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Ecuador, un 'boom' con blancos y negros

Desde que Correa llegó el país ha experimentado un gran avance. Pero la economía está que estalla.

Lo que es Ecuador hoy no se compara con lo que era hace 15 años. De norte a sur el país está lleno de obras que avanzan a una velocidad sorprendente, lo que ha permitido que los ecuatorianos cuenten con una de las mejores infraestructuras de la región, pues hay autopistas de primer mundo, ambiciosos proyectos como hidroeléctricas –se proyecta que proveerán la energía de todo el país–, y avanza la construcción de la primera línea del metro de Quito. Ecuador es ahora un modelo a seguir y a envidiar.
Y del inestable país al que un presidente no le duraba meses, o incluso días, se ha pasado a los sucesivos mandatos del presidente Rafael Correa, que en enero ajusta 8 años.
“Esto tiene factores asociados a la recuperación de la autoestima. Los ecuatorianos antes teníamos el dejo de no confiar en nosotros mismos, de creer que no somos capaces”, le dice a EL TIEMPO Pabel Muñoz, secretario Nacional de Planificación y Desarrollo de Ecuador.
El cambio también se ve reflejado en lo social. El índice de desempleo, por ejemplo, es uno de los más bajos de la región con un porcentaje del 4,2 por ciento. Para algunos, el fenómeno de desarrollo tiene nombre propio: Correa o ‘Rafico’, como llaman en la calle al actual presidente. “Correa ha traído educación, carreteras, salud… Se ha parado duro. Y tiene que haber Correa para rato. Si no es él, ¿entonces quién?”, afirma un taxista que trabaja en Quito.
Las prioridades que Correa asumió han sido crecer e invertir. Y para lograrlo –afirmó Muñoz–, se han tenido claras las políticas: “Lo que hemos hecho ha sido recuperar al Estado, recuperar la autoridad pública, y ponerlos al servicio de lo que demandaba la sociedad ecuatoriana (…)”.
El porcentaje de inversión en Ecuador con respecto al Producto Interno Bruto (PIB) llegó al 12,4 por ciento en el 2013. En educación, por ejemplo, se pasó de invertir 211 millones de dólares en 2007 a 1.248 millones en 2013, casi cinco veces más en un periodo de seis años.
Y es justamente a esa inversión pública a la que se le atribuye la reducción de la pobreza que, según datos de la Cepal , mientras en 2005 se situó en 48,3 por ciento, en 2013 llegó al 32,2 por ciento; la disminución en las brechas entre sectores pudientes y necesitados, y la generación de empleo y de ingresos.
El oro es el petróleo
El presupuesto, dicen expertos, viene de la exportación de petróleo. El aumento del precio del crudo favoreció al país andino, lo que le permitió al Gobierno aumentar el gasto, fortalecer la clase media con la creación de empleos en el sector público e incrementar la inversión social.
Pero no todo es color de rosa. La deuda externa del país, que se sitúa en un 23 por ciento del PIB, es cada vez más alta, lo que genera dudas frente a cómo se va a pagar, pues la economía depende mayoritariamente del crudo, que no solo ha visto caer su precio en picada este año, sino que también su producción está comprometida para pagar a China los préstamos para proyectos de infraestructura.
“En Ecuador hay exceso de gastos sin haber transformado el aparato productivo. El desempleo está absorbido por el gasto público. La burocracia se ha multiplicado y los proyectos que tiene el Gobierno a diferentes niveles locales crean trabajo de infraestructura, pero no de transformación del aparato. Eso no es sostenible: si se acaba el gasto público, habrá desempleo, habrá crecimiento de la inflación, etcétera”, afirma el analista político Jorge León.
Además, la forma de hacer política del presidente ecuatoriano mantiene polarizado al país. La división se siente en las calles.
Por un lado, hay quienes creen que sin él Ecuador no estaría donde está. “Rafico’ ha hecho mucho por Ecuador. Él tiene que actuar como un padre de familia. Si entre sus hijos hay uno que es majadero, tiene que darle su correazo, tiene que darle su nalgazo, tiene que hablarle fuerte, aunque a él le duela, para que actúe derecho”, afirma un quiteño que toma el sol frente al Palacio de Carondelet.
Por otro lado, hay quienes creen que al mandatario tiene trazas de autoritario con medidas como el proyecto de reelección indefinida –liderado por su partido Alianza País–, la Ley de Comunicación –que restringe la libertad de expresión y asociación– y reformas como del Código Monetario y Financiero, que pone en tela de juicio la sostenibilidad del sistema de dolarización.
“Mi esposa siempre ve las sabatinas (transmisiones en directo de las intervenciones semanales del presidente Correa). A las mujeres, como él es simpático, les gusta, pero a mí me parece que es prepotente. Se le va la mano con los medios. Nadie puede decir nada”, dice un ecuatoriano que baja su tono de voz al referirse al presidente.
‘Apatía generalizada’
“En este momento se ve un apoyo fuerte al presidente, pero a la vez una gran apatía política”, comenta a este diario el sociólogo ecuatoriano Simón Pachano. “Las leyes que restringen libertades y la persecución a las organizaciones sociales se enmarcan en esa apatía generalizada, en esa visión de la gente de una satisfacción económica y muy poca importancia a esos otros aspectos”, agrega.
Según expertos, dos factores explican el favoritismo con el que hoy todavía cuenta Correa: la buena situación económica que el país comenzó a experimentar desde el 2002 gracias a la dolarización (que no fue un asunto de Correa) y a la subida de los precios del petróleo en el mercado internacional, y la habilidad de Correa para crear estabilidad política y económica después de los tumultuosos años de la década del 2000.
“Lo fundamental del proceso político de Correa es la consolidación de un poder personal. Lo segundo es la recuperación del Estado, y lo tercero es la capacidad de intervención en la economía”, asegura León.
Pero además el hecho de que el actual gobierno sea fuerte se debe a que Correa ha cumplido lo que ha prometido: “Ha ampliado la inclusión social con políticas discursos y acciones que van por una mayor igualdad social. Esa es su medalla popular. El sistema no es viable, no es sustentable, pero le da legitimidad”, añade León.
Así, dicen analistas, es casi seguro que el proyecto de reelección indefinida se materialice, pues Correa, además de su popularidad, domina el legislativo y el judicial. De hecho, la Corte Constitucional aprobó en octubre pasado un conjunto de enmiendas a la Carta Magna y dio luz verde para que estas sean tramitadas por la Asamblea (congreso) sin necesidad de un referendo.
Según el analista Julio Echevarría, si se aprueba la reelección por este medio habría “un coste político alto para el régimen porque significaría ir en dirección contraria a una fuerte corriente de opinión que plantea que esa modificación debería necesariamente pasar por una consulta popular”.
Pero el problema es que la oposición está fragmentada y el presidente no tiene rival. “Correa y sus seguidores saben que él es insustituible en este proceso. Si él no está el proceso; prácticamente se termina”, puntualiza Pachano. Y con este panorama algunos ecuatorianos que temen perder los beneficios que ha traído Correa dicen: “si don ‘Rafico’ se reelige sería lo mejor”.
SANDRA RAMÍREZ CARREÑO
Enviada especial de EL TIEMPO
QUITO
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