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Una bacteria que cura el dengue

Jueves 1 de septiembre de 2016

'Mosquito Dengue'

'Paris'

Así crían a los mosquitos que eliminarían el dengue

Los insectos portadores de la bacteria se cruzan con locales y la transmiten a otras generaciones.

Salario mínimo quedó en 689.454 pesos; sindicatos estudian paro cívico

Cuando la ciencia se pregunta por los pobres

Un antioqueño ve con otros ojos a las enfermedades tropicales.

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Iván Darío Vélez, director del PECET.

 Durante los paros de la Universidad de Antioquia en los años setenta, Iván Darío Vélez, un estudiante de medicina que jamás contempló ejercer otro oficio, se iba con un grupo de amigos a San Pedro de Urabá, Bahía Solano y Necoclí en busca de enfermos sin médicos.

Conseguía vacunas y medicamentos, y selva adentro, al lomo de caballo, llegaba a veredas lejanas para prestar tratamiento, sobre todo a indígenas con enfermedades tropicales.

En esas, le dio malaria dos veces, pero la experiencia de acoger el drama del paciente desatendido y la satisfacción de sanarlo lo valían todo.

No hay duda de que aquellos viajes por el Urabá y el Chocó definieron su camino: primero aprendió en la Universidad de Wisconsin el microscópico arte de inyectar a mosquitos, después se formó en Francia como maestro en parasitología, al poco tiempo se hizo doctor en enfermedades infecciosas y hace tres décadas fundó el PECET (Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales).

Este grupo de investigación, al servicio de comunidades pobres con enfermedades tropicales en sus territorios, pocas veces aparece en titulares, no está a merced de las grandes farmacéuticas, pero su nombre debería retumbar en quienes aún creen que la ciencia en Colombia es incipiente y arcaica.

Entre los avances científicos del programa está el desarrollo de ‘Anfoleish’, un fármaco contra la leishmaniasis cutánea, que en la última década ha afectado a unas 230.000 personas en Colombia y para la cual no hay curas disponibles.

Si la crema sale al mercado en 2016, como se prevé, "sería la primera vez que un medicamento se inventa, se desarrolla, se prueba y fabrica en un país latinoamericano", dijo el director del Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación de Ruta N, Elkin Echeverri.

De ese tamaño son el PECET y su director, Iván Darío Vélez, un entusiasta, un científico, pero ante todo un hombre que parece experimentar el dolor ajeno y obsesionarse con encontrar la cura, aunque él mismo repita que “la ciencia es la única manera de vivir con las personas sin hacerse cómplice de sus pasiones”.

***

La farmacéutica francesa Sanofi Pasteur anunció en noviembre pasado que sus científicos habían logrado una gran hazaña: probaron que la vacuna contra el dengue, que venían investigando por dos décadas, era eficiente, segura y podía comercializarse en 2015.

Si bien para Iván Darío Vélez la noticia fue un hito en la lucha contra el dengue, el antioqueño tiene sus peros:

De los cuatro serotipos del virus que produce el dengue (Den-1, Den-2, Den-3 y Den-4), la vacuna no ha mostrado suficiente efectividad con el segundo, el más virulento en América Latina. Mientras tanto, tres dosis que se requieren para obtener resultados podrían resultar demasiadas y costosas para lograr una buena cobertura en vacunación en poblaciones de países en vía de desarrollo.

Su otra conclusión es que el hallazgo no va a acabar del todo con la epidemia, simple y llanamente, porque “los problemas de salud son realmente problemas sociales, y el problema del dengue no es la falta de un diagnóstico, medicamento o vacuna; el problema es la pobreza”.

Para Vélez, el mundo necesita estrategias de control complementarias, efectivas, económicas y que vayan a lo social. Por eso, le tiene fe al proyecto de la Wolbachia.

Llegó a sus manos por un intercambio académico con la Universidad de Monash, Australia, donde, durante una década, experimentaron con la bacteria hasta que lograron que ésta inhibiera la capacidad natural de los mosquitos ‘Aedes aegypti’ de transmitir el dengue.

El reto en Colombia sería lograr la misma efectividad en un contexto urbano, en el barrio París, de Bello, donde el dengue es endémico y donde la mayoría no podría costear una vacuna, en caso de que estuviese disponible.

Las pruebas científicas ya están listas. El mosquito colombiano, como el australiano, recibió positivamente la bacteria y cuando pica no transmite el dengue ni genera efectos adversos.

En los laboratorios del PECET hay 12.000 mosquitos infectados con la Wolbachia y disponibles para ser liberados. Mejor aún es que no le van a costar a la población, ya que con su proceso natural de reproducción, los ‘Aedes aegypti’ se transmiten la bacteria de generación en generación, sin necesidad de un laboratorio.

El Comité de Bioética de la Universidad de Antioquia ya dio el aval, considerando que “la investigación involucra un riesgo inferior al promedio para los sujetos que participan y se ajusta a los estándares de las buenas prácticas clínicas”.

Tampoco tienen objeción la Secretaría de Salud del municipio de Bello, la Gobernación de Antioquia, el Ministerio de Salud (a través del Instituto Nacional de Salud), y recientemente la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales respondió que para dicho proyecto no era necesario otorgar una licencia ambiental, teniendo en cuenta que con la ejecución de este proyecto no se está introduciendo, en el ambiente, nada que no esté presente en él.

La gente de París también dijo “sí”. Una fundación llamada ‘Mi gente’ y el PECET capacitaron a 10 mujeres que realizaron encuestas y formaciones sobre el dengue y la Wolbachia a 5.000 familias del barrio, de las cuales el 99 por ciento aceptaron la liberación en sus casas.

Siendo así, la esperada liberación se lleva a cabo desde este 26 de mayo del 2015, y el modus operandi será: Semanalmente, durante algunos meses, van a liberarse un promedio

de cinco o seis mosquitos con Wolbachia en cada casa, de los cuales la mitad serán machos, que son el género que no pica.

Inicialmente, los residentes podrían notar un pequeño aumento en la población de mosquitos por algunas semanas, pero después de un tiempo volverá a ser la misma, solo que ya se tratará de mosquitos “buenos”, esto es, sin la capacidad de transmitir el virus.

Iván Darío Vélez espera que, de ser exitosa esta prueba piloto, no vuelva a haber casos autóctonos de dengue, y que París tenga una menor carga de enfermedad, que en sus palabras significa: “tener un barrio más sano, con menos gastos en atención médica y sin ausencias en las escuelas y el trabajo por estar enfermo de dengue”.

Si bien el director del PECET pudo haberse jubilado hace siete años, el sosiego y la vida apacible que podría gozar un científico retirado no es precisamente su estilo.

En su agenda vital y académica queda un manojo de sueños que para materializarse requieren laboratorios, pruebas, fracasos, intentos y tenacidad.

El primero y el más grande: convertir a Medellín en un centro de desarrollo de medicamentos contra enfermedades tropicales, “esos medicamentos de enfermedades olvidadas que no le interesan a las farmacéuticas; que me obsesionan, pero que no son negocio para nadie, sencillamente porque son para curar a los más pobres de los pobres”.

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