El nuevo gobierno en Washington acaba de inventar una grave crisis diplomática con uno de los países más grandes del mundo, el número 11 en población, con la economía número 15. Un país con el que comparte una frontera de más de 3.000 kilómetros. Su tercer socio comercial.
¿Por qué cometer esa irracionalidad monstruosa de construir un muro sobre la frontera e insistir en que México lo pague, cuando la migración de mexicanos indocumentados está en su punto más bajo desde 1971 y cuando 59 por ciento de los estadounidenses encuestados no ven al muro como prioridad importante?
La razón recae en un segmento retorcido del electorado estadounidense. Trump identificó una base política suficiente para ganar las elecciones de noviembre: gente de raza blanca que vive en comunidades golpeadas por la globalización. Entre ese sector se siente un fuerte resentimiento por la pérdida de trabajos manufactureros ante México, el país vecino donde los trabajadores hacen la misma tarea por una octava parte del sueldo. Además, como la migración está dejando de ser un fenómeno meramente urbano, esas comunidades blancas se están ajustando a la llegada de migrantes hispanohablantes a sus pueblos pequeños. (Lea también: El muro de la vergüenza de Trump)
Trump ha aprovechado bastante este resentimiento y ese miedo. Y los está dirigiendo hacia México, un país que se encuentra en una posición asimétrica.
A pesar de su tamaño, la economía mexicana está fuertemente enganchada a la del vecino, y su sector de defensa gasta un dólar por cada cien que gasta el Pentágono.
Para tomar represalias, México tiene pocas opciones. Entre ellas estarían: dejar de cooperar en la lucha contra el narcotráfico, dejar de parar migrantes provenientes de Centroamérica o dejar de cooperar en el esfuerzo de identificar posibles terroristas que buscarían ingresar ilegalmente. (Además: Peña Nieto cancela viaje a Estados Unidos en respuesta a Trump)
Medidas como estas podrían hacerle daño a EE. UU., pero traerían un gran costo para México. Aun sin tomar ninguna medida desesperada, su sector empresarial está en pánico mientras el peso mexicano sigue en caída libre.
Inventando esta crisis, Trump puede sacar una ventaja política con su base de apoyo. Pero ambos países perderán, y pronto. Sus economías ya no tendrán miles de trabajos. Con menos cooperación, la estabilidad y la seguridad en la zona fronteriza se empeorarán. Y la imagen de EE. UU. en América Latina se desplomará.
ADAM ISACSON
Asociado principal de Wola.
Comentar