Luego de leer cada uno de los cuentos de Sirirí, el segundo libro de Francisco Barrios, es necesario hacer una pausa para comprender la dimensión de lo leído. Los seis relatos son como mecanismos desbarajustados a los que hay que mirar detenidamente hasta comprender por qué desconciertan. Y son los paréntesis de silencio, los esbozos de lo no dicho los que perturban. Las historias son vidas corrientes que tienen que enfrentarse ante la cotidianidad de las pasiones insatisfechas y de los deseos inacabados. Y como en lo cotidiano, estas pulsiones son pensamientos recurrentes que retumban en la psiquis de los personajes. Los hombres y las mujeres de los cuentos se comportan como cualquier persona, dicen y hacen cosas en apariencia normales, pero sus vidas no pasan de ser existencias públicas para sobrevivir ante la sociedad. Sus verdaderas personalidades son más oscuras y, como en lo real, son solo vistazos que hay que atrapar al vuelo y ordenar para ver el alcance de lo narrado. Sirirí presenta abismos como si de pequeños saltos se trataran; a las grietas las muestra como intersticios sin importancia. Así el lector tiene un reto ante sí: descubrir qué es aquello que los otros –aquellos leídos– le ocultan entre las ondas de una escritura inteligente y ágil.
LECTURAS

'SirirÃ', Francisco Barrios. Taller de Edición Rocca. 98 páginas. $37.000.
La oscuridad de las vidas corrientes
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