El triunfo de los talibanes, que ya dominan la capital afgana Kabul, al tiempo que el presidente Ashraf Ghani abandonó el país, significa el retorno de quienes gobernaron entre 1996 y 2001 imponiendo una rigurosa interpretación de la sharia (ley musulmana).
Esto podría suponer un nuevo impulso al yihadismo internacional, galvanizado por una nueva derrota de una potencia extranjera y el triunfo de la estrategia, la negociación y la paciencia.
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En todo el mundo, los combatientes del movimiento yihadista-salafista, en su mayoría afiliados a Al Qaeda o al grupo rival Estado Islámico (EI), no pueden sino constatar el éxito de los talibanes, que tomaron el poder en Kabul tras la salida de las tropas estadounidenses.
Este éxito tiene un valor simbólico muy fuerte. "Esto da a los yihadistas un tremendo impulso. Les hace creer que pueden expulsar a una potencia extranjera, incluso a una importante como Estados Unidos", dijo Colin Clarke, director de investigación del Soufan Center, un centro de estudios geopolíticos de Nueva York.
"Sin duda habrá un fuerte bombardeo propagandístico, que culminará en el 20.º aniversario de los atentados del 11 de septiembre. Esto galvanizará a los yihadistas desde el norte de África hasta el sudeste asiático".
No obstante, el caso afgano no es necesariamente reproducible en otros lugares porque no todos los grupos luchan contra potencias extranjeras. "Es pertinente en el contexto de África Occidental, donde ha surgido toda una charla sobre las negociaciones con el GSIM", el Grupo de Apoyo Islámico y Musulmán afiliado a Al Qaeda, afirmó Aymenn Jawad Al-Tamimi, investigador del Programa de Extremismo de la Universidad George Washington (Estados Unidos).
Así ha sido el avance de los talibanes en territorio y lo que se puede esperar de su ascenso al poder.
(Lea aquí: El Kabul de los talibanes amanece 'en calma', pero sin mujeres)

Esta foto de archivo tomada el 14 de octubre de 2001 muestra a combatientes talibanes.
AFP
En 1994, el movimiento de los talibanes ("estudiantes de religión") apareció en Afganistán, un país devastado por la guerra contra los soviéticos (1979-89) y que enfrentaba una lucha fratricida entre muyahidines desde la caída del régimen comunista en Kabul, ocurrida en 1992.
Formados en las madrasas (escuelas coránicas) del vecino Pakistán, donde estos islamistas suníes se refugiaron durante el conflicto con los soviéticos, los talibanes estaban encabezados por el misterioso mulá Mohammad Omar, fallecido en 2003, y sucedido por el mulá Akhtar Mansur, asesinado en 2016 en Pakistán.
Actualmente, los talibanes están dirigidos por Haibatullah Akhundzada, y el mulá Abdul Ghani Baradar, cofundador del movimiento, encabeza el ala política. Como la mayoría de la población afgana, ellos son esencialmente pastunes, el grupo étnico que ha dominado el país casi ininterrumpidamente durante dos siglos.
Los talibanes prometían restablecer el orden y la justicia, y fue así como lograron un ascenso fulgurante, con el apoyo de Pakistán y la aprobación tácita de Estados Unidos. En octubre de 1994, casi sin luchar tomaron Kandahar, la antigua capital real. Dotados de un arsenal militar y un gran tesoro de guerra que les permitía comprar a los comandantes locales, se apoderaron de Kabul el 27 de septiembre de 1996.
Régimen de terrorCuando estuvieron en el poder, los talibanes impusieron una estricta ley islámica que prohibía los juegos, la música, las fotografías y la televisión. Negó a las mujeres el derecho de trabajar, y las escuelas para niñas fueron cerradas.
En marzo de 2001, la destrucción con dinamita de los budas gigantes de Bamiyán (centro) provocó la indignación internacional. La sede del poder se trasladó a Kandahar, donde el mulá Omar vivía recluido en una casa construida por Osama bin Laden, líder de Al Qaeda.
El territorio de los talibanes se convirtió en un santuario para los yihadistas de todo el mundo, que llegaban hasta allí para entrenarse, en particular los de Al Qaeda.

11 de noviembre de 2009. Soldados del Ejército de los EE. UU. De la 101.ª División Aerotransportada de Infantería 2-506 y del Ejército Nacional Afgano se apresuran para apartarse del camino.
AFP / DAVID FURST
Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, perpetrados por Al Qaeda, Washington y sus aliados de la Otán lanzaron una amplia operación militar en el país el 7 de octubre de ese mismo año, luego de que el régimen talibán se negara a entregar a Bin Laden. El 6 de diciembre capitularon. Tanto los dirigentes talibanes como los de Al Qaeda huyeron al sur y el este del país y también a Pakistán.
Rebelión sangrientaLos ataques y emboscadas contra las fuerzas armadas occidentales se multiplicaron. En julio de 2015, Pakistán acogió las primeras conversaciones directas, apoyadas por Estados Unidos y China, entre el Gobierno afgano y los talibanes.
Acuerdo históricoA mediados de 2018, estadounidenses y talibanes iniciaron unas discretas negociaciones en Doha, interrumpidas varias veces tras los ataques contra las tropas de EE. UU. El 29 de febrero de 2020, Washington firmó un acuerdo histórico con los talibanes, que preveía la retirada de los soldados extranjeros a cambio de garantías de seguridad y la apertura de negociaciones.

Un personal de las fuerzas de seguridad afganas monta guardia a lo largo de la carretera en Herat el 12 de agosto de 2021.
AFP
El 8 de julio de 2021, el presidente estadounidense, Joe Biden, declara que la retirada de sus fuerzas, que comenzó en mayo, se "completará el 31 de agosto". Los talibanes, a la ofensiva desde mayo, llegaron el 15 de agosto a las puertas de Kabul, después de haber tomado el control de casi todo el país sin encontrar gran resistencia. El presidente Ashraf Ghani abandona Afganistán el domingo, según un exvicepresidente. El Gobierno afgano promete una transición pacífica.

En Afganistán persiste la violencia de género contra mujeres y niñas a manos de agentes estatales.
Hedayatullah Amid / EFE
Este reglamento se basa en el Corán y las interpretaciones que la religión islámica les da a los dichos y acciones del profeta Mahoma sobre los mandamientos de Alá.
La ley islámica contempla la aplicación de los 'hudud', que son los castigos más severos reservados para aquellos que cometan actos considerados como una grave ofensa al Corán.
Estos 'pecados' son: violación, robo, asesinato, adulterio y relaciones sexuales entre personas del mismo género.
Algunos de los castigos más severos contemplados para quien cometa estos 'delitos' son la cárcel, lapidación, ejecución, golpizas en plazas públicas e incluso la decapitación.
Sin embargo, en países que actualmente aplican la sharia rara vez se imponen estos castigos, ya que los musulmanes liberales se han encargado de relajar las medidas y brindar más libertades a los ciudadanos. Aunque se espera que, en Afganistán, el gobierno talibán sea muy severo cuando quede completamente establecido en el poder.
La sharia o ley islámica afecta especialmente a las mujeres, ya que las priva de libertades que habían conquistado en los últimos años.
Entre las prohibiciones que sufrirán las mujeres de Afganistán a causa de la ley islámica se encuentran: salir de su casa solas, solo pueden hacerlo en compañía de un hombre. Solo tendrán permiso de casarse con alguien que sea musulmán. Deberán vestirse con prendas que cubran por completo su cuerpo y rostro. No tienen permiso de trabajar ni estudiar.
Además, en caso de ser parte de un juicio, su testimonio vale la mitad que el de cualquier hombre.
Los talibanes no se contentaron con dejar que la situación se deteriorara. Mientras estaban en guerra, negociaban con los estadounidenses y el Gobierno afgano y hacían avanzar a sus peones. Simbólicamente, su triunfo ayuda a convencer a los militantes de que "si siguen luchando, sus adversarios acabarán derrumbándose", añadió el investigador iraquí.
En las últimas 24 horas, las redes sociales se han llenado de propaganda yihadista. La agencia de propaganda de Al Qeida, Al-Thabat, afirmó que "los musulmanes y muyahidines de Pakistán, Cachemira, Yemen, Siria, Gaza, Somalia y Mali están celebrando la liberación de Afganistán y la aplicación de la sharia".
En cuanto al Estado Islámico, la cuestión es obviamente más difícil. Cuando Al Qaeda prometió lealtad a los talibanes, el EI los llamó apóstatas.
En Afganistán, el odio es aún más tenaz porque el Estado Islámico en Jorasán (ISKP) fue creado por desertores talibanes. Pero el Estado Islámico también se está beneficiando del colapso del Estado afgano.
Dr. Q, un especialista occidental del grupo yihadista que publica sus investigaciones en Twitter bajo este seudónimo, constató 216 ataques del ISKP entre el 1.º de enero y el 11 de agosto, frente a 34 en el mismo periodo del año pasado. "No todo está directamente relacionado con la retirada estadounidense, pero la victoria de los talibanes también da un impulso al ISKP", dijo.
"El EI comunica regularmente sobre el hecho de que los occidentales no pueden quedarse para siempre" en tierras extranjeras. En este sentido, el triunfo de los talibanes "legitima su forma de actuar".
Colin Clarke también apunta que el caos y la guerra son las condiciones básicas para el desarrollo de cualquier grupo yihadista.
"El colapso del ejército afgano es un extraño recuerdo de lo que vimos en Irak en 2011. Temo que la misma situación se repita en Afganistán, con el desarrollo simultáneo del EI y la resurrección de Al Qaeda".
Aquí radica quizás la mayor lección que los talibanes han dado a la esfera yihadista mundial: la paciencia y la determinación pueden triunfar, independientemente del enemigo. Una lección galvanizadora para todos los movimientos con ambiciones locales, opositores o aliados de los nuevos amos de Kabul.
REDACCIÓN INTERNACIONAL
*Con información de AFP
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