Yo estaba viviendo en España en 2007 cuando recibí la noticia de haber sido seleccionado como uno de los 39 escritores que formarían Bogotá 39. Recuerdo leer una y otra vez los demás nombres de la lista. Reconocí a pocos. Había leído quizás a tres o cuatro. No conocía personalmente a ninguno. Yo tenía entonces 35 años y había publicado tres libros y aquel encuentro sería mi primer gran evento literario. Viajé de Madrid a Bogotá en un vuelo nocturno y pasé los siguientes cuatro días –el evento entero– con el horario completamente volteado. No lograba dormir. Era el primero en bajar al lobby del hotel a desayunar, a las seis de la mañana. Llegaba desvelado a mis charlas en bibliotecas y librerías y sentía que las palabras me salían torpes, incongruentes. Por las noches, cuando los demás escritores estaban bailando en bares (según me contaban) y bebiendo y ligando en fiestas (según me contaban), yo me escabullía de vuelta al hotel para intentar hacer una siesta y quizás así recuperar unas pocas horas de sueño. Un desastre.
Han pasado ya diez años desde aquel encuentro, y me es difícil decir con seguridad qué influencia ha tenido en mi vida o en mi carrera literaria. No sé si haber formado parte de Bogotá 39 me ayudó luego a seguir publicando libros, a encontrar nuevos y mejores editores, a empezar a salir hacia un espacio literario más internacional de traducciones y premios y más festivales. Es posible que sí. Es posible que aquel evento en Bogotá haya sido un escenario importante y luminoso para muchos de nosotros que recién empezábamos en este oficio literario. Es posible que aquellos cuatro días sin sueño, de desvelo casi absoluto, hayan ayudado a lanzar mi obra más lejos.
Pero ahora también entiendo que formar parte de un grupo así es como formar parte de una antología, cuya selección siempre es caprichosa y fallida.
Pero ahora también entiendo que formar parte de un grupo así es como formar parte de una antología, cuya selección siempre es caprichosa y fallida. No éramos los “mejores escritores latinoamericanos menores de 39 años”. Éramos sólo una muestra. Una colección. Un surtido. Una vitrina de 39 rostros que posiblemente representaban los matices de la nueva literatura latinoamericana de aquel momento. Nada más.
Lo cierto, sin embargo, es que desde 2007 rara vez escriben mi biografía en algún libro o periódico, rara vez me presentan en un festival o en una universidad, sin incluir el dato de Bogotá 39. Nací en Guatemala en 1971. He publicado trece libros de ficción. Formé parte de Bogotá 39.
Una muestra, sí. Una antología caprichosa, también.Pero una muestra o antología que se ha mantenido vigente durante diez años, y que continúa siendo una referencia.
Ninguna antología nos hace escritores. Ninguna selección literaria nos enseña a narrar mejor. Formar parte de un grupo o de un índice de nombres no es más que eso. Nuestro trabajo como escritores sucede en otro lado más oscuro, más privado, más solitario, y en mi caso, quizás, si es que me lo permite mi hijo de seis meses, con mejor sueño.
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