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Paz y Derechos humanos

Así afectó el conflicto a las mujeres y a la población LGBTIQ+

El joven se encontraba en una fiesta cuando fue asesinado.

El joven se encontraba en una fiesta cuando fue asesinado.

Foto:AFP

Informe final de la Comisión de la Verdad develó una cruda realidad.

La Comisión de la Verdad reveló este viernes el capítulo de su informe final sobre las experiencias de mujeres y de personas Lgbtiq+ en el conflicto armado, que es una demoledora verdad sobre como los cuerpos se convirtieron en botín y blanco de la guerra.
La entidad dividió el documento en dos partes. Una sobre el caso específico de las mujeres y otra sobre la población Lgbti por fines metodológicos que, en todo caso, develaron que el patriarcado y la discriminación exacerbaron las violencias que estas personas sufrieron.
EL TIEMPO le explica los elementos más relevantes del informe.

Las mujeres: un impacto desproporcionado

La guerra terminó afectando los roles comunitarios y familiares; las posibilidades de participación social, política, económica y de liderazgo; y los proyectos de vida y la salud

Tras hacer un extenso análisis de como los grupos armados ilegales y la Fuerza Pública se ensañaron con las mujeres en los diferentes periodos de la guerra, como parte de su estrategia de control territorial, el documento puso de presente el impacto diferenciado y desproporcionado que sobre la mujer tuvo el conflicto y, sobre todo, a las mujeres campesinas, negras, afro, raizales, palenqueras e indígenas, y de grupos vulnerables como de bajos ingresos o viudas.
La guerra terminó afectando los roles comunitarios y familiares; las posibilidades de participación social, política, económica y de liderazgo; los saberes ancestrales y la vocación por la tierra; la movilidad y los emprendimientos; los proyectos de vida y la salud.
“Todo esto debido a las imposiciones de los actores armados, la intervención militarista del Estado, las políticas antidrogas y el narcotráfico. Al final, el control de la vida y el cuerpo de las mujeres fue una forma de garantizar el control de la comunidad y del territorio”, indicó la Comisión que entrevistó a 10.844 mujeres.
De más de 8 millones de víctimas registradas de desplazamiento forzado, 4.025.910 eran mujeres, el 50.1 por ciento. Golpeadas en el seno de sus hogares, las mujeres asumieron el rol de cuidado de los enfermos y familiares y de supervivencia en situaciones de precariedad y en el desarraigo.

Te tenés que abrir, cuando ya de pronto tenías una cama decente, cuando ya tenés cierta comodidad –o sea, ni rica que encante, ni pobre que espante– te tenés que ir otra vez

La falta de acceso de las mujeres a la titulación de tierras facilitó el despojo y el desplazamiento forzado. La Comisión observó el intento de destrucción de la vida rural y campesina, de la vida de los pueblos y comunidades étnicas, que se produjo mediante las violencias contra las mujeres”, agregó la entidad.
Las mujeres huyeron para proteger la vida de sus hijos, por amenazas, para evitar violencia sexual.
“¡Mire la ironía de la vida! Después de un tiempo radicada en Berrío tuve que volver a sufrir lo mismo, solo por estar en el lugar equivocado o pasar a la hora que no era y ver algo que no tenía que ver. Te tenés que abrir, cuando ya de pronto tenías una cama decente, que era tuya; ya no dormías en esteras ni en el suelo. Cuando ya tenés cierta comodidad –o sea, ni rica que encante, ni pobre que espante– te tenés que ir otra vez, con una mano adelante y la otra atrás, porque a alguien le dio la bendita y regalada gana: “Te vas, te vas, o tu familia lleva”. Vuelve y se repite la historia, vuelve la hembra al pueblo”, es uno de los testimonios recopilados.

El 'uso' de la violencia sexual

Foto de un encuentro de La Comadre con la Comisión de la Verdad, en 2021.

Foto de un encuentro de La Comadre con la Comisión de la Verdad, en 2021.

Foto:Comisión de la Verdad

La violencia sexual fue, además, una práctica de todos los actores armados, extendida e invisibilizada durante el conflicto. En muchos casos, funcionó como una estrategia de guerra para producir el desplazamiento forzado y controlar determinadas zonas, circunstancia particularmente evidente en algunos bloques paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), como Calima, Norte, Héroes de los Montes de María, Élmer Cárdenas, Central Bolívar y Mineros.
“Con el uso de la violencia sexual, una de las expresiones de violencia más crueles y con una carga simbólica enorme para las mujeres, se buscó destruir los lazos sociales y romper los tejidos humanos de las comunidades, dirigiendo el ataque al corazón de esas poblaciones, dado el papel central de las mujeres en la vida familiar y comunitaria”, dijo la Comisión.
También se usó como método de castigo a lideresas o mujeres que supuestamente estaban de lado del “enemigo”.
Irma vivía en una zona en donde estaban todos los actores armados. Tenía 13 años en 1996 cuando fue víctima de acoso de parte de uno de ellos que la golpeó, provocándole daños a su salud mental. Aunque tiempo después se dijo que había muerto en combate, un día volvió y la vio embarazada de su pareja, un soldado.
“Me obligó a decirle a Francisco que se fuera, que no volviera, que no estuviera ahí conmigo, y me amarró a la cama, me golpeó lo que más pudo y abusó de mí, estando Francisco ahí. Pienso que él se dio cuenta de que estaba embarazada, porque empezó a golpearme más que todo el estómago. Esto me lo hizo contra la cama. Me dejó ahí amarrada y no me daba ni agua. Después de mucho tiempo le dije que me dejara ir al baño y, cuando fui, sentí que el feto cayó ahí. Quince días duré encerrada, amarrada a la cama. Llamó a un enfermero para que me pusiera inyecciones, para hacerme un legrado. Tuve hemorragias y una infección que hasta el día de hoy no me he podido curar”, narró.

Después de mucho tiempo le dije que me dejara ir al baño y, cuando fui, sentí que el feto cayó ahí. Quince días duré encerrada, amarrada a la cama

Según la Comisión, las violencias sexuales y las reproductivas se agudizaron en el período de mayor degradación de la guerra, entre 1996 y 2007. Las Farc impusieron el aborto a las combatientes y la anticoncepción fue obligatoria. “En situaciones de confrontación intensa, los abortos forzados se convirtieron en estrategia para alcanzar una ventaja militar del grupo armado, sin importar las graves consecuencias físicas y psicológicas que esto implicaba para las mujeres”, dijo la Comisión.
Entre los temas que trató el documento está igualmente las violencias contra mujeres en situación de prostitución, que fueron víctimas de “limpieza social” y “moralización” en las comunidades, así como de explotación, homicidio y desaparición por los paramilitares y las Farc, siendo estigmatizadas, abusadas y cosificadas.
Por otra parte, la Comisión señaló, como una de las consecuencias de la guerra, que muchas mujeres vinculadas a la política fueron expulsadas de la democracia, y que las violencias ejercidas contra ellas tuvieron un sesgo de género.
Además, tuvieron que abandonar sus proyectos políticos: las mujeres en calidad de autoridades civiles o en cargos de elección popular se vieron obligadas a reclamar constantemente su investidura como mandatarias ante sus pares hombres y ante las guerrillas, los paramilitares y miembros de la fuerza pública, pues estos desconocieron su autoridad de forma manifiesta.
Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad,
presenta el informe final en la ONU.

Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, presenta el informe final en la ONU.

Foto:Comisión de la Verdad

Finalmente, las mujeres mandatarias y electas para las corporaciones departamentales y municipales, y que fueron víctimas en el conflicto armado, salieron de manera acelerada del escenario público, y muchas de ellas no pudieron retomar sus proyectos políticos por cuenta de la persecución y las agresiones hacia ellas y sus familias durante sus mandatos.
En lo que concierne a las mujeres que participaron en la guerra, la Comisión encontró que en la “sociedad colombiana prevalecen discursos simplistas que las ubican como víctimas inermes o como victimarias atroces, desconociendo que hubo muchas situaciones diferentes, y que algunas de estas mujeres rompieron los patrones culturales asignados”.
Según la Comisión, los impactos del conflicto en las mujeres son desproporcionados justamente por la existencia previa del patriarcado como forma de ordenamiento dominante en la sociedad y en la cultura. De otra parte, encontró que la guerra reforzó un tipo de masculinidad violenta: los actores armados han desarrollado estrategias de entrenamiento que exaltan unos valores acordes con esa visión de la virilidad, manifiesta en las violencias ejercidas contra mujeres.
“El Estado no ha sido efectivo al garantizar la protección de las mujeres, ni al atenderlas cuando han sido afectadas. Este enfoque adoptado por la Comisión para esclarecer lo que les pasó a las mujeres en el conflicto pone en evidencia un círculo vicioso de violencias que no se rompe y da cuenta de que, en este país, se ha impuesto la idea según la cual hay que ganar la guerra a cualquier costo”.

La crueldad y estigmatización de las personas Lgbti

Miembros de la comunidad Lgbt de Medellín, se reunieron a las afueras de la centro administrativo La Alpujarra para protestar contra los homicidos que se han presentado los últimos días contra su población. Con acciones artísticas y una velatón de colores, recordaron a las victimas y pidieron respeto por sus vidas.

Miembros de la comunidad Lgbt de Medellín, se reunieron a las afueras de la centro administrativo La Alpujarra para protestar contra los homicidos que se han presentado los últimos días contra su población. Con acciones artísticas y una velatón de colores, recordaron a las victimas y pidieron respeto por sus vidas.

Foto:Jaiver Nieto Álvarez / ETCE

Fueron tres veces a preguntar, hicieron una reunión con el cabildo y dijeron que, si yo seguía ahí sin 'componerme', con el 'cuento' de ser gay, que ellos no tenían la culpa si me mataban

En cuanto a la población Lgbtiq+, la Comisión de la verdad habló con 408 personas, encontró 396 víctimas en 709 eventos, siendo el 64,2 por ciento hombres y el resto mujeres. De ese universo, el 14,6 por ciento se reconocieron como negras, afrocolombianas o raizales y otro 4,3 por ciento como indígenas.
Domingo, un hombre gay embera-katío del cabildo de Nejondó, en el Alto Sinú, recibió amenazas de la guerrilla y los paramilitares: “Ellos mismos dicen que los maricas no tienen nada que hacer ahí, en la comunidad; que las frutas que no sirven hay que botarlas. Mis compañeros estaban conmigo y comenzaron a salir del clóset. Como allá arriba eso no estaba permitido, cuando un primo mío le contó a uno de esos paramilitares llegaron a mi casa a preguntar por mí. Mi mamá dijo que yo no estaba. Fueron tres veces a preguntar, hicieron una reunión con el cabildo y dijeron que, si yo seguía ahí sin componerme, con el cuento de ser gay, que ellos no tenían la culpa si me mataban”.
Otro factor que llamó la atención de la Comisión fue que la mayoría sufrió violencias durante la infancia, la adolescencia o la juventud, como también lo han sostenido las organizaciones sociales en sus informes. Según la Comisión, de las entrevistas realizadas, se pudo establecer que las amenazas fueron la modalidad de violencia más frecuente en las víctimas Lgbtiq+, seguida por el desplazamiento forzado, el exilio, la violencia sexual, la tortura, el atentado, la extorsión y el homicidio.
Miembros de la comunidad Lgbt de Medellín, se reunieron a las afueras de la centro administrativo La Alpujarra para protestar contra los homicidos que se han presentado los últimos días contra su población. Con acciones artísticas y una velatón de colores, recordaron a las victimas y pidieron respeto por sus vidas.

Miembros de la comunidad Lgbt de Medellín, se reunieron a las afueras de la centro administrativo La Alpujarra para protestar contra los homicidos que se han presentado los últimos días contra su población. Con acciones artísticas y una velatón de colores, recordaron a las victimas y pidieron respeto por sus vidas.

Foto:Jaiver Nieto Álvarez / ETCE

Abigail, mujer trans de Tello (Huila), fue víctima del Frente 17 de las Farc en 2015, por lo que debió marcharse: “Cuando nombraban esa limpieza social en los panfletos, hablaban de la población gay y todos los bisexuales, los transexuales, los transformistas, los marihuaneros, los bazuqueros; de todo mundo. El temor de mi familia era que cuando llegara un panfleto yo saliera, porque de pronto me jodían, me mataban o algo por el estilo. Entonces le decía a mi mamá que yo tenía que simular ser un hombre ante la comunidad, pero que eso me hacía sentir mal”.
Aleida, mujer lesbiana oriunda de Putumayo, radicada en Nariño y ultrajada por miembros de las Farc en 2012, contó su historia: “Cuando ellos ejercieron la violencia sexual conmigo, me dijeron que esa era la única manera de que yo fuera una mujer de verdad, de enseñarme a serlo, y que después de eso ya no iba a andar haciendo cosas con otras mujeres ni dañando a la sociedad o a la gente del pueblo, ni viniendo con esas cosas raras que traía de la ciudad, o sea, llegaron a corregirme”.
“Respecto a las vejaciones más recurrentes por actor armado, los paramilitares son responsables de la mayoría de los exilios, violencias sexuales, torturas, homicidios, amenazas y desplazamientos forzados, estos últimos con una diferencia de menos del uno por ciento en comparación con las guerrillas. Por su parte, las insurgencias fueron los actores que más esclavizaron sin fines sexuales e impusieron trabajos forzados, reclutamientos y secuestros, mientras que la fuerza pública cometió la mayoría de las detenciones arbitrarias”, dice el documento.

Los combatientes seleccionaron a estas personas porque eran consideradas “indeseables” y blanco para hacer prevalecer un “un orden heterosexual y cisnormativo”

Según la Comisión, las violencias contra las personas LGBTIQ+ no fueron aleatorias o aisladas, pues se constató que los combatientes seleccionaron a estas personas porque eran consideradas “indeseables” y blanco para hacer prevalecer un “un orden heterosexual y cisnormativo” que se agravó por el hecho que esta forma de actuar fue bien recibida por la población.
El documento encontró además tres patrones de violencia. Uno, de las Farc, que tenía como fin la instrumentalización de las personas para para convertirlas en sujetos útiles para la guerra, que se hizo bajo amenaza, desplazamiento forzado, violencia sexual, esclavitud y reclutamiento.
Por su parte, los paramilitares y los grupos posdesmovilización las persiguieron con el fin principal de aniquilarlas: de ahí que cometieran el mayor número de homicidios y desapariciones forzadas en las estadísticas conocidas por la Comisión. Asimismo, las amenazaron, desplazaron y violentaron sexualmente para que se fueran de sus territorios.
Por último, dijo la Comisión, “la fuerza pública buscó aniquilarlas para reafirmar el poder estatal mediante la obtención de resultados en la guerra y la imposición de controles a la vida civil, sobre todo con detenciones arbitrarias, violencia sexual y tortura. En algunos momentos actuaron en connivencia con grupos paramilitares”.

Las vejaciones también dejaron secuelas sobre las partes físicas sexualizadas de las víctimas, como los glúteos, los senos y el rostro

“Cuando las vejaciones fueron ejercidas con el fin de aniquilarlas, estas tenían intenciones de castigo, ‘corrección’ o higienización; todas ellas con el fin de eliminar a la persona o el carácter no normativo de su sexualidad o género”, agrega el informe.
Todo esto tuvo como consecuencia una grave afectación en la construcción de las identidades de género y de la sexualidad de las víctimas, tanto psicosocial como físicamente, así como angustia y temor constantes, lo que las llevó a ocultarse y autolimitarse para encajar en los patrones impuestos por la sociedad.
“Por ejemplo, homosexuales y bisexuales establecieron relaciones heterosexuales, y las personas trans detuvieron o reversaron sus tránsitos de género. En igual medida, desarrollaron sentimientos de culpa por su diversidad, lo que desencadenó ideas o intentos de suicidio, depresiones y pérdida de motivación por la vida”, dice el informe.
“Las vejaciones también dejaron secuelas sobre las partes físicas sexualizadas de las víctimas, como los glúteos, los senos y el rostro, con gran importancia en su construcción identitaria, y tuvieron impactos en su salud sexual y reproductiva: por un lado, lesbianas, mujeres bisexuales y hombres trans vivieron maternidades y paternidades forzadas; por el otro, la Comisión conoció numerosos casos de personas que, producto de las violencias sexuales vividas, contrajeron infecciones de transmisión sexual como VIH”, dice el informe
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