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Lecturas Dominicales

Laura Restrepo, en busca de la reina de Saba

La presentación de la novela de Laura Restrepo será el 1 de mayo, a las 4 pm. Carpa Reencuentros, en Corferias.

La presentación de la novela de Laura Restrepo será el 1 de mayo, a las 4 pm. Carpa Reencuentros, en Corferias.

Foto:Sebastián Jaramillo

La escritora hablará en el Hay Festival en Cartagena, el 26 de enero, en el Teatro Adolfo Mejía.

sergio alzate
“Yo soy descendiente de la reina de Saba”, decían las mujeres yemeníes o somalíes cuando los carros de Médicos Sin Fronteras se detenían a la vera del camino o llegaban a un campamento de refugiados. “Yo soy descendiente de la reina de Saba”, repetían esas mujeres anónimas y multiplicadas hasta el infinito de la tragedia, como si las sílabas de sus palabras pudieran conjurar una defensa para el hambre, la sed, el cansancio y la muerte, o como si de tanto repetir esa verdad mitológica (y todo mito tiene su toque de realidad) dejaran de ser objeto de la lástima occidental.
Esta genealogía mítica y este orgullo feroz fascinaron a la escritora colombiana Laura Restrepo, quien viajó junto a Médicos Sin Fronteras por los territorios del antiguo Reino de Saba, que comprende las actuales naciones de Yemen, Somalia y Etiopía. Ella estaba allí para escribir crónicas sobre la tragedia humanitaria que se vive en el Cuerno de África y en partes de la península arábiga. Para recordar que hay un rincón en el mundo en el que las personas son obligadas a desarraigarse de sus tierras, bien sea por la hambruna o la sequía o la guerra. Para evitar que la amnesia colectiva borre de las mentes los cuerpos ahogados en las aguas del Mediterráneo y del océano Índico y así llevar registro de una de las grandes derrotas humanas.
“Yo soy la descendiente de la reina de Saba”, recordaba Laura Restrepo, y se fascinó por esa mujer mítica de la que nadie supo su verdadero nombre ni su fisionomía ni su existencia. Así, la autora de libros tan memorables como 'La isla de la pasión' (1989), 'La novia oscura' (1999) o 'Delirio' (Premio Alfaguara 2004) se sumergió en la vida de aquella soberana que, como ella resalta, “es la única mujer que la Biblia muestra como poderosa, educada e inteligente”. Pero no solo eso, se congregó en torno a otras figuras que también habían escuchado el llamado de la emperatriz que, según la tradición judeocristiana, sedujo al rey Salomón: Flaubert, Tomás de Aquino, Gérard de Nerval y André Malraux. Ella, en medio de una tropa de hombres que idealizaban a la reina de Saba como una potranca indomable, una seductora fatal o un cuerpo ahogado por el peso del oro.
Y el resultado de esa búsqueda es su más reciente novela: 'Canción de antiguos amantes'. “Lo que yo quería hacer era escribir mi propia reina de Saba”, comenta Restrepo, a quien le tomó siete años terminar el retrato de la monarca, una instantánea más dulce y frágil y ambigua que las anteriores: un ser despreciado por su madre, un cuerpo entre animal y humano, una existencia a medio camino entre lo masculino y lo femenino, una silueta ingenua y una materialidad calculadora. Pero si algo mantiene esta representación es su poder de seducción: a la par que se narra su historia, se cuenta la del narrador del libro, Bos Mutas, un investigador que llega a los antiguos territorios del reino buscando el mito y encontrándose con una tierra en la que la fascinación y el horror conviven sin puntos intermedios ni paralelismos.
Así, pues, esta es la historia de una monarca y un enamorado quien, miles de años en el futuro, busca a su propia reina de Saba, que es al tiempo la de Laura Restrepo.

Este libro surge de sus experiencias junto a Médicos Sin Fronteras (MSF), visitando países como Yemen o Etiopía. ¿Cómo fueron esos viajes y en qué momento supo que escribiría sobre la reina de Saba?

Su respuesta solía ser  la misma: 'Yo soy descendiente de la reina de Saba'. Me encantó ver que un mito estaba tan
vivo, tan metido en la cotidianidad

Médicos Sin Fronteras me invitó a diferentes lugares. Yemen, Etiopía, la India, Grecia, México, Colombia. Lugares en los que hay conflictos muy duros y desgarradores, que se congelan porque la prensa no los registra. En otras palabras: se convierten en sucesos invisibles. MSF decidió llevar a distintos autores a estos sitios coyunturales para que hicieran reportajes y les dieran algo de visibilidad. Dos de estos viajes coincidieron con lo que fue el antiguo Reino de Saba. Es curioso que Yemen, uno de los lugares más bonitos que he conocido, con su medioevo musulmán casi en estado puro, sea el escenario de un drama tan feroz y tan ignorado. Los reportajes que hacía tenían que ver con la guerra, pero también con las mujeres que allí habitan. Y fue un impacto enorme para mí cuando al preguntarles a las yemeníes, a las somalíes y a las etíopes quiénes eran, su respuesta solía ser prácticamente la misma: “Yo soy descendiente de la reina de Saba”. Lo hacen de una manera arrogante, casi diciendo “puedo estar en la miseria, puedes tenerlo todo, pero quien tiene sangre de reyes soy yo, no tú”. Son mujeres bellísimas, cautivadoras y con una elegancia nata que hace que uno crea en su relato. Me encantó mirar que un mito estaba tan vivo, tan metido en la cotidianidad. Así surgió la idea: quería escribir un libro no sobre la peripecia, sino sobre ese orgullo.

En la novela hay un lenguaje muy mágico, casi de fábula. ¿Por qué escribir de la magia en estos tiempos tan turbulentos y oscuros?

No me gusta tanto la palabra magia, porque puede confundirse con el realismo mágico. Prefiero hablar del mito. El mito universaliza los conflictos. Estas mujeres, que dicen ser las descendientes de la reina de Saba, son el mito vivo. Lo mitológico es una forma de preguntarnos, ante estos tiempos de incertidumbre y posible fin de la especie, sobre cuál es nuestro inicio, por qué estamos aquí, hacia dónde vamos y cuándo llegará el final de nuestros días. Jung decía que el sueño es al individuo lo que el mito es para la colectividad. Así, el mito es una pulsión social que se va gestando por los siglos de los siglos y que se transforma con cada generación. Es una forma de catarsis ante lo que vemos en las noticias, de las amenazas, de la guerra, del hiperconsumo. El mito nos devuelve, creo, una quintaesencia de lo que somos. Guido Ceronetti tiene una frase al respecto que me encanta y que es uno de los epígrafes de la novela: “Hay un código mítico bajo el código genético”.

Su literatura siempre ha explorado distintos lugares, sin casarse con ninguna geografía: ha escrito sobre una isla mexicana, sobre Estados Unidos y, como en este caso, sobre Oriente Medio. ¿Por qué la atrae tanto la ubicuidad? ¿Por qué rehúsa narrar un solo sitio?

Portada de la nueva novela, editada por Alfaguara.

Portada de la nueva novela, editada por Alfaguara.

Foto:Archivo particular

Habría dos respuestas. La primera tiene que ver con que desde niña me encanta viajar. Me deslumbran los lugares lejanos, los idiomas desconocidos, los paisajes disímiles. Hay algo que me hala, no sé, quizá es mi vocación de pata ‘e perro: llego a un sitio y ya estoy soñando con el siguiente. Veo la foto de una ciudad o de una montaña que no conozco y ya estoy suspirando. Tengo nostalgia por los lugares en los que no he estado. La segunda respuesta apela a la búsqueda de un territorio, ya no físico sino literario. ¿Qué sería este territorio? Esa zona enrarecida o extraña de la que puedes extraer literatura. Puede ser un país desconocido, pero también son territorios un cofre cerrado o una pesadilla. Los secretos familiares son territorios. Los manicomios o las cárceles también son territorios. Todos estos son lugares en los que hay que entrar con una disposición especial, con un grado de observación más allá de la cotidiana. No son puertas abiertas, siempre hay que buscar las claves. Cuando estas mujeres dicen “yo soy descendiente de la reina de Saba”, en realidad te están entregando las llaves de su territorio.

Una constante en su literatura son los personajes desplazados, que han tenido que marcharse de sus tierras, tanto que usted tiene una novela al respecto titulada 'La multitud errante'. ¿Qué le llama la atención de estos personajes invisibles y nómadas a la fuerza?

Hace poco escuché una definición para los libros de Germán Castro Caycedo, que jamás usó la palabra desplazados, ni siquiera refugiados: él hablaba de desterrados. Me parece una palabra más poderosa. Desterrado: el que se quedó sin tierra o el que fue arrojado de la tierra. Todas las grandes gestas de los pueblos tienen que ver con los desplazamientos. Si piensas en la Ilíada o en la Odisea, Ulises es el gran desplazado. En la Eneida es Eneas huyendo de la guerra de Troya y en camino a la fundación de Roma. El que se marcha se lleva consigo su cultura. Otra mirada, quizá antropológica, es que este ha sido un planeta hecho de caminos. El sedentarismo ha sido un fenómeno relativamente reciente, porque el común denominador era ir de un lugar a otro buscando mejores condiciones, huyendo de una sequía, del frío, de la guerra. Es ese impulso de supervivencia lo que me fascina.

Hablando de movimientos humanos, hoy en día la agenda mediática está dando protagonismo a lo que está pasando en Ucrania luego de la invasión rusa. ¿Qué opina de esta situación y del cubrimiento que han hecho los medios al respecto?

Muchos de los reporteros que cubren este suceso dicen cosas ridículas como 'son como nosotros, son blancos, tienen Instagram y bolsos Louis Vuitton'

Lo primero es decir que esta guerra es terrible. Que toda guerra es censurable. Sobre el cubrimiento mediático pasan dos cosas. La primera, me alegra que los medios hablen de las víctimas y de los desterrados. La segunda es más dolorosa, porque refuerza esa idea de que hay víctimas que valen y otras que no. Muchos de los reporteros que cubren este suceso dicen cosas ridículas como “son como nosotros, son blancos, tienen Instagram y bolsos Louis Vuitton”. Yo no tengo Instagram ni me interesa comprar un bolso Louis Vuitton. ¿Así que estas víctimas son como quiénes? En estos momentos, las puertas de Europa están abiertas, mientras que en el Mediterráneo se ahogan personas negras y sirias, mientras que a los latinoamericanos los tratan con una dureza enorme. Un caso concreto: en las fronteras de Polonia se murieron de frío refugiados de Afganistán. No solo no les abrieron la puerta, sino que hicieron todo lo posible para que no entraran. Me alegra muchísimo que se esté ayudando a los ucranianos, pero ¿qué pasa con los demás?

De vuelta a la novela, Bos Mutas, el narrador, tiene una voz muy particular: es español, pero usa modismos ibéricos, colombianos, mexicanos...

Bos Mutas quiere decir en latín ‘buey mudo’. Así que ante todo es un mudo. Si uno mira bien mis novelas, sus narradores son personas que no saben de qué están hablando y que tienen que entrar a averiguar. Eso me pasa a mí como escritora y es algo que les pasa a los lectores al coger un libro, porque no saben con qué se van a encontrar. De ese mismo modo, Bos Mutas va creando su propio lenguaje a medida que se llena de imágenes, sensaciones y lugares. No sabe nada de la vida, pero la va absorbiendo con hambre en medio de esta búsqueda loca y obsesiva por la reina de Saba. Y el español con muchas expresiones y modismos tiene que ver con las migraciones de este gran territorio con una lengua en común. Este narrador es un recolector de esa realidad. Qué privilegio tener un territorio común llamado el idioma español.

La novela apela en su título a la música y en su desarrollo usted inserta citas de otros autores, creando una especie de coro polifónico sin tiempo ni espacio. ¿Por qué decidió usar estas voces de otras personas en el tejido de su propia voz literaria?

El hilo conductor era el mito de la reina de Saba y yo quería seguirlo. Hubo una cantidad de personajes históricos muy dispares que se interesaron por su figura. Bos Mutas es solo un heredero que va tras los pasos de personajes tan grandes como el rey Salomón, que fue el primero que aparece atraído por esta mujer, Tomás de Aquino (a quien la reina de Saba humanizó) y, desde luego, Gérard de Nerval, el más grande de los poetas románticos y siempre fronterizo con la locura, cuya fascinación por este personaje se convirtió en un delirio que transmutó a todas las mujeres que amó en la reina de Saba y que tras su suicidio por ahorcamiento, su mejor amigo dijo que había sido con el cordón que ella usaba. Otro motivo es que leo mucho cuando escribo, porque para mí escribir es como hacer una carrera universitaria: por cada libro escrito hay que leer cien. Y a mí me gusta compartir lo que leo con los lectores. La cultura es un territorio sin dueño, de todos y para todos. Así que si al lector le interesa algo, es una forma de decirle “aquí puedes saciar tu curiosidad”.

Sobre estos personajes que se interesaron por la reina de Saba hay un común denominador: todos fueron hombres. Usted llega a esta estirpe como una escritora mujer. ¿Esto cambia de alguna manera la perspectiva sobre esta figura o su forma de narrarla?

Quizá hay un feminismo muy radical que rechaza a los hombres, pero yo como militante de vieja escuela sé que uno necesita tener cómplices o de lo contrario se muere.

Primero, quise saber entre mis amigos qué encontraban atractivo en una mujer. Luego, mirar en las reencarnaciones literarias qué decían de la reina de Saba. Y, por ejemplo, Flaubert la viste de oro, de joyas, de faralaes y le pone un corsé tan apretado que ella ni puede respirar. Todo esto lo contrapuse a las mujeres que veía en el desierto, descalzas, destrozadas por la travesía, con las pieles quemadas por el sol y la sal. Así surgió el personaje de Zahra Bayda, una partera somalí que trabaja para Médicos Sin Fronteras y con un físico poderoso en el sentido real. Ella es una mujer cuidadora y que sana, no es una femme fatale. Había que revivir el mito, alejado de estos chiclés.

La mujer tiene un gran papel dentro de la novela: es un cuerpo oprimido y reprimido, además de objeto de deseo. ¿Cómo ve los movimientos feministas actuales y la manera en que las mujeres están luchando por sus derechos?

Laura Restrepo ha unido siempre en sus obras la mirada de periodista y la de novelista.

Laura Restrepo ha unido siempre en sus obras la mirada de periodista y la de novelista.

Foto:Sebastián Jaramillo

Es un momento prodigioso y delicioso para ser mujer, pero también para ser un hombre consciente de los cambios que se están dando gracias al despertar fantástico de las mujeres. Volvamos a la idea del territorio: me gusta buscar los destellos de estos avances en lugares no esperados. Por ejemplo, mujeres yemeníes totalmente tapadas, de pies a cabeza, relegadas a un papel secundario, de pronto en una despedida de soltera tú las ves de otra manera: dejando florecer sus bellezas, riendo, tomándose fotos destapadas. Pese a unas circunstancias muy duras y determinantes, estas son personas con ansias de vivir y de burlar ciertas leyes. Quizá hay un feminismo muy radical que rechaza a los hombres, pero yo como militante de vieja escuela sé que uno necesita tener cómplices o de lo contrario se muere. El machismo es una cosa detestable. Pero hay hombres dispuestos a acompañarnos a conquistar nuestros derechos. Hay que mirar los contextos o de lo contrario se cae en cosas como decir que Madame Bovary es un libro machista sobre una mujer muy reprimida. Sin embargo, me encanta todo este proceso de conquista. Ganamos. La revolución femenina es triunfante. Claro, aún faltan más conquistas, pero tenemos que asumirnos como ganadoras.

En los últimos años ha habido un interés por la literatura escrita por mujeres latinoamericanas, que hablan de temas como el deseo, la maternidad, el cuerpo, la monstruosidad, etc. ¿Cómo ve este fenómeno editorial? ¿Ha cambiado algo respecto a sus inicios literarios?

Este es un tiempo fantástico para ser escritora, porque se está tratando con respeto su trabajo. No es que antes no hubiera mujeres que escribieran, sino que era más difícil que pudieran entrar en la cadena del libro: editores, libreros, periodistas, etc. Hubo un tiempo en que debían publicar bajo pseudónimo. Ya no, ya pueden decir: “yo escribí esto”. Y no solo es un momento ideal para ser escritora, sino para ser lectora. Podemos buscar autoras y leer sobre temas que son cercanos a nuestras realidades. Por ejemplo, me encanta Pilar Quintana y su novela 'Los abismos', un libro contestatario e inquietante. Además, hay una explosión de poetas mujeres que están revolucionando el idioma por toda Latinoamérica. Es maravilloso.

Una mujer que tiene una presencia muy especial en 'Canción de antiguos amantes' es el ícono del rock Patti Smith. En sus novelas usted suele usar muchas referencias de la cultura pop. ¿Por qué?

A Patti Smith en algunas partes la han llamado ‘la reina punk de Saba’, ¿ves? Otra reencarnación de esta mujer mítica. La cultura pop ha sido algo muy transversal en mi vida. Yo era una niña cuando sucedió el fenómeno de los Beatles y quedé prendada de esa rebeldía, de esa estética, de esa forma de habitar el mundo. Pero mi mayor interés sobre el pop es que detesto esas distinciones entre la ‘alta’ y la ‘baja’ cultura. Es una dicotomía falsa. La gran cultura humana es una mezcla deliciosa entre los que hablan desde las alturas y quienes hablan más crudamente. La cultura pop enchufa mucho con la realidad que nos circunda. Y no olvidemos: Patti Smith, ícono pop, es una gran escritora. Una cosa no excluye la otra.

Usted ha sido una persona de izquierdas y conectada con la realidad política de Colombia. ¿Cómo ve el momento que estamos viviendo?

Su nueva novela, como varias de sus obras, tiene el viaje como protagonista.

Su nueva novela, como varias de sus obras, tiene el viaje como protagonista.

Foto:Sebastián Jaramillo

Mientras vemos un mundo acongojado y quizá achicado por una serie de crisis, a mí me encanta atestiguar que Colombia es un país que está en rebeldía. Nadie come cuento ahora: los estudiantes, los indígenas, los negros, las mujeres, todos salen a las calles. Hay una convicción de que hay algo más. Cuando yo era joven, éramos anticapitalistas y de izquierdas cuatro gatos. Hablar contra el capitalismo era entendido como una demencia, como si uno fuera a traer el cadáver de Lenin para meterlo debajo de la cama. Hoy en día hay un entendimiento de que con el capitalismo no es posible salvar al planeta ni construir una verdadera justicia social. El afán por poseer, por consumir, por identificarse con tener nos va a acabar. Así que mirar a Colombia resistir a estos embates, me emociona. Petro no va tan lejos como quisiera, pero me parece que tiene un buen programa democrático. Además, me encanta Francia Márquez: me parece una mujer que refleja de manera muy directa el sentir de un país que grita “no más”. No más los mismos de siempre, es tiempo de otra Colombia.
SERGIO ALZATE

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