Todavía hay mucha tela por cortar para que la mutilación genital femenina (MGF) se acabe en África.
Por lo menos eso fue lo que señalaron expertos, después de conocerse que el Parlamento Africano lanzó esta semana, junto con la ONU, una iniciativa para prohibir la ablación en ese continente, donde millones de niñas y mujeres son sometidas a transformaciones de sus genitales por razones que no son médicas y que constituyen una violación de los derechos humanos, según organismos internacionales.
El acuerdo del Parlamento Africano y la ONU tiene como objetivo identificar acciones que aceleren la eliminación no solo de la MGF, sino también de los matrimonios infantiles.
Y aunque es visto como un paso importante en la lucha contra esa práctica, todavía falta algo clave: que los gobiernos se comprometan y respondan. “A menos de que lo hagan a nivel nacional y luego local, probablemente no se verá un mejoramiento en la prevalencia de mujeres que experimentan la ablación”, le dijo a EL TIEMPO la portavoz de la ONG Equality Now, Brendan Wynne, quien agregó que las declaraciones del Parlamento Africano “no son vinculantes” y que lo que buscan es “mandar un mensaje de liderazgo” en el asunto, “pero que no es suficiente”.
Según datos de la Unicef, se estima que al menos 200 millones de niñas y mujeres han padecido diferentes formas de MGF en el mundo, una práctica que incluye en algunos casos la resección total o parcial del clítoris, los labios mayores o menores, el estrechamiento de la abertura vaginal y la perforación, incisión o raspado de la zona genital.
Pero lo que más preocupa es que, si la tendencia se mantiene, cerca de 15 millones de jóvenes entre los 15 y los 19 años la experimentarán de acá al 2030.
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Aunque en África la ablación está perseguida legalmente en más de 20 países de los 54 que forman el continente –Gambia y Nigeria fueron los últimos en aprobar leyes para prohibirla en el 2015–, hay muchos y más complejos desafíos para detener esta práctica que infecciones, quistes y esterilidad en las mujeres que la padecen.
Tradición arraigadaUno de estos es que la ablación es una tradición cultural arraigada en varias comunidades africanas. “Nos encontramos, por un lado, con que siempre hemos trabajado con las mujeres y les hemos echado la culpa a los hombres. Pero ellos no tienen idea de esta práctica. Son las mujeres las que practican, las que la reivindican y la ejecutan; las mujeres que son custodias de la tradición”, le explica a este diario la antropóloga Adriana Kaplan Marcusán, directora de la Fundación Wassu de la Universidad Autónoma de Barcelona, enfocada en parar la MGF en países como Gambia, Senegal y Kenia, entre otros.
“Por eso hay que trabajar con las mujeres de mayor edad”, aquellas que son líderes en las comunidades, señala Kaplan.
Pero también hay factores religiosos y políticos, pues desde varias religiones se cree que la ablación es un mandato divino, y desde algunos gobiernos no se le da importancia al tema, razón por la cual los avances han sido muy lentos en los 30 años que la práctica se ha tratado de parar.
La falta de recursos para implementar proyectos efectivos es otro de los asuntos pendientes. Por eso hay expertos que, aunque valoran el anuncio del Parlamento Africano que busca con la iniciativa que más países africanos prohíban la ablación, piden más.
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“Si no se ofrecen los recursos suficientes o se acogen las metodologías adecuadas, difícilmente podemos avanzar”, dice Kaplan.
La propuesta para erradicar esta práctica incluye el trabajo conjunto con trabajadores de la salud locales –vistos como figuras de legitimidad–, líderes religiosos y políticos, hombres dentro de las comunidades y un entendimiento del contexto.
“Hay que ver cómo la población puede vivir el cambio o a través de dónde puede transformar la tradición sin que se incluya la ablación, pero donde se mantenga la transmisión cultural y la pertenencia social, que es lo que les da identidad étnica y de género”, señala Kaplan.
Pero la MGF no es exclusiva de África. En América Latina (Colombia), Asia (India, Malasia) y Oriente Próximo (Arabia Saudí y Omán) también ocurre. Esto sin contar con que, en el Reino Unido, EE. UU. y algunos países europeos, los inmigrantes mantienen la práctica. Y aunque la meta para erradicar la ablación desde la ONU es el 2030, la realidad se ve más lejana.
SANDRA RAMÍREZ CARREÑO
Redacción INTERNACINONAL
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