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EEUU

‘EE. UU. está a un ataque de volver a la tortura’: Steven Reisner

En varios países del mundo, profesionales de la salud han participado en programas de tortura, según Reisner.

En varios países del mundo, profesionales de la salud han participado en programas de tortura, según Reisner.

Foto:César Melgarejo / EL TIEMPO

La acción del psicólogo logró que los profesionales de la salud no tengan que supervisar torturas.

Andrea Morante
Lograr que los psicólogos no formaran parte del diseño y asesoramiento de los programas de tortura de la CIA en los centros de detención se convirtió en la obsesión de Steven Reisner, psicólogo y psicoanalista estadounidense. 
Reisner, quien es miembro fundador de la Coalición para una Psicología Ética (Coalition for an Ethical Psychology), habló con EL TIEMPO sobre la tortura, el caso específico de la prisión de Guantánamo, que albergó a cientos de sospechosos de terrorismo, y del proceso que llevó a que profesionales de la salud no puedan estar presentes en interrogatorios individuales por motivos de seguridad en EE. UU.
¿Cómo comenzó la idea de remover a los psicólogos de los programas de tortura de EE. UU.?
Después del 11 de septiembre, hubo cientos de artículos que dejaron claro a un grupo de profesionales de la salud que psicólogos estaban participando en el programa estratégico del Gobierno de una forma que parecía ser abusiva con los prisioneros.
Uno fue el secuestro de los hijos de Khalid Sheikh Mohammed, quien admitió ser el cerebro del 11-S. Fueron a su casa, pero él no estaba. Entonces, la CIA secuestró a sus hijos de 7 y 9 años para poner presión sobre él. Cuando hablaron de eso, aunque los niños estaban escondidos en una prisión de la CIA, dijeron: “No se preocupen, les estamos dando el mejor cuidado; hay psicólogos que los están cuidando”.
Nadie pensó que era extraño, solo algunos de nosotros que tenemos la idea de que los psicólogos debemos tener principios éticos.
Un año después, hubo una filtración de un reporte del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que fue a Guantánamo y le reporto al Gobierno de EE. UU. que las condiciones de esa prisión deberían ser cambiadas, especialmente, porque estaban violando los estándares internacionales de derechos humanos contra la tortura.
En el informe se decían dos cosas que nos movilizaron: que el proceso de interrogación en Guantánamo era tortura y que era supervisado por psicólogos y psiquiatras. Ahí nos empezamos a involucrar.
¿Cómo estaban involucrados los psicólogos en los programas de tortura de Guantánamo?
Nos tomó tiempo descubrirlo. En Guantánamo había unos grupos llamados ‘Grupos de consulta sobre el comportamiento científico’, y en su mayoría eran psicólogos científicos del comportamiento.
Su trabajo era ayudar a los interrogadores a conseguir información. Entonces, los primeros psicólogos de Guantánamo crearon técnicas, básicamente, de tortura. Un programa de tortura que tenía una jerarquía militar, que tenía aprobación del Departamento de Defensa.
Los psicólogos veían los interrogatorios y decían cuándo ser más o menos severos. Usaban su conocimiento para verificar los abusos y tener la seguridad de que eran abusos estratégicos. No era sadismo, era tortura.
El objetivo era conseguir información. El rol era planear una serie de técnicas y constatar que los interrogadores las seguían y, además, aconsejarlos para que estas fueran más efectivas.
Después del 11 de septiembre, se conoció que psicólogos eran parte de un programa del Gobierno estadounidense que ejercía prácticas abusivas con los prisioneros.

Después del 11 de septiembre, se conoció que psicólogos eran parte de un programa del Gobierno estadounidense que ejercía prácticas abusivas con los prisioneros.

Foto:Reuters

Pero este tipo de acciones van en contra de lo que debería hacer un profesional de la salud...
Por supuesto. Por eso organizamos la coalición. Pero la Asociación Americana de Psicólogos (APA, su sigla en inglés) manipuló los valores éticos y la norma ética.
‘¿No es también ético proteger a la sociedad?’, decía. Y, ciertamente, proteger a la sociedad se convirtió en el estándar ético primario, mientras que proteger al individuo –hacerle bien y no mal– se volvió secundario cuando se trataba de la seguridad nacional. Yo encontré esto escandaloso e inaceptable, y comenzamos a crear un movimiento para detener esto, pero nos tomó diez años.
¿A través del activismo se logró la remoción de los psicólogos de Guantánamo?
A eso me refería con que nos tomó diez años. Sin importar qué hiciéramos o cómo tratáramos de conseguir que se aprobara una norma para evitar que los psicólogos estuvieran envueltos, la APA cambiaba el lenguaje de una manera que hacía que los psicólogos continuaran supervisando los interrogatorios.
Teníamos una norma que decía que ningún psicólogo podía estar envuelto en interrogatorios secretos y ellos la cambiaron para que dijera que ningún psicólogo podía estar envuelto en tortura o tratamiento cruel inhumano. Establecieron eso basados en la definición de la administración de George Bush.
Nosotros intentamos pasar una norma que decía que no se puede usar la depravación del sueño, el aislamiento o ninguna de las técnicas de tortura que estaban usando. Pero cuando la APA aprobó la norma, la escribió y la hizo oficial, cambió las palabras para decir que no se podían usar esta técnicas si causaban daño severo y duradero.
No logramos entender cómo el lenguaje era siempre cambiado para que se acomodara a las políticas militares y de la CIA.
Luego, un periodista de The New York Times reveló un correo que decía que los psicólogos eran escogidos para diseñar estas normas, basados en conversaciones con psicólogos jefes de la CIA. Entonces se empezó a evidenciar la colusión entre la APA, la CIA y el Departamento de Defensa.
Se evidenció que psicólogos de la inteligencia militar estaban aconsejando al director de la oficina de ética de la APA en lo que debería decir la política.
Esto se volvió un escándalo y nos llevó a crear una nueva norma que prohíbe la presencia de psicólogos en cualquier interrogatorio individual por seguridad nacional y, más importante, prohíbe a los psicólogos estar presentes en un lugar donde hay violación sistemática de derechos humanos. Entonces, los militares tuvieron que sacar a los psicólogos de Guantánamo.
¿Hay más países del mundo en los que psicólogos hayan participado en programas de tortura?
Desafortunadamente, sí. Si se entrevista a sobreviviente s de tortura –hay mucha investigación en Escandinavia– y si se les pregunta si un psicólogo, un psiquiatra o un doctor estuvo envuelto en su tortura, 50 por ciento dicen que sí.
Hay casos de profesionales de la salud envueltos en tortura en la Alemania nazi y en Sudáfrica. Y tiene sentido, si se piensa en ello. Si la idea es forzar a la gente a que diga cosas que no quiere decir, los expertos en sicología y dolor son a los que se quiere traer. ¿Quién sabe mejor de las vulnerabilidades? Por eso es que existen los parámetros éticos.
¿Los psicólogos envueltos en estos programas resultan afectados de alguna manera?
No creo que se pueda generalizar porque hay distintas clases de gente. Nosotros tenemos una idea: que todo el mundo es igualmente bueno y que hacer cosas malas debe tener un terrible y traumático efecto en la gente.
Cuando empecé mi carrera, yo quería creer en eso. Pero la mayoría de las investigaciones muestran que hay gente buena y gente mala, y que hay muchas personas en la mitad.
Hay gente que hace eso por dinero, otros por poder, por objetivos estratégicos, por seguir órdenes. Pero solo una parte de ellos habla de esto. Hay gente que formó parte de los programas de la CIA y defiende lo que hace y recibe dinero por hablar de eso en EE. UU.
Por otro lado, muchos interrogadores que se encuentran en una posición en la que son requeridos para hacer estas cosas y que no están entrenados, que no están obteniendo ganancias, que no son malos, solo forman parte de los militares o de la CIA, muchos quedan traumatizados. Entonces, sí tiene un efecto, pero no en todo el mundo.
Hay tratados internacionales que prohíben el uso de la tortura. ¿Por qué este método sigue siendo usado?
Porque la ONU y las cortes internacionales no son lo suficientemente fuertes; porque la tortura es usada de muchas formas por los gobiernos, especialmente por los que son dictaduras, pues torturan no solo para conseguir información, sino también para intimidar a la población y prevenir la resistencia o la oposición.
Los cuerpos internacionales son débiles y los beneficios para el poder son muchos.
¿Qué hay de los países que son democráticos y en los que hay tortura?
En EE. UU., por ejemplo, hay confinamiento solitario. Eso es considerado tortura por el Tratado Internacional contra la Tortura, pero, desafortunadamente, las prisiones son mayoritariamente privadas y nadie va a salir a detener corporaciones por algo que es legal.
Necesitamos maneras más fuertes de implementar reglas internacionales. No sé si el mundo va más en esa dirección o en otra.
¿Se puede superar el hecho de haber sido torturado?
Depende de qué se quiere decir con ‘superar’. Hay una idea de que cuando sufrimos un trauma el objetivo debe ser volver a ser como éramos antes. Pero cuando se trata de tortura y otros traumas, ese es un objetivo imposible.
La cuestión no es vivir como si no hubiera pasado, la cuestión es cómo vivir con lo que paso.
Para los sobrevivientes de la tortura se requieren tres cosas. La primera es descubrir que es posible hablar de eso y que alguien va a escuchar sin juzgarlo. La segunda es que es necesario para ellos pasar por un proceso de duelo de todo lo que perdieron, incluyendo su dignidad.
Y tercero, igual de importante, por el hecho de que ellos experimentaron una violación de la justicia social, es reconocer esa violación.
Pero en casos como el de los torturados de Guantánamo, nadie los quiere recibir y recae sobre ellos la humillación y la culpa…
No solo eso. Además, hay quienes no pueden volver a sus países, son excluidos, tratados con sospecha.
Esa es una de las razones por las que se cree que se necesita una disculpa pública y reparaciones. En el caso de Guantánamo, EE. UU. debería asumir la responsabilidad por lo que hizo a tanta gente inocente, diría yo, pero es tortura, no importa si se es culpable o no.
EE. UU. necesita hacerse responsable por su campaña de tortura e injusticia. De esta manera, los sobrevivientes no deberían ser avergonzados en frente de otras personas porque la vergüenza debería recaer en EE. UU.
El presidente de EE. UU., Donald Trump, dijo a propósito de la técnica del submarino que hay que ‘atacar al fuego con el fuego’, haciendo referencia al terrorismo. ¿Se está abriendo otra puerta a la tortura?
No creo que se haya abierto una puerta todavía porque los militares han dicho que no quieren volver a ese punto, al igual que en la CIA.
Sin embargo, creo que estamos a solo un ataque de volver a la tortura porque esta administración capitaliza en la verdad emocional, no en la verdad racional o democrática o en la historia de los valores. Trump es muy bueno convirtiendo una situación emocional en una situación que él busca.
Sandra Ramírez Carreño
Subeditora internacional
En Twitter: @esalgosimple
Andrea Morante
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