Aunque la cancelación del encuentro del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, previsto para el 12 de junio en Singapur, no significa que el clima de distensión en la península coreana se termine, sí es un baldado de agua fría a un proceso que venía mostrando progresos.
Y además, resulta paradójico que en 25 años de intentos de acercamiento entre Corea del Norte con Corea del Sur y EE. UU., para tratar de impedir la carrera armamentística y nuclear de Pionyang, siempre era ese país el que daba por terminada la aproximación.
Ahora fue Estados Unidos. Pero el argumento de Washington no convence: “Ha habido una serie de promesas rotas que han inquietado a Estados Unidos” fueron las palabras de un alto funcionario de la Casa Blanca.
Sadly, I was forced to cancel the Summit Meeting in Singapore with Kim Jong Un. pic.twitter.com/rLwXxBxFKx
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 24 de mayo de 2018
Y hubo referencias desde la sede presidencial estadounidense a palabras altisonantes desde Corea del Norte contra el vicepresidente Mike Pence y a que si el diálogo fracasaba, vendría una guerra nuclear.
Lo cierto es que Corea del Norte, aparte de las palabras furiosas de algunos de sus funcionarios hacia contrapartes estadounidenses, sí ha realizado gestos de distensión.
El primero fue el acercamiento con las autoridades de Corea del Sur y su aceptación a participar en los Juegos Olímpicos, donde desfilaron como un país unificado.
El segundo fue haber aceptado una cumbre con el presidente surcoreano, Moon Jae-in, de la que salió la Declaración de Panmunjom, que establece 12 acciones para el desarrollo de las dos Coreas, la construcción de confianza y mitigación de las tensiones militares, la desnuclearización de la península coreana y el establecimiento de una paz.
El tercero fue la liberación de tres ciudadanos estadounidenses, y el cuarto, el jueves, cuando aparentemente destruyó el centro de pruebas nucleares en Punggye-ri.
La eliminación del lenguaje agresivo de Kim Jong-un hacia Donald Trump, también ayudó a construir una diplomacia proactiva.
La pregunta es qué viene ahora.
“Eso dependerá ante todo de la reacción norcoreana”, dice Lisa Collins, investigadora del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. “Si Pionyang reanuda sus amenazas e incluso sus ensayos de misiles, podríamos volver a un ciclo de tensión extrema”.
Eso les daría la razón a los halcones de la administración Trump, como el consejero de seguridad nacional John Bolton, que no ocultaba en el pasado que Washington debería primero atacar a Corea del Norte en lugar de negociar.
Para Vipin Narang, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, “si los Bolton utilizan el fracaso de este proceso como pretexto para acelerar los preparativos de opciones militares”, ello sería “potencialmente peor que recomenzar de cero”.
El proceso diplomático podría continuar si las dos partes son cautelosas.
El secretario general de la ONU, António Guterres, se mostró “profundamente preocupado” por la anulación de la reunión y pidió mantener su diálogo.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, dijo que sin una cumbre la pacificación de la península será “difícil”. “Contábamos con que fuera un paso importante hacia una distensión y el inicio de una desnuclearización”, dijo.
Corea del Norte afirmó este viernes que todavía estaba dispuesta a dialogar con EE. UU. después de la cancelación de la cumbre Trump-Kim, una decisión que Pionyang calificó de “extremadamente lamentable”, declaró Kim Kye Gwan, primer viceministro de Relaciones Exteriores de Corea del Norte.
“Reiteramos a EE. UU. nuestra disposición a sentarnos cara a cara en cualquier momento”, añadió.
* Con AFP