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Lecturas Dominicales

Una novela llena de aire y posibles interpretaciones

Dubravka Ugrešic, nacida en 1943, en Croacia y reside en Países Bajos.

Dubravka Ugrešic, nacida en 1943, en Croacia y reside en Países Bajos.

Foto:Shevuan Williams

Reseña de El Museo de la Rendición Incondicional, de la escritora croata Dubravka Ugrešić. 

En las primeras páginas de El Museo de la Rendición Incondicional, la escritora croata Dubravka Ugrešić nos propone una forma de leer su libro. Nos sitúa en Berlín, en el zoológico, frente a una vitrina donde se encuentran expuestos los objetos que durante años reposaron dentro de la tripa de una morsa llamada Roland.
La exhibición de restos incluye la zapatilla de una niña, cuatro clavos, una brújula, una cerradura y una pistola de agua. La casualidad, nos dice la autora, ha reunido esos objetos, pero eso no impide que, al observarlos, la mente busque asociaciones entre ellos. Y es así como para ella debemos leer El Museo, con atención y paciencia, dispuestos a desempolvar las relaciones que poco a poco saldrán a la luz entre los cientos de fragmentos que lo componen.
El Museo de la Rendición Incondicional. Dubravka Ugrešic
Impedimenta. 368 páginas. $115.000

El Museo de la Rendición Incondicional. Dubravka Ugrešic Impedimenta. 368 páginas. $115.000

Foto:Archivo particular

Porque el libro de Ugrešić, que salió por primera vez en 1996 y que la editorial Impedimenta publicó en español el año pasado, se asemeja más a una pila de álbumes fotográficos que a una novela convencional. Y no a una pila cualquiera, sino a la de una mujer que, después de convertirse en exiliada en Berlín, y después de ver el desmoronamiento del país donde creció, un país que ha dejado de existir (Yugoslavia), decide hacer fotografías escritas de lo propio y de lo ajeno, del pasado y del presente, de lo significativo y de lo mudando, en línea con unas palabras del poeta Rainer María Rilke que ella misma menciona a un amigo en un pasaje del libro: “Rilke dijo una vez que la historia de una vida sacudida solo se puede contar en partes y fragmentos”.
¿Y qué, entonces, contienen los álbumes textuales de Ugrešić? El hilo central (y ‘central’ quizás sea una palabra demasiado compacta) es la ciudad de Berlín, a la que ella regresa una y otra vez a lo largo del libro, con la insistencia de un pescador nervioso que, después de una tormenta, verifica con ansiedad la estabilidad de su ancla. En Berlín conocemos artistas, refugiados, carteros, museos; es una ciudad que ella analiza con sensibilidad y es también el punto de partida hacia el pasado, hacia la infancia, las amigas, las recetas de la abuela y la figura de la madre, sobre todo la figura de la madre, ese otro origen del que se desprende la vida de Ugrešić.
Pero los fototextos del libro no siempre buscan ser fieles a una memoria o a una impresión. Ugrešic, como en otros de sus libros publicados por Impedimenta (Baba Yagá puso un huevo o Zorro), juega con los registros; en este caso incluye diarios, diálogos que parecen collages y, en una sección, bellamente invoca a un ángel.
En últimas, El Museo de la Rendición Incondicional es una novela descentralizada y, por eso mismo, llena de aire y de posibilidades interpretativas. Para cambiar de analogía, se podría decir que en el libro el énfasis está en el brochazo, y no en el cuadro completo. Es como si Ugrešić no quisiera imponer una narrativa fija, y en cambio nos entregara quinientos brochazos en papelitos, nos pidiera que los organizáramos a nuestra manera en el suelo y luego, con curiosidad y generosidad, nos preguntara: “Bueno, ¿y tú qué ves?”. 

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