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De la bonanza a la desolación

Sobrevivientes evocan lo acogedor que era el municipio con 43.000 habitantes.

Redacción El Tiempo
“Éramos un pueblo próspero, sobraba la comida, años atrás no había pobreza, hoy la tenemos por todos lados”, afirman la mayoría de los sobrevivientes.
Armero fue fundado con el nombre de San Lorenzo en 1895 y el 29 de septiembre de 1908 fue erigido como distrito municipal, según decreto firmado por el presidente Rafael Reyes. En 1930 tomó el nombre de Armero, según ordenanza de la Asamblea del Tolima en memoria de José León Armero, un prócer de la Independencia que terminó fusilado por el Ejército español en el municipio de Honda.
Antes de la tragedia las cosas eran diferentes, pues alrededor del parque funcionaban los bancos Bogotá, de Colombia, Comercio, Cafetero y la otrora Caja Agraria, que a diario permanecía repleta de campesinos y comerciantes. Además funcionaban algunas corporaciones de ahorro y para la época de la tragedia el Banco Ganadero alistaba una sede.
La plata abundaba. Los bancos y el comercio movían 400 millones de pesos diarios y el último día de septiembre de 1985 (45 días antes de la tragedia) el sistema financiero de Armero tenía cerca de 500 millones de pesos en cuentas corrientes y 270 en ahorros, con una cartera que llegaba a 1.000 millones.
El día antes de la catástrofe, en caja de los bancos había más de 100 millones de pesos.
“La caja fuerte del Banco de Colombia no pudo ser arrancada de su sitio, pues se encontraba enterrada, y como murieron los tres empleados que conocían sus claves secretas, la plata de los ahorradores no fue recuperada”, señala un borrador del libro ‘No lo perdona Dios… Armero tampoco’, del escritor Gustavo Prada.
La historia productiva de Armero es llamativa, pues sus valles surtieron de tabaco al municipio de Ambalema en la época de la gran bonanza de este producto, que surtía los mercados de Europa. Un ejemplo de esa producción era la hacienda La Unión, que en 1867 contaba con cañaduzales, moliendas y trapiches, que producían 1.000 cántaros de aguardiente cada tres meses.
En 1913, el arroz se sembró de manera tecnificada y 24 años más tarde ya se cultivaban 1.500 hectáreas del cereal, mientras que se procesaban 117.750 sacos de café pergamino para abastecer el consumo interno y la exportación. La Federación Nacional de Cafeteros contaba con siete enormes bodegas de almacenamiento junto a la estación del ferrocarril. Igual sucedía con el maíz, que desde las fincas del Magdalena Medio era traído en vagones para ser trillado en los molinos de Armero.
La ganadería brilló y en el año 40 se establecieron allí los mejores hatos de la historia del país. La hacienda El Puente, en manos de don Julio Rebolledo, desarrollaba el ganado Brahman, cebú y Manso de alta calidad.
Fernando Borja, otro afectado de la avalancha, recuerda que el desarrollo algodonero fue tan grande a partir de 1960, que a su municipio llegaban miles de trabajadores para cubrir la demanda de mano de obra. “El Valle de Armero se veía blanco por el algodón y las calles y negocios eran un hervidero de gente comprando en almacenes”, dice.
Para sus antiguos habitantes, el municipio no era próspero sino hermoso. El sitio que más recuerdan hoy los armeritas es el parque Los Fundadores, situado entre las calles 11 y 12 y las carreras 14 y 15. En sus alrededores lucía imponente, pintada de blanco, la iglesia San Lorenzo, también la heladería España y el almacén Caperucita. En la misma manzana funcionaban la cárcel, las oficinas de la Secretaría de Tránsito, un restaurante de comida china y en una esquina estaba el supermercado Almacenes Yep, que tenía como competencia a la Caja de Compensación Familiar de Armero (Comfaro) con un local frente a la iglesia.
“En el parque Los Fundadores, rodeado de árboles y una enorme ceiba, además, funcionaban la Caja Agraria, el edificio de Pompilio Tafur, el Banco Cafetero y el inolvidable café Hawái, preferido para el tinto en las mañanas y la cerveza o el aguardiente en las tardes y noches de bohemia”, asegura Hugo Giraldo, otro sobreviviente.
Redacción El Tiempo
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