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Paz y Derechos humanos

¿Cómo puede Colombia lograr la reconciliación? / Entrevista con de Roux

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Presidente de Comisión de la Verdad habla del informe final y lo que viene para el país. Entrevista.

Después de abrir la puerta para entrar al jardín, saludar una a una a las cuatro personas que lo esperan y sentarse en la silla de cuero, Francisco de Roux comienza a contar cuántas entrevistas ha concedido en las últimas 18 horas: prensa escrita, cadenas radiales y televisión de Colombia, España, Holanda y otros países aparecen en el listado.
Apenas arranca la mañana de miércoles y su voz ya ha sido escuchada en las emisoras de mayor audiencia en el país. "Tus colegas me han hecho extender", dice de Roux, excusándose por el retraso de una hora y media en su agenda, mientras cierra la cremallera de su chaqueta negra acolchada, para protegerse del frío.
Cuando el sacerdote jesuita comienza a hablar, con esa voz pausada de acento valluno, sale a la luz la otra de las razones de los imprevistos: en él nunca se encuentra una respuesta corta. Y sus mensajes son tan iluminadores que interrumpirlo parece pecado capital, y más por estos días en los que el foco de sus palabras está puesto en el informe final de la Comisión de la Verdad, entidad que él preside y que esta semana entregó los principales hallazgos sobre la guerra en Colombia y las recomendaciones para no repetirla. 
(Le recomendamos la entrevista de BOCAS: Francisco De Roux: el alma de la reconciliación)
El sacerdote Francisco de Roux ha trabajado durante décadas con víctimas del conflicto armado.

El sacerdote Francisco de Roux ha trabajado durante décadas con víctimas del conflicto armado.

Foto:Andrea Moreno. EL TIEMPO

Debajo de su chaqueta, Francisco de Roux lleva una camisa de cuello rígido, también negra, que combina con un pantalón ancho en lino y unos tenis del mismo color.
El próximo 5 de julio, cuando  cumple 79 años, muy probablemente estará en una de las regiones más apartadas —y olvidadas— de la geografía de este país de regiones apartadas y olvidadas que él ha recorrido por décadas, presentándoles a las comunidades azotadas por la guerra ese informe que busca darles un lugar en la memoria histórica y establecer las causas, hechos y consecuencias de más de 58 años de conflicto. 
Treintaicinco minutos después de responder preguntas, cuando se despide para seguir con su próximo compromiso —una cita con el nuncio papal, el embajador de El Vaticano en Colombia— 
uno de sus asesores de confianza le pide precaución en sus desplazamientos y lo alerta por los riesgos que puede haber para su seguridad, y más después de la presentación del informe.
"Si supieras en los lugares en los que me he metido...", le responde de Roux, con la seguridad y el coraje de quien se enterró en la década de 1990 en el Magdalena Medio, en medio de una de las épocas más cruentas de la guerra entre  paramilitares y guerrilleros, y se les enfrentó de la mano de las comunidades para eliminar la violencia del territorio. 
De esa violencia y otras, en esa zona y en los 32 departamentos del país, habló el sacerdote en esta entrevista, y sobre todo, de lo que debe hacer el país para frenarla y no repetirla nunca más.

Luego de esclarecer las verdades la guerra, ¿cuál es el mensaje al país?

El mensaje más de fondo es que debemos reconocer realmente la tragedia colombiana, la magnitud de la victimización de todos los lados de la sociedad, desde los más pobres hasta las clases medias y los sectores más pudientes por todas partes, incluyendo militares y policías, incluyendo las familias de los mismos guerrilleros y de los mismos paramilitares. Es una tragedia muy honda, muy profunda.
Y por otra parte, la puesta en evidencia de que si bien hubo de 1985 al año 2018 alrededor de 450.000 personas que fueron matadas en la guerra, 8 de cada 10 de esas víctimas son personas de la sociedad civil. Son civiles no combatientes, lo cual pone en evidencia cómo esta ha sido una guerra bárbara que mientras se daba entre combatientes, sumergía en un dolor muy grande a los colombianos.
Y todas esas muertes estuvieron cruzadas con sufrimientos muy profundos, como la multitud de las mujeres abusadas, la enorme multitud del desplazamiento (que alcanza a cerca de 8 millones de personas), el exilio de casi un millón de personas a lo largo de los casi 60 años, el sufrimiento de más de 50.000 secuestrados, la cifra que llenó los muros de 6.402 ‘falsos positivos’... Todo ese sufrimiento humano y una especie de clamor que está haciendo el país de que esto es intolerable.
Los 10 comisionados de la verdad hicieron presencia en el acto de entrega. En el centro, el padre Francisco de Roux.

Los 10 comisionados de la verdad hicieron presencia en el acto de entrega. En el centro, el padre Francisco de Roux.

Foto:César Melgarejo. EL TIEMPO

Se esperaba que el trabajo de la comisión se diera en un país sin guerra, pero esta persiste. ¿Qué decirles a las víctimas que sigue dejando el conflicto?

Que el país tiene que seguir con ellos, que queremos acabar de engancharlos en estos dos meses que tenemos aún en la comisión y que, sobre todo, la institucionalidad tiene que tomárselas muy en serio. Esa es la razón por la cual hemos propuesto que haya un Ministerio de la Paz, para que en el gabinete del Presidente, cuando él se siente a hablar con sus ministros y a gobernar el país, así como tiene a alguien defendiendo la economía, la política, la salud o la educación, que haya alguien que ponga al ser humano en el primer plano y que ponga a las víctimas, las que fueron y las que siguen ocurriendo, para que el país comprenda que lo primero es la vida, lo primero es la gente y su seguridad, lo primero es el ser humano.

¿Qué significa presentarle el informe final a un país dividido?

El padre Francisco de Roux asegura que el paso clave para la reconciliación es reconocer, primero, las heridas que nos ha causado la guerra.

El padre Francisco de Roux asegura que el paso clave para la reconciliación es reconocer, primero, las heridas que nos ha causado la guerra.

Foto:Andrea Moreno. EL TIEMPO

El conflicto nos metió a todos en un modo de guerra y ese modo ha pasado a ocupar el espacio simbólico nuestro, el mundo de las emociones, de las prevenciones, de mirar con suspicacias a los demás.
Por eso se nos hace difícil la conversación, pero tenemos que ir más allá y ponernos en la gravedad del dolor humano. Las cosas están tan llenas de acrimonia y de señalamientos, porque están basadas sobre dolores humanos muy profundos que requieren todo respeto, pero que el camino —lejos de seguirnos señalando unos a otros, estigmatizándonos y finalmente tomando las armas— es aceptarnos en nuestras diferencias. Debemos ponernos en la tarea de construir juntos.

La cifra de más de 450.000 muertos en el conflicto es novedosa pues las estimaciones que teníamos del CNMH eran de alrededor de 260.000. ¿Cuáles son las grandes revelaciones del informe?

Es compleja esa pregunta, pero quisiera plantear algunas que fueron centrales. Una es la puesta en evidencia de la totalidad de ese entramado que constituye la insurgencia en Colombia y la guerrilla, la forma como se mezcla con la política, como se organiza y se reorganiza, y también la forma como su confrontación armada se empeora cada vez más, mezclada con el narcotráfico hasta que prácticamente pierde la ruta.
También la complejidad del paramilitarismo, que fue una mezcla de aparatos en que el narcotráfico tiene un lugar central, donde está metida la política, intenciones económicas, el mundo militar colombiano, y esa complejidad es la que hace que incluso lleguemos a tener una narcopolítica, muy tomada desde los paramilitares. Y otra es la centralidad del narcotráfico en Colombia, porque está metido en la economía formal, copando la demanda agregada y el multiplicador de la economía en el sector informal, el narcotráfico cargando este país de contrabando por todas partes (los cachivaches chinos del contrabando por todas partes acabando con la industria nacional vienen de eso). También está metido en las construcciones de las casas, en la minería criminal que ha destruido los ríos de Colombia, y en otro montón de cosas.

¿Qué les responde a quienes ponen en duda la imparcialidad del informe y la comisión?

Quisiera decirles que nosotros no nos elegimos a nosotros mismos, nos escogió un comité de escogencia del cual no teníamos idea. Ellos escogieron este grupo de 11 y realmente el esfuerzo, la pretensión, la pasión de ese grupo fue llegar a la profundidad del dolor humano de Colombia y tratar de comprender a fondo la verdad de este conflicto. Nos abrimos a todas partes. Por supuesto, hay gente que nos dice: ‘Es que no nos escucharon suficientemente’. Pero es que cuando hay más de 9 millones de víctimas... Cojan las cifras: denle un minuto a cada víctima. Se necesitan 17 años para poder escucharlos a todos. Pero no tengo conciencia de haber excluido a nadie que hubiera querido llegar a la comisión.
Francisco de Roux es teólogo, filósofo y doctor en Economía.

Francisco de Roux es teólogo, filósofo y doctor en Economía.

Foto:Andrea Moreno. EL TIEMPO

¿Cómo fue la inclusión de las víctimas de la Fuerza Pública tras la renuncia del comisionado Carlos Ospina, quien fue mayor del Ejército?

Ninguno de nosotros era representante de ningún grupo. Yo soy sacerdote y no estaba de representante de la Iglesia, y nunca consideramos a Carlos Guillermo Ospina como representante de los militares. Es claro que él tenía su sensibilidad muy respetable desde las víctimas de los militares, pero todos estábamos pensando en Colombia como una totalidad y nos sentimos responsables de una llamada que nos hacían la totalidad de los colombianos. En ese contexto hablamos más de 60 veces con los militares, recibimos muchísimos documentos de ellos, pero inevitablemente, como parte de la realidad de este país son las sospechas, pues eso se da.
Qué bueno que tenemos dos meses para que conversemos entre todos, y lo que queremos es invitar a un diálogo, ahora sí que están las cosas sobre la mesa, lo más profundo posible. A poner en primer lugar la realidad del dolor de las víctimas, que no tiene ninguna interpretación posible: ahí están los 50.000 secuestrados, ahí están las familias de los 450.000 y más muertos, ahí están los militares sin piernas y ciegos y los policías sin brazos, ahí están las mamás que buscan a 110.000 desaparecidos. ¿Eso quién lo discute? El punto es por qué nos metimos en esto y qué hacemos desde todos los lados para que esto no siga.

Precisamente para no repetir el conflicto, la comisión hizo unas recomendaciones...

Lo primero es que miremos con serenidad la profundidad de la victimización del país, que honremos a las víctimas, rescatemos y mantengamos viva esa memoria. En segundo lugar, pedimos que el país realmente implemente el acuerdo de paz entre el Estado colombiano y las Farc. Que paremos la guerra de todos los lados y la paremos ya, y que con mucha fuerza el Estado tome la conducción de la paz, y al mismo tiempo, un mensaje a los que son ilegales. Al Eln le decimos: ‘Encontremos caminos de diálogo. Hay que encontrarnos en una mesa’. Y encontremos salidas de una negociación que lleve al sometimiento a la justicia.
También recomendamos el desmonte del paramilitarismo, que es una realidad muy compleja donde hay política, hay dinero, hay asuntos militares, hay narcotráfico. De hecho, nos vamos muy a fondo en que el narcotráfico está en el corazón de este asunto y si no lo enfrentamos a fondo, el conflicto no terminará entre nosotros. Además, nos centramos en el problema de la impunidad, que tiene mucho que ver con el dolor de las víctimas, porque sienten que la justicia colombiana les resultó absolutamente inútil, si no contraproducente.

El presidente Duque no asistió a la presentación del informe, ¿qué opinión le merece eso?

El padre Francisco de Roux liderará la socialización del informe final de la Comisión.

El padre Francisco de Roux liderará la socialización del informe final de la Comisión.

Foto:Andrea Moreno. EL TIEMPO

A todo el mundo le mandamos la invitación el mismo día. El Presidente no pudo venir, le coincidió con un viaje a Portugal para un punto que para él es muy importante: el medioambiente. Nos ha gustado que nos ha dicho que nos espera esta tarde (este miércoles en la tarde). Vamos a ver. Esperaría que sea un encuentro colocado en el horizonte de la reconciliación de los colombianos.

Se están dando pasos en materia de justicia, de reparación, establecimiento de responsabilidades y verdad. ¿Cuál es el mensaje para este país, que necesita reconciliarse?

Lo primero que se requiere para la reconciliación es aceptar, con grandeza y con humildad, que es parte de nuestra identidad la tragedia humana que todos nosotros llevamos en Colombia y aceptarlo como parte de nosotros. Este sufrimiento inmenso es nuestra comunidad, es nuestra identidad e ineludiblemente tenemos que aceptarla, porque la llevamos en nosotros, la cargamos con nosotros, así como es parte de nosotros —y es duro decirlo— el ser en monopolio mundial de la cocaína, y es parte de nosotros la realidad brutal de tantas vidas humanas despedazadas y tantos sufrimientos.
No le saquemos la cara a eso. Incorporémoslo como parte de nuestra identidad, como incorporamos todas las maravillas de este país, en su diversidad cultural, la fuerza de su economía, la grandeza de las diferencias de los territorios, la riqueza ecológica, nuestras tradiciones espirituales... Cojámoslo todo, porque es nuestra identidad, y comprendamos que estas cosas, que son la herida de fondo, si no nos las tomamos como nuestras, no podemos dar lugar a que florezca la potencialidad de Colombia y todos los logros que vamos consiguiendo estarán siempre atravesados con alguien que nos dice: ‘Sí, pero ustedes parecen un gigante parados en unas piernas de sangre y de barro, que no han tenido el coraje de mirar lo que son’.
En Twitter: @julianrios_m
Periodista de Justicia
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