“Es como estar de pie en una hamaca manteniendo el equilibrio, donde una punta está amarrada en Colombia y la otra en el país donde se vive”. Así define María del Rosario Vásquez el exilio, situación que ella misma ha tenido que vivir en Barcelona (España), a donde llegó en 2008 por amenazas que recibió de grupos armados debido a sus denuncias sobre las minas antipersonal y el reclutamiento de menores.
Ella es una del medio millón de personas que se estima están fuera de Colombia (ver gráficos) para proteger sus vidas a raíz del conflicto armado interno (CAI).
Además de tener que abandonar obligados su lugar natal, son una población que ha sido invisibilizada porque al estar en otros países pocas veces son tomados en cuenta como víctimas del conflicto armado interno, no se conocen sus historias de lucha, las afectaciones a sus familias, y sufren la incertidumbre de no saber cuándo podrán volver.
“Hay una macrorregión internacional conformada por los colombianos que tuvieron que salir del país por motivos del conflicto. Un territorio que por definición es un no territorio. El exilio es un no lugar en el mundo; el refugiado o exiliado es alguien que está a mitad de camino hacia ninguna parte. Yo lo he llamado la Colombia fuera de Colombia”, reflexionó el comisionado de la Verdad, Carlos Martín Beristain.

“Prefiero tener una mamá viva lejos que una muerta”, parte de la conversación que tuvieron María del Rosario Vásquez y sus hijos Andrés y Laura, cuando decidieron que se fuera del país.
Comisión de la Verdad
Hay quienes piensen que salir de Colombia, a pesar de haberlo hecho por amenazas, es un ‘premio’, ya que se va a vivir cómodamente en otras regiones como Europa o Norteamérica.
“Nada más alejado de la realidad. Esto no es un premio, porque tuvimos el impacto de salir de manera forzada de nuestra tierra, dejar a un lado a nuestros familiares, amigos y hasta la cultura para llegar a un lugar donde nos tocó acogernos a otras costumbres”, cuenta José Goyes, indígena nasa que tuvo que en 2009 tuvo que huir a España debido a un atentado y varias amenazas que él y su familia recibieron de paramilitares.
Sumado a esto, muchos exiliados tienen que enfrentarse a varias situaciones desafiantes cuando llegan a un nuevo país, tales como el idioma, las costumbres, la inestabilidad económica y, en los casos en los que huyen solos, a estar sin su familia.
Hay una macrorregión internacional conformada por los colombianos que tuvieron que salir del país por motivos del conflicto
Además de estos retos, los exiliados pueden sentir culpa porque ellos pudieron salir del país y ponerse a salvo, pero otros conocidos que estaban en la misma situación no.
Como si esto fuera poco, obtener el estatus de refugiado en cualquier otro país no es sencillo, pues las personas tienen que pasar por varios procesos, que incluso pueden tardar años, y mientras tanto no pueden acceder a servicios básicos.
Esto deriva en un círculo vicioso en el cual no pueden alquilar una casa porque se necesita una cuenta, no pueden tener cuenta porque necesitan cédula, y no tienen cédula o un documento porque no poseen más que un papel en el que dice que están refugiados.
A pesar de esto, tanto María del Rosario como José aseguran sentirse “afortunados”, pues sus condiciones de exilio les han permitido tener estabilidad económica, social y afectiva.
“Las personas siguen llegando en condiciones deplorables, y más ahora por la pandemia. Conozco casos de gente que está en lugares durmiendo en una silla, sin agua, luz ni calefacción en pleno invierno”, dijo María del Rosario, quien continúa haciendo su labor de defensora de derechos humanos para los colombianos desde Cataluña (España).

José Goyes tuvo que salir exiliado del país con su familia luego de un atentado y reiteradas amenazas. Sus hijos crecieron en España y aprendieron el euskera, idioma del País Vasco.
ARCHIVO PARTICULAR
Hay casos de exilio en los que han salido desde familias con padres e hijos hasta completas, de 30 a 40 integrantes, porque por el solo hecho de tener el mismo apellido ya eran objetivos de amenazas. Por lo que no es de extrañar que haya niños refugiados que nacieron en el país que los acogió o crecieron fuera de su país.
Los menores en esta situación sufren repercusiones como el desarraigo porque crecen en otro país y olvidan a Colombia o, incluso, nunca llegaron a conocerla.
“Cuando salí del país, un hijo tenía apenas unos meses de nacido y el otro, cuatro años. Ellos hablan en euskera (idioma del País Vasco) y me dicen que a Colombia no van a volver, si acaso de vacaciones, porque todos sus amigos son de aquí y allá no conocen a nadie, a pesar de que nosotros les contamos cómo vivíamos y qué hacíamos en Colombia”, cuenta Goyes.
Precisamente, entre los trabajos que está haciendo la Comisión de la Verdad con los exiliados de más de 23 países, además de la recolección de 1.027 testimonios, organiza encuentros para que los padres y sus hijos hablen de lo que pasó en Colombia y lo que los llevó al exilio.
En uno de esos espacios, los jóvenes decían que en sus casas había una habitación cerrada y que ahí se guardaba todo lo que pasó en Colombia. Lo que hizo la Comisión fue invitar a abrir esa habitación para que los hijos pudieran, a través de la verdad, preguntarles a sus padres qué les había pasado, escuchar su historia emocional y reforzar vínculos.
Todo un desafío para las familias que han vivido el exilio porque remover las vivencias del pasado tanto en las emociones como en los argumentos que les llevaron a la salida no es fácil.
› 1958-1977: En este periodo, los principales grupos que huyeron del país fueron jóvenes que vivieron la época conocida como la Violencia. Ellos fueron víctimas de detenciones arbitrarias y huyeron, principalmente, hacia Europa. Varios de ellos lo lograron de la mano de organizaciones sociales de derechos humanos o religiosas.
› 1977-1991: Durante estos años, los colombianos huían de las denominadas ‘listas de la muerte’, en las que había líderes políticos, artistas, profesores, que estaban bajo la sospecha de ser opositores al Gobierno. Los principales países donde buscaron asilo fue España, Suecia y Francia.
› 1991-2000: Con la creación de las Convivir se dispararon el desplazamiento forzado y la expulsión de nacionales, en especial de líderes sociales, defensores de derechos humanos, políticos y estudiantes, entre otras personas, que denunciaban los actos ilegales de la Fuerza Pública. También hubo registro de exilio de afrocolombianos, indígenas y campesinos.
› 2000-2016: Los datos sobre el exilio muestran que entre los años 2000 y 2006 hay un éxodo masivo de población campesina del norte de Colombia a Venezuela. En este periodo también se facilitaron y aumentaron las solicitudes de asilo en los otros países fronterizos, en especial Ecuador y Panamá. Durante 2007 se presentó el pico de exiliados: de 72.796 en 2006 se pasó a 551.744. Según la Comisión de la Verdad, en este periodo la situación para las víctimas era tan grave y evidente que los mismos funcionarios públicos de entidades encargadas de recibir las denuncias les advertían no solo sobre el riesgo de hacerlas visibles, sino de la imposibilidad de brindarles protección. Muchas personas que pedían protección huyeron a otros países de Suramérica, cientos de ellas sin pasar por registros de exilio, por lo que existe un subregistro en este apartado.
› 2017-2020: Si bien entre 2017 y 2018 la cifra de exiliados pasó de 191.622 a 138.568, la situación está lejos de mejorar. Una de las consecuencias del proceso de paz con las Farc es que a nivel internacional muchos países creen, por desconocimiento, que ya se está en paz en Colombia, y por tal razón ya no ofrecen asilo a nacionales que lo necesitan.

Carlos Beristain, comisionado de la verdad
Comisión de la Verdad
¿Por qué el país debe reconocer la verdad del exilio?
Porque afecta al menos a más de medio millón de víctimas, este es el segundo hecho victimizante después del desplazamiento forzado. Porque estas personas han sido excluidas de su propia vida y porque las razones que les han llevado al exilio explican mucho cuáles son los factores de persistencia del conflicto armado y lo que hay que cambiar para la no repetición.
¿Qué pasos recomienda para que la sociedad vea el valor de la verdad y el reconocimiento?
Dejarse tocar y escuchar las historias es clave. Las heridas pueden empezar a curarse con el bálsamo del respeto. Que tu historia sea escuchada y sea parte de la verdad del país es la primera medida para restaurar la convivencia. La exclusión y el desprecio consolidan la violencia y amenazan el futuro de las nuevas generaciones.
¿Qué costo paga un país por tener exiliados?
Es un impacto enorme. Por ejemplo, Gabriel García Márquez fue un exiliado. ¿Qué sería de Colombia con la cantidad de gente maravillosa que ha tenido que salir del país? ¿Qué hubiera pasado con la Fiscalía si los fiscales decentes que hicieron investigaciones y procesos no se hubieran tenido que ir del país?
Esto mismo se aplica a los maestros, los defensores de derechos humanos, empresarios o sindicalistas.
El exilio es el paso definitivo para aquellos que necesitan proteger sus vidas tras ser amenazados en Colombia. No obstante, con la salida del país llegan otras afectaciones que no muchas veces se toman en cuenta y que tienen impactos individuales, culturales, emocionales, familiares y colectivos.
Por ejemplo, un término del que poco se habla e incluso no está en el diccionario es ‘insilio’, que se refiere a los familiares afectados por el exilio de sus seres queridos, pero que se quedaron aquí.
“El insilio afecta especialmente a las mujeres porque muchas veces somos las que nos vamos y los hijos se quedan en Colombia, ya que no pueden viajar y sostenerse. Son familias que se separan y se desestructuran”, comentó María del Rosario Vásquez desde Barcelona.
Precisamente, Andrés Buitrago, uno de los dos hijos de María del Rosario, dijo que si bien su madre se tuvo que ir del país cuando él ya era mayor de edad, esto no deja de ser doloroso.
“Así no se quiera, uno también termina siendo una víctima porque uno no puede tener cerca a un ser querido, es otra forma de desangramiento”, dijo Andrés, quien trabaja en un documental sobre el exilio y la historia de su madre.
Sin embargo, darse cuenta de que también son víctimas del insilio es un proceso, tal como le sucedió a Laura Tejada, la otra hija de María del Rosario.
“En su momento, solo se les da prioridad a la vida y la seguridad del ser querido, pero uno se da cuenta del vacío y la ausencia que se siente después. Además, mi hijo de cinco años ha crecido sin tener a su abuela cerca, no obstante la tecnología”, comentó Laura.
Además de los países que tienen frontera con Colombia y otros de Latinoamérica, los exiliados han tenido que buscar refugio en otras regiones como Estados Unidos, Europa o Nueva Zelanda (ver mapa), en donde la cultura y el idioma representan una barrera para los refugiados.
“Son muchos impactos que uno sufre cuando llega. Suecia es un país nórdico, y el clima es totalmente diferente; estuvimos en el círculo polar ártico, donde hay temperaturas de menos 35 grados”, cuenta Gladys Ávila, quien debió salir exiliada del país en el 2008 por su lucha para que se reconociera la desaparición de personas como delito.
Los primeros años en Suecia, Gladys, su pareja y sus dos hijos, quienes también fueron amenazados, vivieron en un pueblo de no más de 2.000 habitantes.
“Yo salía a la calle y nunca me encontraba con más de cinco personas. Era frustrante no poderse comunicar por lo difícil del idioma. Lloré más en mis dos primeros años de exilio en Suecia, por todos los impactos que sufrí, que en los seis años que recibí amenazas y hostigamientos mientras estaba en Colombia”, dijo Ávila.
En cuanto al idioma (sueco), Gladys cuenta que es sumamente difícil de aprender porque tiene nueve vocales, se habla desde la garganta y con cualquier cambio ligero en la pronunciación se puede alterar completamente el sentido de lo que se quiere decir.

Para Gladys Ávila una de las grandes barreras en su exilio en Suecia fue el idioma, ya que el sueco cuenta con nueve vocales entre otras dificultades.
ARCHIVO PARTICULAR
Por su parte, José Goyes, quien se exilió en el País Vasco (España), relató que si bien el idioma no fue un gran obstáculo, pues además del euskera también se habla español, las diferencias culturales sí lo afectaron en sus primeros años.
“El calor humano aquí es bastante bajo. Los compañeros del trabajo no son amigos; por mucho, el saludo y hasta ahí. En Colombia, a pesar de la violencia, teníamos lazos de amistad muy fuertes. Es algo que se extraña cuando se está por fuera del país”, cuenta Goyes.
Varios de los que salieron del país por salvar sus vidas pensaron que lo harían por poco tiempo y que podrían volver a Colombia cuando las cosas se calmaran. Incluso hay quienes se fueron sin despedirse de sus familias, pero ya han pasado 8, 10, 15 y hasta 20 años sin poder verlos físicamente.
Pero los años pasaban y la certeza de volver fue desapareciendo, afectándolos emocionalmente.
“Esta falta de certeza los detuvo de tomar decisiones para su futuro en el exterior, afectó su estabilidad emocional e, incluso, el rendimiento y las posibilidades de integración de sus hijos en el nuevo contexto”, explicaron en la Comisión de la Verdad.
Precisamente, ese volver al país es una de las grandes ilusiones que tienen los exiliados, pero se enfrentan a realidades como que sus vidas aún corren peligro, que sus hijos ya tienen un proyecto de vida en el país que los recibió o algo tan básico como que en Colombia ya no tienen nada.
“Mi mayor miedo es quedarme aquí y no poder volver al país. Yo sueño con estar en mi tierra, cultivar mi alimento y estar con los míos. Pero veo el retorno casi imposible porque la paz está fracasando en varios aspectos”, reflexionó Goyes desde España.
Las amenazas e incluso los atentados contra la vida pueden continuar aunque la persona ya está en exilio.
Esto pasa, y más en países fronterizos como Ecuador. En los testimonios escuchados por la Comisión, hay gente que dice haber visto miembros del grupo responsable de su exilio en el país donde están y sienten que hay una persecución hacia ellos. Incluso ha habido seguimientos que llegan a Europa y Estados Unidos, lo que les genera miedo y problemas de seguridad a los refugiados.
Finalmente, en cuanto a los principales actores responsables de los exilios, según revelan cifras de la Comisión de la Verdad, un 33 % fue por grupos paramilitares, la Fuerza Pública tiene un 23 %; guerrilla, 19 %, y otros agentes del Estado, 8 %.
Como parte de su labor de esclarecimiento, la Comisión de la Verdad realizará el séptimo encuentro por la verdad: ‘El retorno de nuestras voces. Reconocimiento al exilio, víctimas en el exterior y población retornada’.
Se realizará el próximo viernes 13 de noviembre, de 10 a. m. a 1 p. m., y tiene como objetivo central visibilizar las consecuencias del exilio en las personas que lo vivieron y en las familias que tuvieron que separarse.
“También será un reconocimiento a la dignidad de todos aquellos que retornaron al territorio nacional después del exilio forzado vivido”, explicaron en la Comisión de la Verdad. El eje central del encuentro será la contextualización de la salida, llegada, permanencia y retorno.Se trasmitirá en las redes sociales de la Comisión de la Verdad y en la página de EL TIEMPO (www.eltiempo.com).
*Una alianza de Contenidos Editoriales Especiales de EL TIEMPO y la Comisión de la Verdad, con el apoyo de la Unión Europea en Colombia. #EuropaCreeEnColombia