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Lecturas Dominicales

'Me temo que no hay una explicación lineal'

Fabio Rubiano codirige la obra, escrita por el inglés Nick Payne, con Sandro Romero Rey.

Fabio Rubiano codirige la obra, escrita por el inglés Nick Payne, con Sandro Romero Rey.

Foto:Bitacora.co.

Fabio Rubiano, codirector de la obra ‘Constelaciones’, analiza tres personajes de la historia.

María Paulina Ortiz
Hay formas infinitas de contar algo, eso lo sabemos todos. Ahí aparece la primera pregunta, la del cómo, que, dadas las opciones que nos viene entregando desde hace unos años la contemporaneidad, supera la simpleza de lo formal.
Lo que sí se puede asegurar es que independiente de las maneras en que se hable de algo o de alguien, lo más importante siguen siendo las personas, y lo que esas personas tienen para contarnos.
En Constelaciones, la obra del joven inglés Nick Payne (aún es tan joven, pero cuando la escribió lo era mucho más), la pareja de Roland y Marianne no pasa por situaciones extraordinarias. Se dice esto y de inmediato viene la segunda pregunta: ¿a qué llamamos situaciones extraordinarias?
En la pieza se habla del amor, de la separación, de la posibilidad de la muerte, de las enfermedades mortales (¿hay alguna que no lo sea?), de la eutanasia, de los reencuentros y de los desencuentros.
También, y pareciera que ese fuera el eje central de la obra, se habla de las múltiples posibilidades de estar en el mundo, y de estar con otra persona.

En la pieza se habla del amor, de la separación, de la posibilidad de la muerte, de las enfermedades mortales (¿hay alguna que no lo sea?)

Se podría decir que eso es lo importante: la multiplicidad, el azar, las posibilidades incontables, el acierto de la cuántica y la infinitud de lo opcional. Pero hay que diferenciar entre lo importante y lo llamativo.

La historia

Roland y Marianne se conocen en una fiesta, o en un asado, o en una reunión, o en un coctel, o en una exposición.
MARIANNE:
Hola, soy Marianne.
ROLAND:
Roland.
MARIANNE:
Gracias a Dios que dejó de llover.
ROLAND:
Sí.
MARIANNE:
No hay nada peor que una reunión pasada por agua.
ROLAND:
Totalmente.
MARIANNE:
Pasabocas pasados por agua.
¿Quieres tomar algo?
ROLAND:
Estoy bien. Mi pareja acaba de ir a buscarme una cerveza.
MARIANNE.
Tu pareja…
Puede ser de esta manera o de las otras tres que propone la obra, a veces mientras se ríen, a veces mientras se ignoran, o se aburren. Hasta ahí no ha habido una conexión entre ellos dos, o la que ha habido es insuficiente; pero después, cuando se supera esta etapa y se entra en la intimidad, es cuando llegan las profundidades y las preguntas claves.
Decir que la pieza salta en el tiempo, o que hay un orden caótico en la composición del relato es muy atractivo, pero la sola estructura no da cuenta de lo que les pasa a ellos.
Ante la afirmación:
MARIANNE:
Ahora, potencialmente, una forma de explicar esto es llegando a la conclusión de que, en cualquier momento dado, varios resultados posibles pueden coexistir simultáneamente.
Podemos decir que, en algún momento, por más alterado, múltiple y opcional que sea la narrativa, hay que tomar una decisión, decir: aquí están sufriendo por un suceso específico, y no simplemente que es una de las múltiples posibilidades. El juego es tentador, pero por coquetear con el juego de tiempo podemos perdernos en los ‘podría ser así’, olvidando que hay un ‘así es’. Una relación no transcurre entre posibles, lo hace en los aquí y los ahora espacios temporales que las personas construyen.
En el teatro, también.

El juego es tentador, pero por coquetear con el juego de tiempo podemos perdernos en los ‘podría ser así’, olvidando que hay un ‘así es.

Tampoco, dejar todas las respuestas en manos de una teoría científica. Los personajes hacen afirmaciones muy sustentadas en la ciencia que después se desbaratan, dejando claro que dichas afirmaciones no son aplicables a los resultados de una relación de amor.
Marianne, por ejemplo, insiste en que no hay libre albedrío:
MARIANNE:
Lo que sea. En ninguna de nuestras ecuaciones hay evidencia de libre albedrío.
Pero ella misma toma decisiones que determinan que sí, tanto para lo superficial como para lo definitivo. Que “somos partículas”, sí; pero no por eso menos, pero no por eso sin la capacidad de decidir.

El tiempo

En más de cien momentos en la obra se menciona la palabra tiempo. La pareja viaja en el tiempo, no como en una pieza de ciencia ficción, y sí como en una relación de amor atravesada por conceptos científicos. El tiempo no es el mismo para todos.
MARIANNE:
La mayor parte del tiempo la paso sentada frente al computador, tecleando números. No es que sea muy interesante.
Lo que ella hace sí que es interesante; su profesión, su carácter, su manera de relacionarse con el universo. Pero cuando dice que no lo es, es como si dijera que el tiempo de ella es diferente del tiempo de él, que lo invertido en estudiar moléculas, átomos y física no está dentro de los momentos significativos de Roland. El simple hecho de opinar sobre el uso del tiempo ya les da carácter a los personajes.
Cuando Marianne se da cuenta de que ha comenzado a perder una de las herramientas más valiosas de un ser humano: el habla, las letras, las palabras; dice:
MARIANNE:
La mayor parte del tiempo ni siquiera yo sé lo que estoy tratando de decir.
Cuando Roland, en su calma desestabilizadora (de esa versión de su actitud ante la vida) dice respecto a si se va con otra o continúa con la relación:
ROLAND:
Necesito tiempo para pensarlo.
Cuando el mismo Roland, en otra versión, reclama airado respuestas a la infidelidad de ella:
ROLAND:
¿Cuánto tiempo has estado esperando para decírmelo?
Cuando, ante la inminencia de lo definitivo, suplica por más tiempo juntos:
ROLAND:
¿Y si tuviéramos el mayor tiempo posible? ¿Un par de meses más, por ejemplo?
A riesgo de ser básico, uno podría decir que la mejor explicación para el concepto del tiempo no está en la ciencia sino en una frase simple que se dice alrededor de una necesidad, de un miedo, de una emoción. El juego cuántico, por más atractivo que sea, no aplica para algo que jamás va a responder a las lógicas de otras disciplinas.

El simple hecho de opinar sobre el uso del tiempo ya les da carácter a los personajes.

El espacio

Una de las frases más utilizadas cuando una relación está en crisis se debate entre “necesito espacio” y “deberíamos darnos un tiempo”.
El tiempo y el espacio se juntan.
En tres momentos diferentes esta pareja se dicen cosas parecidas. Ante la oferta de amor ‘para siempre’ que le hace Roland a Marianne, esta responde:
MARIANNE:
Necesito algo de espacio.
Ante la tranquilidad de Marianne para hablar de su infidelidad, Roland acude a la autocompasión y al chantaje:
ROLAND:
Fuiste infiel porque soy aburrido y no hablo suficiente del espacio, ¿cierto?
Marianne da una respuesta que parece hecha entre una estructura dramatúrgica y una teoría física:
MARIANNE:
Me temo que no hay una explicación lineal.
Todos de acuerdo: no la hay, ni lineal, ni en espiral ni circular. Pero tampoco subordinada al azar. En el fondo ella sabe el porqué.

Lo importante y lo superficial

¿Quién determina qué es lo importante?
Dentro de la obra puede haber una angustia insoportable por estar en medio de una conversación aburrida que no le interesa a uno de los dos, y en esa misma medida puede haber un gesto contrario a la solidaridad, la empatía y la compasión de parte de uno de ellos cuando el otro se enfrenta a una enfermedad mortal.
El nivel de trascendencia lo da el contexto en el que se encuentren.
Una de las grandes virtudes de la obra es que no cae en la evidencia emocional de ilustrar dichos estados. Puede ser más perturbador descubrir que él es apicultor y ha convivido con abejas que saber que a escala atómica y nuclear la gravedad es algo insignificante.
O para Roland puede volverse superficial descubrir esto que dice Marianne:
MARIANNE:
Así que tenemos estas dos teorías, las cuales no concuerdan entre ellas. La relatividad implica el Sol, la Luna y las estrellas, mientras que la mecánica cuántica se ocupa de las moléculas, los ‘quarks’ y los átomos… ese tipo de cosas;
frente a sus deseos de pasar la noche con ella.

Una de las grandes virtudes de la obra es que no cae en la evidencia emocional de ilustrar dichos estados.

Hacer la obra

Dirigimos esta pieza con el maestro Sandro Romero Rey, y ninguno de estos conceptos estuvieron en la mesa a la hora de construir los personajes o las escenas (no sé si Sandro comparta en su totalidad mi punto de vista). El teatro es enemigo de la conceptualización, no se actúa una idea o una teoría, casi ni se actúan las emociones (herejía, lo sé. Esta es otra discusión), lo que sí se actúa son las necesidades de cada personaje por lograr cosas.
Roland quiere estar con Marianne en el tiempo y en el espacio presentes, o quiere tocarla, o quiere dejar de escucharla, o la quiere golpear.
Marianne quiere estar y a la vez no, una sensación como el miedo al contacto se refleja en la medida en que se hace algo y al instante se rechaza.
Marianne determina su estar o no en el mundo en el momento en que quiere hacerlo.
Ni el tiempo, ni el espacio ni mucho menos el destino como conceptos son los determinantes de las decisiones, es la necesidad de los personajes en un tiempo y un espacio específicos.
El teatro tiene sus propias reglas, tan amplias, variables y creativas como las de las personas. Marcela Mar sube la voz en el primer encuentro y uno se da cuenta de que esa debe ser la primera voz de Marianne, Humberto Busto llora cuando al final repite las líneas que dijo al principio, Angélica Blandón, que al igual que Humberto encarna a Roland, se ríe en la primera ruptura, como si el dolor estuviera mejor instalado en la risa. Cada una de las decisiones expresivas responde a las relaciones que se establecen en escena. Esas decisiones por supuesto que podrían haber sido otras, pero cuando aparecieron estas, y funcionaron en la relación de él y ella, deja de haber una mejor.
Tomamos decisiones sobre las emociones.
Hablamos de la importancia de ellas en forma de personajes.
MARIANNE:
Si hubieras estudiado la materia en términos subatómicos, a lo mejor también me habría acostado con César.
El teatro sabe.
LECTURAS
María Paulina Ortiz
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