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Calle de La Amargura es ahora de la felicidad

Cómo se transformó el corredor de Ayacucho y qué impacto tendrá el tranvía en su zona de influencia.

La campanita se escucha a lo lejos y va ganando nitidez con los segundos. Uno de los vagones del tranvía serpentea por las estrechas calles de Buenos Aires y se descuelga hacia el Centro después de dejar la iglesia del Sagrado Corazón. La gente se arremolina en los balcones y saca los celulares para grabar el paso del nuevo juguete de la ciudad.
Ayacucho es una de las cinco calles primigenias de la Villa. Sobre ese corredor, utilizado por los arrieros para cruzar desde Rionegro hasta Santa Fe, funcionó la primera planta eléctrica, el primer acueducto, el primer colegio, la primera universidad. Es la calle Larga; la calle de la Puerta Inglesa, la finca de Coriolano Amador en Miraflores; la calle de la Amargura, bautizada así porque a lo largo de ella se hacían las estaciones del viacrucis los viernes santos; la calle del nuevo tranvía, la calle de la alegría.
La 49, por nomenclatura, recuperó su lugar protagónico en la historia de Medellín. El tranvía no solo reinauguró este sistema de transporte en la zona centrooriental de la ciudad, sino que vino acompañado de una intervención integral de todo el corredor.
La transformación incluye la renovación artística de las fachadas, la recuperación de las construcciones antiguas y el amoblamiento urbano. También capacitaron a los comerciantes preparándolos para las nuevas dinámicas que se vienen con la llegada de los turistas. Se construirá una plaza de gastronomía donde serán reubicados los vendedores de ‘chunchurria’, comida histórica de la zona. También será edificado, cerca de la parada Buenos Aires, un centro hospitalario con especialidad en ortopedia. Se contempla la implementación de nuevos equipamientos deportivos, centros culturales, parques y espacios de encuentro para tomarse un café o leer un libro.
“Será uno de los corredores más importante de la ciudad y para eso debe estar acorde en la parte ambiental, cultural, económica y de infraestructura. Ayacucho debe seguir ese proceso de transformación para que construya su propio proceso de identidad”, asegura Juan Carlos Posada, gerente del Proyecto Integral de Ayacucho –PIA-.
Blanca Escobar, habitante del sector, resalta que el tranvía vino acompañado de otras iniciativas que transformaron la cara al barrio. “Se ve el cambio, la gente está muy contenta. Se sientan en las bancas a chupar helado y a ver pasar los trenes”, señala, destacando que “es un orgullo para la ciudad y para todos en el barrio. Hemos progresado mucho, una ‘berriondera’”.
La importancia de invertir en zonas deprimidas
Un estudio publicado en la revista American Journal of Epidemiology en 2012 revela que la construcción del metrocable de Santo Domingo Savio en la comuna nororiental, incidió en la reducción de los índices de violencia y en el mejoramiento de la salud mental. Investigadores de la Universidad de Antioquia concluyeron que la llegada de megaproyectos a zonas marginadas, acompañados de la construcción de plazoletas y espacios iluminados, la ampliación de aceras y programas sociales aumentaron la cohesión y la confianza en las autoridades.
Expertos presupuestan el mismo efecto en barrios golpeados por el conflicto urbano como La Sierra o el Trece de Noviembre, a donde el sistema metro llegará con dos de sus cables.
Juan Carlos García Bocanegra, arquitecto y urbanista, detalla que el tranvía le dará accesibilidad a los habitantes de estas zonas y al resto de ciudadanos que los han considerado espacios vedados. Considera, además, que la infraestructura en transporte también es una política de seguridad y un dinamizador de la economía al convertirse en una estrategia de inclusión social y de valorización de los barrios populares.
“En Medellín se ha probado algo que casi en ningún lugar del mundo ha pasado y es que los barrios populares se volvieron atractivo turístico. La gente hace turismo en el mundo en zonas exclusivas y aquí llaman la atención los barrios populares por sus particularidades y porque se conectan con otros municipios”, indica García Bocanegra.
El gerente del PIA, Juan Carlos Posada, añade que la simultaneidad de proyectos asociados al tranvía incide en el mejoramiento de calidad de vida porque permiten que la ciudadanía conozca y conviva en estos espacios. “Que un sistema de transporte llegue a estos sectores fortalece además la convivencia y el acceso a toda la oferta de proyectos institucionales”, dijo.
Don Abel Antonio Díez, vendedor de dulces y confites frente a la iglesia del Sagrado Corazón, es testigo de los beneficios que traerá el tranvía.
“Yo monté en el año 1948 cuando el pasaje valía 10 centavos, iba desde Cisneros hasta Aranjuez Berlín. Este de ahora es mejor porque ya no hay tanta contaminación. Es un lujo volverlo a ver”, asegura, mientras se chupa un mango pintón y mira el horizonte por donde se descuelga el tranvía hasta adentrarse en el corazón de la ciudad, cruzando la calle de La Amargura. La misma calle del nuevo tranvía, la calle que ahora es la felicidad de la Villa.
JUAN DIEGO ORTIZ JIMÉNEZ
Redactor de ADN
MEDELLÍN
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