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EEUU

Qué tan caro le puede salir a Trump despedir al jefe del FBI

Manifestantes protestan contra el despido del director del FBI James Comey en Los Ángeles.

Manifestantes protestan contra el despido del director del FBI James Comey en Los Ángeles.

Foto:Eugene Garcia / EFE

A pesar de la similitud con caso Nixon, un juicio de destitución estaría lejos, al menos por ahora.

Despedir de manera abrupta al director del FBI es de por sí un hecho polémico y sin antecedentes en la historia de EE. UU., pero cortar la cabeza de quien adelanta una explosiva investigación en contra del propio presidente y su campaña electoral es como mínimo escandaloso.
Eso, precisamente, fue lo que hizo Donald Trump el pasado martes cuando destituyó de manera fulminante a James Comey, el jefe de una de las agencias de inteligencia más poderosas del país y quien adelantaba una pesquisa para determinar si la campaña del mandatario coordinó con Rusia la divulgación de un material que pudo influir en su victoria frente a la candidata Hillary Clinton.
Comey, un republicano, había sido nombrado por Barack Obama en el 2013 y no se encontraba ni a medio camino de su periodo de 10 años. Si bien el presidente estaba facultado para tomar la decisión, el contexto en el que sucedió desató una tormenta en la capital estadounidense de impredecibles consecuencias.
Tanto es así que expertos y analistas de inmediato hicieron conexión con la ‘Masacre del Sábado en la Noche’, el título que se le dio a la historia del 20 de octubre de 1973 cuando el presidente Richard Nixon pidió la destitución de Archibald Cox, el fiscal especial que había sino nombrado para que investigara el espionaje adelantado contra el Partido Demócrata a comienzos de los 70 y cuya trama se conoce hoy como Watergate.
Antes que destituir a Cox, tanto el fiscal general de la época, Elliot Richardson, como el vicefiscal, William Ruckelshaus, decidieron presentar su renuncia. Y muchos ven en los eventos de esa noche el comienzo del fin de Nixon, que tuvo que renunciar poco después cuando ya el Congreso estaba por iniciar el proceso de destitución.
La jugada de Trump fue tan inesperada que provocó reacciones negativas de miembros de su propio partido, entre ellos, Richard Burr, el presidente de la Comisión de Inteligencia del Senado, que quiere llegar al fondo, al igual que el FBI, de las maniobras de Moscú para influir en las elecciones presidenciales.
Aunque los medios más conservadores del país intentaron justificar la decisión de Trump, la sensación general fue que el presidente se equivocó al escoger este momento para sustituir a Comey, que de por sí era polémico y con pocos amigos en ambos partidos.
“O Trump es culpable y está tratando desesperadamente de descarrilar la investigación, o acaba de cometer un error monumental. Si en realidad es inocente, sus acciones lo hacen ver culpable y al actuar bajo impulso muestra su poco conocimiento de la historia y su falta de respeto frente a las instituciones. ¿Y si es culpable? Bueno, ya todos sabemos esto a dónde conduce”, sostiene Elaine Kamarak, experta en política del Brookings Institute.
Trump, y eso lo dejó claro en múltiples ocasiones, no estaba a gusto con el manejo que venía dando el FBI a tal investigación. En una audiencia ante el Congreso hace dos meses, el propio Comey había confirmado que su agencia estaba analizando la posible coordinación entre miembros de la campaña de Trump con Rusia para golpear a Clinton. Y la semana pasada, en otra audiencia ante el Legislativo, se negó a descartar en varias ocasiones si el presidente también era objeto de investigación. Un golpe tremendo para Trump, quien valora la lealtad por encima de todos los atributos.
Hace pocos días, ‘The Washington Post’ reveló que el funcionario además había pedido más recursos al departamento de Justicia para ampliar la pesquisa y había emitido órdenes judiciales para forzar la entrega de documentos en poder de miembros o personas cercanas a la campaña.
Pero nada de eso fue mencionado por la administración como razones tras la destitución. La historia oficial de la Casa Blanca es que Trump tomó la decisión tras conocer un informe preparado por Rod Rosenstein, vicefiscal nombrado por el presidente y que llevaba dos semanas en el cargo.
En su memo, Rosenstein criticaba a Comey por el manejo que le dio a la investigación contra Clinton por el uso de correos privados cuando era secretaria de Estado. En particular, la rueda de prensa que convocó en julio del 2016 sin pedir siquiera autorización de su jefe (el Fiscal General) y en la que anunció que no había elementos para iniciar un proceso judicial contra la ex primera dama, pero la tildó de haber sido en extremo irresponsable.
Así mismo, su decisión de anunciar a solo 11 días de las elecciones que había reabierto el caso, para luego decir nueve días después –la víspera de las elecciones– que lo cerraba de nuevo.
El cálculo del presidente, al parecer, era que invocar ese episodio como razón para destituirlo sería bien recibida entre los demócratas. O, al menos, que nada podrían decir, pues ellos habían solicitado su renuncia. Pero la explicación dejó satisfechos a pocos, entre ellos el senador republicano John McCain y otros en su partido. Y por razones obvias, pues Trump, durante la campaña y luego como presidente electo, había aplaudido las acciones de Comey que ahora cuestiona.
En cierto sentido, eso implicaría que el presidente le estaba dando la razón a Clinton y a sus seguidores cuando señalaron que Comey les costó la Casa Blanca. Pero, sobre todo, porque este era un tema que ya no estaba sobre la mesa. O, por lo menos, no en comparación con el de Rusia, que viene persiguiendo al mandatario desde el día de su posesión.
Y tampoco ayuda a su caso que el presidente ya había destituido a otras dos personas que avanzaban con presuntas investigaciones sobre esos vínculos.
Trump, que siempre ha negado de manera enfática cualquier nexo con Rusia, también descartó que la salida de Comey tuviese relación alguna con ese caso. “No estaba haciendo bien su trabajo”, dijo el mandatario luego de que varios de sus asesores advirtieron que el presidente pensaba en su destitución desde hace varias semanas. Pero de acuerdo con un reporte de ‘The Washington Post’, la Casa Blanca cambió la historia luego de que Rosenstein amenazó con renunciar si seguían utilizando su carta como chivo expiatorio para justificar la partida de Comey.
Pese a la comparación con Nixon, pocos creen que la acción de Trump conduzca en el corto plazo a un juicio de destitución o a algo parecido. En especial, porque los republicanos controlan ambas cámaras del Congreso, el órgano encargado de poner en funcionamiento este mismo mecanismo.
Pero lo que sí está creciendo es la exigencia de que se nombre a un fiscal independiente para que se encargue de esta investigación de ahora en adelante. Así mismo, la presión para que Trump elija a un sucesor de Comey por ‘encima del bien y del mal’ que garantice la imparcialidad.
Lo único claro, de momento, es que esta novela no está cerca de su desenlace. Por el contrario, todo indica que sus capítulos más controvertidos están apenas por comenzar.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
En twitter: @sergom68
Washington
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