Aunque Joaquín Sabina lo niega públicamente y en verso, es inevitable seguir considerando, muy a su pesar, y así lo pida explícitamente en su nueva canción, que es el Dylan español, o mejor, ‘del español’, que sería más acertado. El paralelo viene como anillo al dedo pues, al igual que el flamante premio nobel de 2016, Sabina volvió recargado, cuando muchos pensaban que su talento se limitaba a la capacidad de repetirse sin que se dieran cuenta. Así le pasó a Dylan, quien, desde finales de los años setenta y comienzos de los noventa, apenas fue parte del paisaje musical. Sin embargo, entre 1997 y el 2006, facturó tres discos, Time Out of Mind, Love and Theft y Modern Times, que entraron a formar parte de los imprescindibles de su discografía.
Lo mismo sucede con Lo niego todo, el nuevo álbum de Sabina, una colección de razones para que sus incondicionales renueven el contrato no escrito que los obliga a usar su música como banda sonora vital y para que los recién llegados se enganchen a este vicio sano.
Desde 19 días y 500 noches, de 1999, sus discos fueron apenas una anécdota en la rutina de la alicaída industria discográfica. Solo le destinaron un pequeño espacio en la franja de los cantautores de culto, al lado de la S de Serrat en las tiendas de discos. No son muchas las canciones memorables que quedaron de Dímelo en la calle, Alivio de luto, Vinagre y rosa y, sobre todo, de La orquesta del Titanic, un proyecto que tuvo un destino parecido al del barco que le da título. Tal vez la gira de conciertos de 2014, en la que tocaba en vivo las canciones de 19 días y 500 noches, fue un déjà vu que le permitió encontrar de nuevo el camino. Era necesario darles un respiro a Pancho Varona y Antonio García de Diego, sus eternos escuderos, y buscar a alguien que lo sacara de su merecida zona de confort.
En 19 días y 500 noches fue Alejo Stivel, esta vez fue Leiva, una de las mitades del disuelto dúo Pereza. En las letras volvió a recibir el apoyo del escritor Benjamín Prado y con ese equipo construyó un puñado de canciones que no desmerecen para nada la comparación con obras maestras como Física y química, Mentiras piadosas o El hombre del traje gris. La paleta de ritmos que usaron es amplia, rockabilly, blues, reggae, ranchera, flamenco y pop, lo que le da una gran variedad a un disco lleno de lo que mejor sabe hacer este cantautor: versos de antología, el sarcasmo hecho poesía, frases para sacar de la manga: “Lo niego todo, incluso la verdad”, “Sigo mordiendo manzanas amargas, pero el futuro es cada vez más breve”, “Cuando te haya olvidado, aún te echaré de menos”.
En estos tiempos de incertidumbre, hacen falta los cantautores a la antigua, los que ponían el acento sobre los asuntos urgentes. Por eso se agradece que Sabina haya recuperado el arte de sus mejores años. A los 68 años no promete utopías, habla desde las frustraciones de la experiencia, desde aquel que reconoce su lugar en el mundo. En una de las líneas de Lágrimas de mármol dice: “Viví para cantarlo”, un guiño claro a la autobiografía de su fallecido amigo (Vivir para contarla) Gabriel García Márquez. Una forma muy sabinómana de decir que esta es su autobiografía musical.
LECTURAS

El cantautor español JoaquÃn Sabina canceló su gira por México y EE. UU. en 2011 por un trastorno digestivo agudo.
Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO
Sabina 'recargado'
Con su nuevo álbum, el cantautor español viene a demostrar que recuperó el arte de sus mejores años.
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