Tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, Estados Unidos lanzó una ‘cruzada’ mundial contra el terrorismo que impactó casi todos los rincones del planeta. Y uno de los sitios donde se sintió fue en Colombia.
Aunque EE. UU. ya respaldaba al país en la lucha contra el narcotráfico, a partir de ese momento la dinámica del conflicto se transformó y muchos piensan que el fin de las Farc como organización y el proceso de paz con este grupo en 2016 tuvo su origen esa fatídica mañana.
EL TIEMPO conversó con el exembajador en Washington Luis Alberto Moreno, que desde este cargo diplomático fue instrumental en la transformación de la asistencia estadounidense.

El ataque de Al Qaeda cambió la ecuación de la guerra en Colombia



¿Dónde estaba ese 11 de septiembre del 2001?
Yo estaba camino a Colombia porque el entonces secretario de Estado, Colin Powell, llegaba ese 11 de septiembre a Colombia (la visita se canceló). El vuelo en el que viajaba a Colombia no pudo aterrizar en Bogotá por mal tiempo y nos desviaron a Panamá. Ahí me tocó ver lo que pasaba en las Torres Gemelas. A partir de allí cambió radicalmente la manera como EE. UU. miraba el tema del terrorismo mundial y lo que pasaba en Colombia. A partir de ese momento, el relacionamiento con EE. UU. fue diferente.
¿Cuándo comprendió que esto iba a tener un impacto en Colombia?
Para ser perfectamente franco, no lo vi inmediatamente. Pero lo que comenzamos a ver fue la respuesta de EE. UU., y cómo comenzó a encarar todos los temas de terrorismo alrededor del mundo. Al Qaeda era un grupo que conocían las agencias de inteligencia, pero no pesaba en la prensa. Se sabía de otros grupos en Oriente Próximo, pero nada más. Comenzamos a ver que Estados Unidos se embarcaba en esta lucha por contener el terrorismo y vi que había una oportunidad para Colombia, para fortalecer el combate contra el terrorismo en Colombia y en particular contra las Farc.
EE. UU. ya colaboraba con Colombia. ¿Cómo era esa cooperación previa al 11S?
La cooperación en esa primera fase pre-11S se hacía primordialmente con la Policía y con enfoque en narcotráfico. Con la aprobación del Plan Colombia un año antes, en el 2000, ya se había abierto una puerta para una cooperación con nuestro Ejército para ayudar a contener a los narcos, y a las Farc toda vez que eran un facilitador del narcotráfico.
Lo que cambia radicalmente con el 11S son las autorizaciones que regían en ese momento sobre la ayuda, para que se pudiera cooperar más con las fuerzas armadas, hacer más entrenamiento, compartir más inteligencia, tener más instrumentos para combatir el terrorismo, declarar a las Farc y a otros grupos como organizaciones terroristas.


En esos inicios del Plan Colombia en el 2000 había resistencia en el Congreso para que la ayuda se usará también en la lucha contra la insurgencia porque había un mal recuerdo de los conflictos en Centroamérica. Y las salvaguardas que se incluyeron en la ayuda era para evitar eso. Pero con el 11S muchas de ellas se levantaron. ¿Cómo lo recuerda?
Eso es tal cual. Había mucho escepticismo en el Partido Demócrata por lo que pasó en Centroamérica, primero con Reagan y luego con Bush padre. No querían terminar metidos en una guerra contrainsurgente.
Pero en el 2001 ya había un mayor conocimiento de lo que pasaba en Colombia y se entendía que esto no era una guerrilla cualquiera, sino que estaba metida en el narcotráfico y que usaban esos recursos para hacer terrorismo. Una vez hubo en EE. UU. una política bipartidista en torno al terrorismo mundial fue más fácil cambiar algunas de estas normas para que se pudiera hacer lo mismo en Colombia.
¿Quién y cuándo se decidió enmarcar lo que pasaba en el país como una campaña unificada contra el narcoterrorismo?
Hay una serie de actores muy importantes en ese primer momento. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld, que veía a estas organizaciones como parte de un mismo problema. El excomandante del Comando Sur Peter Pace, que había hecho muy buena relación con el general Fernando Tapias.
En Colombia, el presidente Andrés Pastrana y el canciller Guillermo Fernández de Soto jugaron papeles relevantes. Se fue construyendo una relación profunda entre ambas fuerzas armadas y eso aceleró los programas de entrenamiento. Se fueron integrando plataformas que permitieron dar más movilidad al ejército y eso vino acompañado además de mayor cooperación en inteligencia.
Recuerdo que por primera vez se ensayaron los drones, que no se conocían hasta entonces. Se ensayaron en Colombia por el secuestro de unos estadounidenses de una petrolera en el sur de Colombia y gracias a ellos se los pudo ubicar. Allí comenzó a desarrollarse esa industria que hoy día es parte de la guerra contra el terrorismo mundial y se usa en muchas otras cosas.

Luis Alberto Moreno
exembajador
de Colombia en
Washington.
“Con el enorme esfuerzo de los colombianos y la asistencia de EE. UU. comenzamos a cambiar el equilibrio de fuerzas".
Luis Alberto Moreno
exembajador
de Colombia en
Washington.

El término narcoterrorismo surge de lo que sucedía en el país en esa época…
Eso es así. Era más que evidente el rol de las Farc en el narcotráfico y que ese dinero lo utilizaban para acciones terroristas, y eso dio para que crear el nombre.
¿Qué se pudo hacer a partir de ese momento que antes no se podía?
Uno de los temas de la ley de EE. UU., como recuerda, era que limitaba el número de militares estadounidenses que podían estar en Colombia y establecía reglas muy claras de lo que podían hacer. Ese número se amplió y llegó a casi 1.000. Y podían dar muchos más cursos de entrenamiento y otros recursos al ejército. Y, por el otro lado, la cooperación en inteligencia, todas esas cosas salieron de allí.
Lo de inteligencia fue clave porque Estados Unidos comenzó a compartirla en tiempo real, algo que antes estaba limitado…
Eso era algo que no se había hecho nunca antes porque suponía mucha confianza con Colombia y entre las distintas fuerzas. Eso se fue desarrollando durante ese período.
¿Qué tanto influyeron esos cambios en la asistencia que daba Estados Unidos en los
golpes que comenzaron a darles a las Farc?
Sin duda influyeron bastante. Pero también pasaron otras cosas. Las fuerzas armadas comenzaron a trabajar mejor en conjunto, policía, ejército, armadas, fuerza aérea, y eso fue generando grupos élite que fueron los que con el tiempo terminaron dando estos golpes y causando bajas importantes en las Farc.
Muchos dicen que el 11S y los cambios que eso provocó en la cooperación con EE. UU. no solo acorraló a las Farc, sino que abrió la puerta para el proceso de paz con ese grupo. ¿Lo ve así?
No tengo duda. Poco antes de la llegada de Andrés Pastrana a la presidencia (1998) hubo una matanza horrible en El Billar, Caquetá, donde estaba uno de los batallones contrainsurgentes del país (las Farc mataron a 64 soldados). Y fue por debilidades técnicas, ausencia de radares, movilidad, helicópteros. Estábamos en una situación de debilidad. Con el enorme esfuerzo de los colombianos y la asistencia de EE. UU. comenzamos a cambiar el equilibrio de fuerzas y con el tiempo toda esa capacitación, inteligencia, nos permitió tener unas fuerzas armadas modernas que dieron estos golpes y abrieron esa puerta.


El 11S dio vida a la doctrina de la acción preventiva. ¿Qué tanto influyó eso en la decisión de hacer un ataque extraterritorial contra un campamento de las Farc en Ecuador (2008), en la que se dio de baja a ‘Raúl Reyes’?
Claramente a partir de ese momento se crea una doctrina bajo la cual el terrorismo no tiene límites geográficos y el mundo entero tenía que trabajar en conjunto.
La urgencia de hace 20 años de confrontar esta amenaza ya no es igual. EE. UU. pasó de un enfoque de lucha contra el narcoterrorismo al respaldo de los acuerdos de paz. ¿Cómo ve esta nueva dinámica?
Yo veo que han sido etapas. Cuando arrancó todo esto y llegué a Washington el debate era si Colombia era un Estado fallido. Pero luego el Plan Colombia tuvo éxito, la economía comenzó a repuntar, se firmó el acuerdo de libre comercio, llegó nueva inversión y se afianzó una cooperación muy profunda en todos los temas: militar, narcotráfico, inteligencia, comercio, etc.
Eso ha involucrado varias generaciones de funcionarios y se mantiene hoy. Difícilmente hay un país en la región con nexos tan profundos. Pero el objetivo del Plan Colombia también era alcanzar la paz y la parte más difícil es la que estamos pasando porque hay que materializar esos acuerdos y el interés de EE. UU. es que en eso seamos exitosos aunque tome varios años. Pero también se han presentado muchos cambios. El mundo ha cambiado, por la pandemia, porque en EE. UU. se ha dado un cambio político, y eso tiene efectos sobre la política en Colombia.
Pero muchos de los problemas siguen. El narcotráfico ha vuelto a crecer y están el Eln, las disidencias de las Farc. ¿Siente que hay ese mismo apetito en EE. UU. para contrarrestar estas amenazas como existía tras el 11S?
Es una época muy distinta. La política en EE. UU. ha cambiado y no podemos abstraernos de eso. Sectores en ambos partidos son mucho menos amigos de este tipo de enfoques y eso supone que Colombia tiene que ir ajustando su alineamiento con EE. UU. Pero siguen comprometidos. (...) Eso lo que exige es un compromiso más grande del país para hacer lo que mejor se pueda con ese acompañamiento.
