Rubén Gallego, colombiano en el Congreso de EE. UU.

‘No podemos pasar otras dos décadas en una guerra que no va a cambiar’

‘No podemos pasar otras dos décadas en una guerra que no va a cambiar’

El congresista de EE. UU. Rubén Gallego, el único de origen colombiano, habló con EL TIEMPO sobre las razones que lo llevaron a enlistarse en el ejército después del 11S y su paso por Irak.

SERGIO GÓMEZ MASERI

Corresponsal de EL TIEMPO

WASHINGTON

En Twitter: @sergom68

Rubén Gallego es la única persona de origen colombiano que actualmente hace parte del Congreso de EE. UU., a donde llegó en el 2014 como representante a la cámara por el estado de Arizona.

Lo que pocos saben es que este connacional, que aún preserva estrechos nexos con el país, prestó servicio en la guerra de Irak cuando EE. UU. estaba en plena campaña contra el terrorismo mundial.

En diálogo con EL TIEMPO, Gallego reflexiona sobre su participación en este conflicto a propósito el 20.° aniversario de los ataques contra Washington y Nueva York que lo desataron. Para el representante, si bien la intervención en Afganistán fue necesaria, motivo que lo llevó a enlistarse en la infantería de marina, EE. UU. no puede pasar otras dos décadas sacrificando hombres y luchando por un país que, al parecer, no le interesa la paz.
Rubén Gallego, congresista colombo estadounidense.
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¿Dónde estaba usted cuando se presentaron los ataques el 11 de septiembre de 2001?

Era mi segundo día de universidad. Estaba viendo las noticias en CNN cuando apareció que un avión acababa de estrellarse contra la torre sur del World Trade Center en Nueva York. A los 15 minutos, cuando se estrelló el segundo avión, supe que era un ataque terrorista.

¿Qué se le vino a la cabeza cuando tuvo claro que no era un accidente?

Yo ya estaba en la infantería de marina y mi especialización era combate en montañas. Sabía además que esto probablemente era obra de Al Qaeda, que se ubicaba en las montañas de Afganistán, y de inmediato pensé que me iban a mandar a ese país. Llamé a mi comandante, hablé con mis compañeros y comenzamos a prepararnos. Yo quería ir.

Rubén Gallego
congresista
demócrata.

“Me daban nombres de personas y lugares donde se podían encontrar. Mi tarea era capturarlos y llevarlos a la cárcel o combatirlos si ofrecían resistencia”.

Rubén Gallego
congresista
demócrata.

¿Por qué? ¿Cuáles eran sus motivaciones?

Querían revancha, venganza. Mataron a todos estos inocentes. Quería combatir contra el guion antiestadounidense de este grupo. Quería hacer mi trabajo. Era un honor servir a mi país y proteger a mi gente.

Pero finalmente no lo terminaron llamando para prestar servicio en Afganistán, sino años después cuando el presidente George W. Bush ordenó una ofensiva militar en Irak. ¿Cómo fue ese proceso?

Yo llegué en el 2005 –la intervención arrancó en el 2003– cuando estábamos en plena lucha insurgente. Fue un momento muy duro. Había combates casi todos los días y era una cosa de casa en casa y que duró muchas semanas. Pero cuando llegué a Irak ya no creía que ese conflicto era uno en el que EE. UU. se debía meter o estaba justificada la intervención.

Sadam Huseín era una persona horrible, pero en ese tiempo no era nuestro problema, no estaba en alianza con los terroristas de Afganistán. No debimos ir. Pero cuando uno está en el ejército prestando servicio por el país no se puede decir a esta guerra sí voy y a esta no. Fui, además, porque llevaba cinco años entrenando y no quería abandonar a mis compañeros que necesitaban de mi experiencia. En ese periodo perdí a mi mejor amigo, y a otros 22 amigos de mi compañía, y todavía seguimos perdiendo amigos que prestaron servicio en esa guerra.

Rubén Gallego, en el ejército de EE. UU. junto a su madre.

Foto: Instagram @reprubengallego

Es decir, usted apoyaba la guerra en Afganistán, pero no la de Irak…

Sí. No estaba en nuestro interés de seguridad nacional meternos a Irak, no eran nuestro problema y tampoco creía que podíamos estabilizar toda esa zona del planeta.

¿Cuánto tiempo estuvo en Irak y cuál era su misión?

Estuve seis meses en la infantería. Fui a buscar armas de destrucción masiva y a terroristas. Me daban nombres de personas y lugares donde se podían encontrar. Mi tarea era capturarlos y llevarlos a la cárcel o combatirlos si ofrecían resistencia.

¿Qué tanto lo marcó esa experiencia?

Yo tenía 25 años, pero era aún muy joven de mente y corazón. Cuando regresé las cosas cambiaron. La vida se tornó más seria y comencé a padecer trastorno de estrés postraumático (TEPT), que aún padezco.

Quería sobrevivir, porque muchos de mis amigos murieron en el camino. Y llegué a la convicción de que debía regresar ese milagro de la vida a través del servicio a este país, pero ahora desde una perspectiva de paz. Servicio al gobierno, pero en función de la democracia y su preservación.

¿Y qué tanto influyó eso en su decisión de meterse en política?

Mucho, porque comprendí que los políticos de la época no entendían lo que habíamos padecido en la guerra, la vida del posconflicto, del veterano de guerra y sus familias. Era importante que existiera alguien en esas discusiones políticas que entendiera lo que ocurre en una guerra desde una perspectiva personal y vivencial. Y cuándo debemos ir a una guerra. Porque muchas veces estos políticos quieren mandar jóvenes a la guerra, muchos de ellos latinos, pero no entienden lo que pasa cuando vamos a un conflicto y, en especial, las secuelas que eso deja.

Rubén Gallego
congresista
demócrata.

“Como ejército, como fuerzas armadas, nosotros no perdimos la guerra. Afganistán perdió la guerra porque son ellos los que no han querido luchar".

Rubén Gallego
congresista
demócrata.

Usted critica la participación de EE. UU. en Irak y dice que fue equivocada. Pero ¿si se repitiera la historia se volvería a enlistar, teniendo en cuenta que en el país el servicio militar es voluntario?

Si soy llamado para proteger a mi familia y a mi país frente a algo que nos pone en peligro y a nuestra forma de vida, claro. Pero como país debemos decidir cuáles son las guerras que son de nuestro interés y en servicio de la democracia, porque no todo el mundo necesita que EE. UU. esté metido. Lo que debemos mirar es qué conflictos nos afectan de manera directa o a nuestros aliados.

Muchas personas creen que la intervención en Afganistán fue exitosa porque no se han vuelto a presentar ataques terroristas contra EE. UU. y esos grupos iniciales fueron derrotados. ¿Lo ve así?

Creo que hay cosas buenas que salieron de la guerra de Afganistán. Pero al mismo tiempo no podemos quedarnos otros 20 años. Si ellos no quieren pelear por su futuro nosotros como país no podemos pelear por ellos.

Por eso admiramos la historia de Colombia. La razón por la cual Colombia se encuentra donde está hoy es porque los colombianos querían pelear por su futuro y nosotros les prestamos asistencia. Eso no es lo que pasa en Afganistán (...). Además, era un conflicto que generaba una distracción permanente de otros objetivos de seguridad nacional. Por eso era importante salir de allí. Ojalá logren la paz, pero si no la quieren nosotros no debemos estar allí.

En ese sentido, ¿para usted lo esencial en la decisión de intervenir en un conflicto es la voluntad de cambio que exista en ese país y que la presencia de EE. UU. sea bienvenida por la mayoría?

Por supuesto. Pero el hecho de que las personas quieran la presencia de EE. UU. tampoco quiere decir que debamos estar. La historia de EE. UU. cambiando gobiernos no es algo que se deba repetir. Si hay un país que requiere de nuestra asistencia y hay razones legítimas y los asiste la ley, entonces podemos ayudar. Pero eso no implica una intervención. Podemos asistir de muchas maneras, podemos fortalecer la sociedad civil y la respuesta no puede ser siempre usar las fuerzas armadas.

¿Qué opina de la doctrina del ataque preventivo, que surgió en esa misma época, y bajo la cual su país se reservaba el derecho de atacar primero a otro si sentía que su seguridad estaba en riesgo?

Cada país tiene ese derecho y debe proteger a su ciudadanía, sus intereses y su territorio.
El presidente Joe Biden ordenó el repliegue total de tropas de Afganistán dando fin a la participación de EE. UU. en este conflicto. Decisión que le ha generado fuertes críticas, sobre todo ahora que los talibanes subieron de nuevo al poder. ¿Qué opina de esa postura?

Lo que ha pasado en estos 20 años nos dice lo que va a ocurrir en los próximos 20. El futuro de Afganistán lo deben determinar los afganos. No podemos pasar otras dos décadas en una guerra que no va a cambiar, que desvía nuestra atención de otros problemas donde sí debemos estar y sacrificando soldados por un país donde no quieren pelear por su futuro.

No podemos llevarles la paz y tampoco prepararnos para la próxima guerra tendiendo a miles de hombres comprometidos en un país que no va a cambiar.

He escuchado testimonios de muchos veteranos de esa guerra que hablan de que su sacrificio fue en vano. ¿Qué les dice a ellos?

Como ejército, como fuerzas armadas, nosotros no perdimos la guerra. Afganistán perdió la guerra porque son ellos los que no han querido luchar. ¿Cuántos más hombres debemos sacrificar para ver si algo cambia? ¿Mil? ¿Cuatro mil? Y si nada cambia, ¿hasta cuándo debemos seguir haciéndolo? En este momento no hay un interés nacional de EE. UU. para permanecer en ese país.

¿Cree que ese terrorismo con alcance internacional que surgió en Afganistán hace 20 años y que llegó a las costas de EE. UU. ya está derrotado?

Todavía hay terrorismo en todas partes del mundo y en EE.UU. también. Pero no necesitamos enviar a la infantería de marina para detenerlo. Tenemos inteligencia, podemos cooperar con otros países y tener seguridad sin tener que gastar miles de millones. No tenemos por qué enviar a miles a combatir para poder frenar a 19 tipos con navajas.