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Lecturas Dominicales

‘Nos tejemos entre todas, una puntada a la vez’: Jazmina Barrera

Sus libros están disponibles en ocho países y traducidos al inglés, italiano, neerlandés y catalán.​ Es cofundadora de Ediciones Antílope

Sus libros están disponibles en ocho países y traducidos al inglés, italiano, neerlandés y catalán.​ Es cofundadora de Ediciones Antílope

Foto:Laguna lIbros

'Punto de cruz', la nueva novela de la escritora mexicana, rompe varios moldes narrativos.

sergio alzate
Dicen los científicos que los hilos que producen las arañas son uno de los materiales más resistentes de la naturaleza, que esa seda plateada que tejen con geométrica levedad sirve tanto para capturar presas que morirán suspendidas en el aire como para desarrollar tratamientos médicos enfocados en regenerar nervios o curar heridas.
Dicen los estudiosos del cuerpo humano que todos estamos compuestos por cuatro tejidos fundamentales, por cuatro bordados biológicos que hacen posible que la vida sea vida: el tejido conectivo, el tejido nervioso, el tejido muscular y el tejido epitelial. Sin ellos, seríamos más vulnerables y menos completos. Simples hilachas sin posibilidad de supervivencia ni cohesión anatómica.
Pero como metáforas o como realidades materiales, los tejidos y los bordados están presentes en la vida, en el arte y en la literatura. De eso se dio cuenta la escritora mexicana Jazmina Barrera: el tejido estaba en todas partes, como una voz, como una presencia agazapada. Porque hablar de tejidos, de bordados, de hilo y de agujas no es solamente resaltar la metonimia de un oficio o de las tradiciones culturales que sobrevivieron a la Conquista. Es, sobre todo, hablar de las puntadas silenciosas de las mujeres que fueron arrojadas a la periferia de la Historia, porque la hache mayúscula se reservó para las obras de los hombres.
Esta lucidez textil se dio en Jazmina Barrera después de varios procesos: la garra de la treintañez que se cerraba con firmeza, las mejores amigas por siempre de la adolescencia que se transformaban en prólogos que nadie se molesta en leer, la experiencia de la maternidad que cambiaba los ritmos de los días, una pandemia que se tragó al mundo y luego lo escupió como si nada hubiera ocurrido, las noticias de las distintas violencias que la mujer sufre y que cincelan en su piel un texto de homicidios, violaciones, golpes y exclusiones hasta formar una enciclopedia de la ignominia y del horror imposible de leer sin asco.
Pero, sobre todo, se dio al embarcarse en la escritura de Punto de cruz, un libro en el que volcó sus experiencias personales, las de amigas de la adolescencia y las de otras mujeres que se cruzaron en distintas encrucijadas vitales hasta componer el tríptico de Dalia, Citlali y Mila: tres personajes creados a partir de realidades y que pasan sus días bordando con la nerviosa devoción de quien espera un milagro en una partida de ruleta rusa.
Más allá de disquisiciones vetustas sobre el género del libro (a quién le importa si es novela, texto autobiográfico, literatura del yo, colección de escenas, etc.), este es un relato sobre la adolescencia, la amistad, los distintos tipos de duelo, los cuerpos que cambian, las violencias que se niegan a desaparecer y sobre lo que se inscribe en el bordado de los días.
Jazmina Barrera publica 'Punto de cruz'.

Jazmina Barrera publica 'Punto de cruz'.

Foto:archivo particular

¿En qué momento surge la idea de hablar de las vidas de tres mujeres a través del bordado y del tejido?
Hace unos diez años me invitaron a un congreso de escritores jóvenes en el que debía escribir sobre cualquier cosa. Yo decidí escribir un ensayo fragmentario sobre costura y bordado, algo que, en un comienzo, creí que podría seguir escribiendo, pero ahí se quedó. Luego, hace un par de años empecé a escribir esta historia sobre tres amigas que estaban muy inspiradas en mis propias experiencias con dos amigas en mi adolescencia. Esto cambia y los personajes pasan a ser otros, una especie de amigas imaginarias. Mientras hacía mi investigación para esta novela, recabando en documentos de la adolescencia como libros, cartas, correos electrónicos, recordé la importancia que había tenido el bordado para mi grupo de amigas. Esto me llevó a recordar este ensayo y decidí releerlo y reescribirlo, hasta que en un momento no sabía cómo compaginar la historia de las tres amigas y este otro libro más ensayístico. Entonces, decidí hacer una colcha de retazos con ambas cosas, tejerlas en un todo.
En este libro hace una reivindicación del bordado como una labor femenina, como algo que está tejido intrínsecamente en la historia de las mujeres. En una época en que muchos discursos quieren hacer todo lo contrario, desligar este tipo de oficios de las mujeres, ¿por qué reivindicar el tejido como algo femenino?
Para mí estos temas siempre han sido una manera de acercarme a mis antepasadas. Los textos que guardo de mi abuela están en un límite entre la literatura y las anotaciones en partituras, recetarios, cartas, diarios. Rastros textuales sobre actividades que se relacionaban con las mujeres y en las que ellas no podían decidir. Estos rastros son para mí huellas y símbolos que me permiten acercarme a estas vidas pasadas. Y a medida que algunas mujeres han podido alejarse de la obligatoriedad de estas tareas, gracias a los avances del feminismo, el retomarlas, reapropiarlas y resignificarlas, es encontrar allí todo el potencial creativo que siempre tuvieron, pero que se veía opacado porque se usaban como un conjunto de actividades para oprimir a las mujeres. Hoy en día podemos retomar estos actos con libertad, lo cual los transforma en armas creativas muy potentes.
En un pasaje del libro, la narradora dice que gracias a que actividades como el bordado se vieron como artesanías, estas pudieron salvaguardarse del canon masculino del arte y de su obsesión con la originalidad. ¿Qué implica esto?
Yo veo al bordado como una gran creación colectiva que está viva, que nos vincula a las mujeres en el tiempo y el espacio. El bordado se asocia a las mujeres desde hace muchísimo tiempo y con connotaciones particulares según cada cultura. Al rastrear la historia de algunas puntadas que siguen haciéndose hoy en día podemos conectarnos con mujeres del antiguo Egipto o de culturas prehispánicas. Y en este viaje es posible encontrar matices influidos por la memoria, la mitología, la jerarquía social, la economía, con el prestigio. Que se considere artesanía al bordado significa que podemos, colectivamente, vincularnos con un pasado de bordadoras que no tenían obsesiones de grandeza, que compartían el conocimiento con generosidad. Esto me parece hermoso.
Esto me recuerda la cita de Margo Glantz que usa en el libro y que dice algo como que sin mujeres que cocinaran y bordaran, oficios en la periferia de la historia, no se habrían podido inventar las sociedades actuales…
Muchas veces se nos olvida que cosas como el bordado o el tejido son tecnologías que cambiaron el mundo. Avances tecnológicos muy antiguos sin los cuales no se habrían inventado las velas de los barcos y, por consiguiente, no hubiera existido la exploración marítima. ¿O cómo se habrían inventado los costales para guardar la harina? ¿O cómo se habría llegado a la ropa de invierno? Muchas de las cosas por las que hoy se jactan en nombre del progreso existen gracias a estas tecnologías consideradas femeninas.
¿En qué momento se dio cuenta de que la literatura y las artes en general hablan constantemente de escenas de costura?
Me di cuenta cuando escribía este libro, porque empecé a encontrarme estas escenas en todo lado. Cuando un tema se convierte en obsesión se te aparece en todas partes. Y finalmente lo que queda claro es la invisibilización de este oficio y de las mujeres, porque yo no había notado la relevancia de estas escenas en libros que yo había leído antes. Esto me permitió hacer lecturas nuevas, entender de forma distinta las historias de muchas mujeres literarias. Es imposible leer estos libros como antes luego de ver esas presencias silenciadas hace tanto tiempo.
En esta novela se da gran importancia a la adolescencia y a las experiencias que se viven en estos años. Literariamente, ¿qué tiene de interesante esta época?
Para mí es un periodo fascinante de la vida, una época que fue muy difícil en mi propia experiencia. Solo hasta ahora, con la distancia que dan los años, he podido entender lo que pasaba. Solo ahora comprendo la vulnerabilidad de los cuerpos que mutan y se transforman todo el tiempo. Y cuando tu cuerpo cambia, todo a tu alrededor también lo hace. Tejemos relaciones distintas con nosotras mismas, con nuestras amigas, con nuestras familias. De nuestros cuerpos dependen muchas cosas, como la relación que tenemos con el sexo o las expectativas que depositamos en el futuro. Estos cuerpos que están mutando, en un contexto como el latinoamericano, están atravesados por violencias y heridas. Todo esto en un momento en que estamos construyendo nuestras identidades a partir de la música que escuchamos, de los libros que leemos, de las películas que vemos, de las personas con las que elegimos construir vínculos.
Si bien la novela empieza hablando del duelo de la muerte, en su desarrollo habla de distintos tipos de duelos: de las amistades que se alejan, de las personas que se olvidan… ¿Qué le interesa del duelo como tema?
Me interesa porque la muerte hace parte de la vida y porque me permite indagar en lo que me duele, en lo que me incomoda. Si escribir sobre el duelo no sirve para sanar, al menos espero que sea una forma para entenderlo y acomodarlo mejor. Sin embargo, yo no quería que fuera un libro deprimente. Siempre quise que el duelo funcionara más bien como un disparador de la memoria, de la creación y de la vida misma. Quería que fuera un libro con sentido del humor, alegría y redención. Me cuesta escribir melodramas, no es algo con lo que me sienta cómoda ni que quiera hacer.
Como una persona que no sabe nada sobre el bordado, le quiero preguntar: ¿por qué eligió el punto de cruz como título? ¿Qué característica tiene esta puntada?
Al punto de cruz le tengo un gran cariño, porque es una de las primeras puntadas que aprendí. Y al parecer es una de las primeras que se enseñan de manera general. Al escribir encontré muchos simbolismos con el punto de cruz, porque es el espacio en el que se cruzan el ensayo y la narrativa, el bordado y la amistad, la muerte y la vida. A pesar de que el punto de cruz da la impresión de ser un conjunto de puntadas individuales, lo cierto es que todo hace parte de una cadena. Esto me permitió explorar la idea de que temas como la amistad y el mundo son realmente tejidos colectivos. De que nos tejemos entre todas, una puntada a la vez. L

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