede justo cuando las encuestas indican que la carrera está apretada. Un sondeo de ayer del Washington Post y ABC dice que estarían a un solo punto, 45 por ciento para la exsecretaria frente a 44 de Trump.
A estas alturas, una gran mayoría ya tomó su decisión y no es improbable que la cambie por el nuevo escándalo. Pero si las elecciones terminan siendo tan apretadas como parecen indicar, un puñado podría ser la gran diferencia.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
WASHINGTON
En twitter: @sergom68
