El papa Francisco viaja esta sábado a Marruecos para una visita de dos días con el fin de reforzar el diálogo con el islam, volver a poner la atención en el drama de la inmigración y dar apoyo a la pequeña comunidad católica en ese país.
Francisco viaja de nuevo a un país musulmán pocas semanas después de haber hecho historia con su visita a los Emiratos Árabes Unidos y donde junto al gran imán de la mezquita cariota de Al Azhar, Ahmad Al Tayeb, el documento sobre la "fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia".
Por ello, el viaje a Marruecos y los actos en los que participará, como la visita al Instituto Mohamed VI que forma a predicadores e imanes, la primera de un papa a este tipo de centros, servirán para dar un paso más en el dialogo y la lucha contra los fundamentalismo religiosos.
En esta visita, el papa Francisco también quiere mostrar su cercanía a la pequeña comunidad católica en el país, formada por cerca de 25.000 personas, casi todos extranjeros.
Y aunque Marruecos reconoce la libertad de culto y garantiza todos los derechos espirituales a los extranjeros residentes en su territorio, no admite conversiones de sus ciudadanos a otras religiones.
La Iglesia católica en el país magrebí está presente sobre todo en las labores de educación, caridad y asistencia a los migrantes y el papa lo destacará al visitar un pequeño centro que gestionan tres monjas españolas vicentinas en Temara.
Francisco quiso ir a Marruecos en diciembre pasado con motivo de la conferencia del Pacto Mundial de las Naciones Unidas sobre inmigración, que se celebró en Marrakech, pero no pudo hacerlo por razones de protocolo.
Una parte muy importante del viaje estará dedicada a los migrantes y el papa se reunirá con unas 60 personas a la que asiste Cáritas en Rabat, que proceden principalmente de África subsahariana y han intentado llegar a España.
Los tres centros de Cáritas en Marruecos atienden cada año a cerca 8.000 personas y registran un aumento en el número de menores no acompañados. Esta será la realidad que el papa escuchará en las palabras que le dirigirá uno de los migrantes atendidos en ese centro.
Queridos hermanos y hermanas, siguiendo los pasos de mi santo predecesor Juan Pablo II, el sábado y el domingo estaré en Marruecos como peregrino de la paz y la fraternidad. Les pido que me acompañen con la oración. #ViajeApostólico
— Papa Francisco (@Pontifex_es) 29 de marzo de 2019
Francisco será recibido en el mismo aeropuerto de Rabat por el propio rey Mohamed VI, quien tendrá con el pontífice unas deferencias excepcionales, pues lo acompañará durante buena parte de la tarde del día 30 y presidirá con él varios actos.
Así, lo recibirá en audiencia en el Palacio Real -una entrevista privada más otra con las delegaciones-, y juntos irán a la explanada de la Torre Hasán, donde se reunirán con personalidades de la sociedad civil marroquí, y allí ambos pronunciarán sendos discursos, según explicaron los organizadores.
Tras hacer una ofrenda floral en el mismo lugar ante las tumbas de los anteriores reyes -el padre y el abuelo de Mohamed VI-, el rey lo acompañará al Instituto de Imanes de la capital. Otro de los momentos simbólicos de la visita será el rezo del Ángelus en la Catedral de San Pedro de Rabat, uno de los templos más antiguos de
Marruecos, el día 31, un acto al que han sido invitados representantes de las demás confesiones cristianas de Marruecos (protestantes, anglicanos y ortodoxos) y que será retransmitido en directo a todo el mundo.
El viaje de Francisco nada tendrá que ver con el que Juan Pablo II hizo en el año 1985 a Casablanca, porque el mismo país ha cambiado enormemente debido a los movimientos migratorios que le han dado una nueva imagen y que, sobre todo, han llenado de fieles las iglesias. La visita de Juan Pablo II fue histórica: era la primera vez que el jefe de Estado del Vaticano viajaba oficialmente a un país musulmán, como gustan de recordar los medios oficiales marroquíes.

Las calles de Rabat han sido adornadas con las banderas de Marruecos y el Vaticano para la visita del Papa Francisco.
Efe
En aquel tiempo, solo quedaba en Marruecos una comunidad católica "residual" compuesta por los pocos europeos que se habían permanecido en el país tras la independencia más algunos extranjeros de paso por el país magrebí.
Era una iglesia de "ancianas mujeres blancas". Hasán II, que adoraba los baños de masas, propuso a Juan Pablo II que saliesen juntos desde el Palacio hasta el estadio Mohamed V de Casablanca, cada uno en un Mercedes descapotable, y así los muestran las imágenes de la época: vestidos de blanco, cada uno a su estilo, de pie sobre sus coches de lujo mientras saludan a la multitud.
Decía Hasán II tiempo después que esa salida había atraído a las calles a dos millones de personas, y que dentro del estadio, otros cien mil jóvenes, que en aquellos momentos participaban en los Juegos Panárabes, estaban esperando al papa.
Cuando Juan Pablo II tomó la palabra, les dijo: "Es en Dios que creemos, vosotros musulmanes y nosotros católicos, y vosotros también habláis de valores humanos que tienen su fundamento en Dios".
Pese a esas palabras, aquel acto tuvo poco de religioso y mucho de "folclórico", como recuerdan hoy personas relacionadas con la organización del actual viaje, que subrayan el carácter más espiritual del viaje del papa Francisco.
De entrada, el papa quiere decir una misa para la feligresía de Marruecos, que en 2019 está compuesta por "unas 30.000 personas de mas de cien nacionalidades", suele subrayar el arzobispo de Rabat, Cristóbal López.
El arzobispo apunta otro gran cambio de los fieles católicos actuales: "más hombres que mujeres, más jóvenes que viejos y más negros que blancos".
Efectivamente, el flujo migratorio constante de subsaharianos hacia Marruecos ha cambiado la cara de la iglesia, pero López subraya que no hay que pensar solo en los emigrantes que se desplazan en busca de trabajo, ya que en muchos casos se trata de estudiantes de países africanos que residen en Marruecos tras recibir una beca del país magrebí.
Y así, las misas actuales en las iglesias de Marruecos recuerdan mucho más a los templos africanos que a los europeos: largas misas cantadas, con palmas y coros y numerosa participación de los fieles durante el ritual. Es este nuevo pueblo de Dios el que Francisco va a encontrar en una misa que será el cierre de su viaje a
Marruecos: en un polideportivo cerrado de las afueras de Rabat donde caben unas 10.000 personas, fieles llegados desde todo Marruecos asistirán el domingo por la tarde a la misa del Pontífice.
Un coro de cientos de jóvenes, en su mayoría negros subsaharianos, animará la misa, que Francisco dirá en español aunque tendrá pasajes en numerosas lenguas, para dejar bien claro el carácter universal de la iglesia marroquí.
El viaje de Francisco, aunque será de poco más de 24 horas, incluirá dos paradas con las que la iglesia quiere subrayar su compromiso con los más pobres: un encuentro con unos sesenta emigrantes en la sede de Caritas, más una visita a unas monjas españolas de Temara (afueras de Rabat) dedicadas a sanar, educar y alimentar a los más pobres de su entorno.