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EEUU

Robert, el otro Kennedy que quiso ser presidente

Robert Kennedy se hallaba en plena carrera presidencial cuando fue asesinado, en 1968.

Robert Kennedy se hallaba en plena carrera presidencial cuando fue asesinado, en 1968.

Foto:Archivo particular

50 años después de su asesinato, esta es la historia del último progresista de los 60 en EE. UU.

El 22 de noviembre de 1963, Estados Unidos perdió a un presidente. John F. Kennedy (JFK), mandatario desde 1960 hasta el día de su muerte, recibió tres disparos mientras se movilizaba en un auto descapotado, por un sospechoso –Lee Harvey Oswald- que nunca aclaró sus intenciones y en circunstancias que aún son objeto de interrogantes y conspiraciones.
Cinco años después, el 6 de junio de 1968, su hermano Robert Kennedy, falleció tras recibir tres disparos en un hotel, por un sospechoso –Sirhan Sirhan- que nunca aclaró sus intenciones y en circunstancias que aún son objeto de interrogantes y conspiraciones. A 50 años de un asesinato que sigue pesando en Estados Unidos, ¿quién fue Robert Kennedy?

El progreso llega a Estados Unidos

Los hermanos Kennedy: Robert (i.), Edward (c.) y John Fitzgerald, en la Casa Blanca, tres meses antes del asesinato de JFK.

Los hermanos Kennedy: Robert (i.), Edward (c.) y John Fitzgerald, en la Casa Blanca, tres meses antes del asesinato de JFK.

Foto:Reuters / Cecil Stoughton

Robert Kennedy no comenzó siendo el político que terminó por ser. ‘Bobby’ lideró la campaña presidencial que llevó a su hermano, John F. Kennedy (JFK), al poder en 1960, presentándolo como la oportunidad de cambio y de progreso en un país que quería mirar hacia adelante, pero en donde la segregación era aún una constante, un desafío que a los Kennedy les tomó tiempo entender.
Durante el mandato de su hermano, Robert asumió el cargo de fiscal general, en un momento en el que el movimiento por los derechos civiles tomaba fuerza, liderado por figuras tan emblemáticas como Martin Luther King Jr. y Malcolm X.
“Robert fue lento para entender la urgencia de los derechos civiles y no actuó tan rápido para intervenir como debió haberlo hecho, pero eventualmente logró comprenderlo, mostrando su capacidad para evolucionar y crecer”, afirma Patrick Maney, historiador presidencial de la Universidad de Boston.
Robert también estuvo presente en algunos de los acontecimientos más tensionantes de la presidencia de JFK, como la fallida invasión de Bahía Cochinos en 1961–un intento para derrocar a Fidel Castro del poder en Cuba- y la crisis de los misiles en 1962 –el momento en el que el mundo ha estado más cerca de un enfrentamiento nuclear directo entre EE. UU. y la Unión Soviética-.
Durante su trayectoria como fiscal logró enfrentarse al crimen organizado, y de muchas formas, combatirlo, pero era considerado como una figura moderada dentro del gabinete de JFK. Eso cambió después de que su hermano fue asesinado.

Bobby después de John

Robert Kennedy junto a la esposa de JFK, Jacqueline Kennedy, durante el funeral de su hermano, en 1963.

Robert Kennedy junto a la esposa de JFK, Jacqueline Kennedy, durante el funeral de su hermano, en 1963.

Foto:AFP

La muerte de John F. Kennedy en 1963 fue una sorpresa para todos. “Para la gente de mi generación, el asesinato de JFK fue un momento que nos marcó nuestras vidas. Todo el mundo que estuvo vivo en esa época puede decirte dónde estaba y qué estaba haciendo cuando JFK murió”, afirma Marc Leepson, historiador y veterano de la guerra de Vietnam. “Después de ese momento, Robert se volvió más agresivo en cuanto a sus ideas liberales”, asegura.
En un país consternado, que apenas se reponía de la pérdida, Robert se perfilaba como el único que podía continuar con el legado interrumpido de JFK. “Tras el asesinato de JFK, sus seguidores veían a Robert como la única persona que podía hacer los sueños del presidente una realidad”, dice Richard Aquila, historiador de la Penn State University.
En ese momento, Lyndon Johnson, vicepresidente de JFK, asumió el cargo, para el descontento de Robert. “Los dos nunca se agradaron mutuamente”, afirma Aquila. “Cuando Johnson se convirtió en presidente, la desconfianza que se tenían solo incrementó”.
Robert se lanzó para el Senado en 1964, representando al estado de Nueva York. Fue durante esta época cuando Robert empezó a encontrar su propia voz, más allá de JFK y de su antiguo rol como fiscal: su lucha por los derechos civiles empezó a ser más intensa, y comenzó a enfocarse en la pobreza y la desigualdad, dos temas que marcarían su trayectoria política de allí en adelante.
Sin embargo, su principal batalla fue contra la guerra en Vietnam. En 1965, Johnson decidió aumentar la presencia de tropas estadounidenses, con lo que el conflicto escaló: cientos de miles de jóvenes fueron enviados a pelear por una guerra en la que pocos creían y en la que las oportunidades de EE. UU. de triunfar eran cada vez menores. En ese momento, Robert apareció como una de las voces más activas contra la guerra.
Estas ideas, que parecían ser una evolución del pensamiento de JFK más que una extensión del mismo, fueron con las que Bobby se postuló a la presidencia.

Bobby Kennedy, hacia la Casa Blanca

Martin Luther King y el hermano del presidente John F. Kennedy, Robert Kennedy, quien fue asesinado dos meses después de la muerte de King

Martin Luther King y el hermano del presidente John F. Kennedy, Robert Kennedy, quien fue asesinado dos meses después de la muerte de King

Foto:Reuters / Handout

A comienzos de 1968, Robert se lanzó como candidato presidencial con tres ejes principales: terminar la guerra en Vietnam, luchar por los derechos civiles y mitigar la brecha de desigualdad entre ricos y pobres. Desde el comienzo de la carrera se mostró como un fuerte contendor. “Era muy carismático, durante su campaña dio magníficos discursos y cada vez era más y más popular”, dice Leepson.
“Bobby tenía el mismo apoyo –y falta de apoyo- que JFK tuvo durante su presidencia. Sus seguidores lo veían como un líder compasivo y un idealista que abogaba por la justicia social, mientras sus enemigos políticos lo veían como un político despiadado que decía y hacía cualquier cosa para ser elegido”, afirma Aquila.
Entre marzo y junio de 1968, Bobby logró, de forma casi meteórica, crear, estructurar y fortalecer su campaña. “Él logró tener el apoyo de grupos dispares: jóvenes, activistas contra la Guerra, afroamericanos, latinos, pero también se dirigía hacia la clase media blanca. Así que él era la mejor esperanza para prevenir las divisiones en el país después de 1968”, asegura Maney.
Sin embargo, según Leepson, sus ideas lo convertían en una figura divisiva, “en esa época, Estados Unidos era un país amargamente dividido, y sus ideas de cambio eran agresivas”.

La muerte de Bobby impactó a Estados Unidos. Fue solo una muestra más de que el país se estaba despedazándose

En ese momento, el 5 de junio de 1968, después de celebrar su victoria en las elecciones primarias del estado de California –lo que lo acercaba más a ser el candidato demócrata para la presidencia-, Robert fue asesinado por Sirhan Sirhan, un palestino que aseguró que fue “hipnotizado” y obligado a asesinar a Bobby. Sirhan fue condenado a cadena perpetua por el magnicidio.
“Creo que no pasó por la mente de nadie que lo que le sucedió a JFK podría sucederle a su hermano, no era algo que podíamos concebir. Después de que Bobby fue asesinado, fue que nos dimos cuenta de que esta era una posibilidad, pero jamás vimos que fuese algo real”, dice Leepson.
“La muerte de Bobby impactó a Estados Unidos. Fue solo una muestra más de que el país se estaba despedazándose”, sentencia Aquila.
El republicano Richard Nixon fue elegido presidente en las elecciones de noviembre y las tropas estadounidenses continuaron en Vietnam hasta 1975. En cuanto a derechos civiles y pobreza, los cambios fueron lentos y progresivos. Pero más importante aún: Estados Unidos aún siente las heridas de la división en la que estaba inmerso hace 50 años y estas parecen no cicatrizar, siendo aún una constante en la época de Donald Trump.
Su muerte marcó la pérdida del último progresista en los 60 en ese país. Uno a uno, John F. Kennedy, Martin Luther King y Robert Kennedy, que se presentaban como la posibilidad de un cambio real, fueron asesinados durante esta década. “Todos tendemos a exagerar el impacto de los presidentes y los líderes políticos al recordarlos, pero en el caso de Robert Kennedy, no puedo evitar pensar que si hubiese vivido, habría cambiado el rumbo de la historia. No ha habido ningún otro como él”, dice Maney.
CAMILA GRANADOS PÉREZ
Redacción Internacional
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