Por lo general, las elecciones de mitad de término en Estados Unidos no suelen tener tanta trascendencia como las presidenciales y se caracterizan, más bien, por su baja participación.
Pero las de este martes, cuando serán elegidos la totalidad de lo miembros de la Cámara de Representantes, 35 curules en el Senado y una mayoría de las gobernaciones del país, son ahora vistas por ambos partidos como de vida o muerte. Y en el centro, como ha sucedido a lo largo de estos últimos dos años, está el presidente Donald Trump.
De hecho, la mayoría de expertos coincide en que la jornada electoral será un referendo sobre su gestión, que bien podría definir lo que le queda de mandato en la Casa Blanca.
La expectativa es tal que ya al menos 25 millones de estadounidenses han votado anticipadamente y se espera que esta semana se rompa el récord de participación para este tipo de comicios. Y es que las apuestas no podrían estar más altas.
Actualmente, los republicanos controlan tanto la Cámara de Representantes (237 de las 435 curules) como el Senado (51 asientos de los 100) y una mayoría de las gobernaciones del país (33 entre los 50 estados).
Para Trump es vital preservar esas mayorías pues de ello depende no solo su margen de gobernabilidad, sino la misma supervivencia política: un Congreso controlado por demócratas podría convertirse en una pesadilla para el presidente pues bloquearía toda su agenda y lanzaría un sinnúmero de investigaciones contra él y sus funcionarios.
De entrada, por ejemplo, un escenario semejante implicaría el fin del muro que prometió construir en la frontera con México, de sus esfuerzos por desarticular del todo la reforma de la salud que se aprobó cuando Barack Obama estaba en la presidencia y un freno a su empeño por modificar y restringir el sistema migratorio del país.
Para sus opositores, las elecciones de este martes son una oportunidad casi única para poner en cintura a un presidente que –dicen– ha dividido el país en dos y lo está llevando por la senda del descalabro tanto en la arena doméstica como en la internacional.
Hasta septiembre de este año ese era el desenlace que muchos de los encuestadores estaban prediciendo pues los sondeos indicaban que la intención de voto favorecía a los demócratas por 15 puntos.
Algo más que suficiente para garantizar una victoria en la Cámara e incluso soñar con un triunfo en el Senado, donde el panorama no les es favorable pues de los 35 asientos en juego los demócratas están defendiendo 26 (muchos de ellos en estados donde Trump ganó en el 2016) y los republicanos solo 9.
Trump se encargó de borrar esas ventajas con su retórica incendiaria y posiciones
extremas
De hecho, se alcanzó hasta hablar de una ‘ola azul’ en referencia al color de los demócratas en EE. UU.
Aunque es normal que el partido en el poder pierda escaños en este tipo de elecciones, el oscuro panorama para Trump y los republicanos se hizo más notorio, pues en la práctica tenían todo para ganar: el desempleo más bajo en 50 años (3,7 por ciento), una economía en expansión y un recorte de impuestos que siempre cae bien en los bolsillos de los votantes.
“Pero Trump –dice la politóloga Jennifer Rubin– se encargó de borrar esas ventajas con su retórica incendiaria y posiciones extremas”.
Ese escenario, no obstante, comenzó a cambiar desde la batalla que libraron ambos partidos durante el proceso de confirmación a la Corte Suprema de Justicia de Brett Kavanaugh, que fue acusado de acoso sexual por varias mujeres.

Los estadounidenses votarán el martes por 35 senadores, la totalidad de la Cámara y la mayoría de gobernaciones.
Reuters
Aunque inicialmente se pensó que afectaría a los republicanos, terminó motivando a la base del partido. Y a eso se sumó un inesperado salto en la popularidad de Trump, que pasó de menos del 38 por ciento a casi un 45.
Desde entonces, las encuestas vienen mostrando que la contienda se ha apretado. La diferencia en la intención de voto, según Gallup, se ha reducido a menos de 10 puntos y ya la conquista demócrata del Senado se ve muy difícil, si no imposible.
“No es que creamos que los demócratas van a perder la Cámara. Todavía son favoritos y tienen un 70 o 75 por ciento de posibilidades de imponerse. Lo que sí vemos es que su mayoría será estrecha. El Senado sí parece ya por fuera de sus aspiraciones”, afirma David Wasserman, quien trabaja en Cook Report, entidad especializada en este tipo de cálculos electorales.
No es que creamos que los demócratas van a perder la Cámara. Todavía son favoritos y tienen un 70 o 75 por ciento de posibilidades de imponerse
En otras palabras, el desenlace probable es un Congreso divido. Lo cual pondría fin a las propuestas más polémicas de Trump, y lo torpedeará con investigaciones, pero le dejaría la puerta abierta para seguir confirmando a jueces conservadores –algo que hace el Senado–.
Estas últimas dos semanas han estado llenas de noticias explosivas, que aún podrían hacer cambiar el curso de los resultados. Por un lado, el caso de un simpatizante de Trump que envió paquetes bomba a los principales líderes demócratas, otro que asesinó a 11 judíos en una iglesia de Pittsburgh y un tercero que disparó contra afroamericanos han provocado horror en el país y muchos señalan a Trump como responsable por la retórica incendiaria que usa para atacar a sus rivales.
El presidente, por su parte, ha resucitado la oratoria antiinmigrante que tan buenos resultados le dio en las elecciones del 2016 para convencer a su base de acudir a las urnas.
Esta misma semana, envió más de 5.000 militares a la frontera con México para detener una caravana de migrantes que viene de Honduras y que describe como un grupo de invasores entre los que hay criminales y hasta terroristas de Oriente Próximo.
Un ambiente muy tóxico que probablemente se volverá peor una vez se conozca el resultado de las elecciones, pues en el fondo todas las miradas ya están puestas en los comicios del 2020, cuando Trump irá por la reelección y volverá a estar en juego el control del Congreso.
Sergio Gómez Maseri
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En Twitter @sergom68
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