Detroit, capital de la industria automotriz, sufrió una hemorragia de empleos en las últimas décadas, la cual golpeó a la clase obrera. Janet Parker tenía 46 años cuando la Ford la contrató. Creyó que era el comienzo de una vida sin estrés, pero ocho años más tarde llegó la desilusión. “Las cosas empeoraron. Lo veo también con mi marido”, empleado de la Fiat Chrysler desde hace 25 años, cuenta esta afroamericana que trabaja en la fábrica Ford de Sterling Heights, Michigan, y aún no tiene un contrato con todos los beneficios. Esa precariedad le resulta cada vez más insoportable, y los procedimientos para remediarla, respaldados por el poderoso sindicato United Automobile Workers, son infructuosos.
El descenso de categoría de los obreros del automóvil, que contribuyeron a la prosperidad de la clase media estadounidense, comenzó en los años 2000 y se aceleró en el 2009. Aquel año quebraron General Motors (GM) y Fiat Chrysler, motores de la economía de esta región, mientras que Ford suprimió miles de puestos. “Nuestra fábrica funcionaba a toda máquina”, cuenta Michael Gilliken, jefe de equipo del centro de Dearborn. Pero en el 2005 desaparecieron las horas extras, primera alerta. Una tras otra, se esfumaron las ventajas (comidas gratis, centros de formación, etc.) que antaño convencían a los jóvenes locales de renunciar a la universidad e integrarse a la fábrica. “Estábamos en ‘shock’ ”, resume Gilliken, obligado al paro técnico durante tres meses. “Empiezas a preguntarte: ‘¿vendo el carro? ¿Vendo la casa?’ ”, dice este padre de cinco hijos, quien conservó su empleo gracias a su antigüedad. En contrapartida, tuvo que aceptar la congelación de su salario y un recorte en los beneficios.
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Si bien es cierto que la crisis del 2008 forzó a los Big Three a reducir la producción, también hubo pérdidas importantes a causa de la automatización, la pérdida de competitividad frente a la competencia asiática y el tratado Nafta.
Gelliken denuncia las “malas decisiones” de los gigantes de Detroit: “No fabricamos vehículos de calidad. Elegimos la cantidad sobre la calidad, algo que los japoneses saben que es un error”. Consecuencia: aunque GM y Ford siguen siendo los dos mayores vendedores de autos de EE. UU., son seguidos de cerca por Toyota, mientras Fiat Chrysler avanza mano a mano con Honda y Nissan.
No fabricamos vehículos de calidad. Elegimos la cantidad sobre la calidad, algo que los japoneses saben que es un error
Pese a que el resurgimiento de la industria del automóvil (2012) permitió crear empleos y la primera subida de los salarios en una década (2015), el estatuto de los trabajadores no ha sido reforzado. Un novato gana entre 14 y 20 dólares la hora, no cotiza para pensión, a menudo no tiene cobertura de salud y debe esperar años para un contrato con todos los beneficios laborales.
“Cuando yo empecé nos daban todos los beneficios a los 90 días”, recuerda Jeff Brown, quien trabaja en la fábrica de Flat Rock, para la que Ford acaba de anunciar una inversión de 700 millones de dólares ante las presiones de Donald Trump. Cosa que los trabajadores aplauden, aunque sin hacerse demasiadas ilusiones de que los buenos tiempos volverán algún día.
AFP
Flat Rock
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