La masacre perpetrada contra la mezquita sufí de Al Rauda, en la que murieron más de 300 personas, entre ellas 27 niños, golpeó el talón de Aquiles de la seguridad egipcia en el norte del Sinaí, Bear Al Abd, un pueblo poco protegido, a tan solo 50 kilómetros de una zona de exclusión militar.
“Han elegido un objetivo fácil”, dijo el analista del Centro de Estudios Políticos y Estratégicos Al Ahram, Mohamed Gomaa, en referencia a que los terroristas planearon su ataque en una población ubicada fuera del cinturón de seguridad impuesto por el Ejército egipcio en la región del norte del Sinaí desde el 24 de octubre de 2014.
Gomaa hace hincapié en que las mezquitas en Egipto no están vigiladas por las fuerzas de seguridad, como sí ocurre con las iglesias, porque, hasta ahora, no habían sido blanco de atentados como el ocurrido el viernes.
Aunque hasta el momento ningún grupo se ha atribuido la masacre, funcionarios egipcios informaron este sábado que los hombres armados que atacaron la mezquita portaban una bandera del Estado Islámico.
Ello se explica, por un lado, porque en otros países el EI sí ha atentado contra templos musulmanes y, por otro, porque este grupo “considera infieles a los sufíes”, una corriente del islam de carácter ascético y muy popular en Egipto, contra la que los yihadistas ya han actuado.
El 19 de noviembre de 2016, el grupo terrorista Wilaya Sina (Provincia del Sinaí, en árabe), la filial egipcia del EI, publicó un video de la decapitación de un destacado líder sufí del Sinaí, Abu Haraz, al que acusó de “practicar la magia”.
Asimismo, el 26 de julio de 2014 una mezquita sufí de la ciudad de Al Arish –capital de la provincia del Norte del Sinaí– fue atacada con seis proyectiles RPG, sin que hubiera víctimas.
Precisamente, un asalto de este grupo en octubre de 2014 contra un puesto militar, en el que murieron 25 soldados, llevó al presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, a declarar el estado de emergencia en la zona que se extiende desde la ciudad de Al Arish –capital de la provincia Norte del Sinaí– hasta la ciudad de Rafah, en la frontera con Gaza (Palestina).
Desde entonces, el Ejército y los militantes armados del EI han mantenido una guerra sin cuartel en esta franja de 50 kilómetros de largo, en la que han muerto cientos de personas, la mayoría de ellos supuestos terroristas y miembros de los aparatos de seguridad.
Las autoridades impusieron el toque de queda y un bloqueo informativo total en esta región del norte del Sinaí, e impiden el acceso a los medios de comunicación locales e internacionales. Incluso, las comunicaciones telefónicas han sido interrumpidas en numerosas ocasiones por ‘motivos de seguridad’.
El ataque del viernes fue perpetrado por un grupo de hombres armados que primero detonó artefactos explosivos dentro de la mezquita Al Rauda, coincidiendo con la hora del rezo del viernes, día sagrado para los musulmanes y, posteriormente, tiroteó a los fieles.
“Es una zona débil en materia de seguridad”, coincidió Ayman Samir, jefe de redacción del diario egipcio Al Siyasa Masría, quien defendió la tesis del presidente egipcio, Abdelfatah Al Sisi, de que el atentado es una represalia de los terroristas por las campañas de seguridad lanzadas por las fuerzas de seguridad.
En este sentido, Gomaa declaró que el éxito de la lucha contra el terrorismo “necesita tiempo” e insistió en que los “éxitos” logrados por las fuerzas de seguridad en las localidades de Al Arish, Sheij Zued y Rafah, situadas en la zona donde está vigente el estado de emergencia, había empujado a los terroristas a buscar este objetivo.
El analista del centro Al Ahram también opinó que el ataque se inscribe dentro de la campaña de propaganda del EI, como parte de la ‘competencia’ que mantiene con otros grupos extremistas para atraer nuevos adeptos, y como un intento de mostrar que, a pesar de las derrotas sufridas en Siria, Irak y Egipto, el grupo sigue activo.
EFE - REUTERS
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