El delito que más fracturó a la sociedad colombiana. Así calificó al secuestro el padre Francisco de Roux –presidente de la Comisión de la Verdad–, en un encuentro que representa un paso trascendental para cerrar las heridas de la guerra: los ex-combatientes de las Farc reconocen su responsabilidad ante las víctimas.
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En medio del encuentro, sin embargo, hubo tensión por la renuencia de los ex-Farc a pedir perdón por los secuestros que cometieron, aunque ellos mismos los calificaron como una vergüenza.
De un lado estaban aquellos que padecieron y sobrevivieron el cautiverio y los familiares de quienes murieron durante la privación de su libertad. Del otro, los máximos jefes de la extinta guerrilla de las Farc, otrora perpetradores del secuestro, hoy firmantes de la paz transformados en organización política.

De izquierda a derecha, Francisco de Roux, Ingrid Betancourt y el exjefe de las Farc Rodrigo Londoño.
Archivo EL TIEMPO y Archivo EFE
Entre las víctimas está la excandidata presidencial Ingrid Betancourt, quien estuvo en cautiverio 6 años y, por primera vez, se encontrará con los responsables de esa barbarie, hoy procesados por la Jurisdicción Especial para la Paz como máximos responsables de crímenes de guerra y lesa humanidad.
No podemos olvidar el nivel de degradación al que llegó el conflicto, y esa degradación llegó de la mano del secuestro
El lugar de la cita lleva por nombre ese adjetivo que por años le negaron a más de 20.000 colombianos víctimas de secuestro: el Teatro Libre, en Bogotá.
Allí, los exjefes guerrilleros Rodrigo Londoño, Carlos Antonio Lozada y Pastor Alape, junto con otros antiguos miembros de las Farc, reconocen los vejámenes que cometieron con la práctica del secuestro.
El encuentro de este miércoles contó con la participación de víctimas ubicadas en distintas orillas. Roberto Lacouture, quien fue secuestrado en la década de 1980 en el departamento de Cesar, expresó duras críticas al acuerdo de paz con las Farc y reiteró su desacuerdo con la participación política y la ausencia de penas carcelarias para los exguerrilleros que digan la verdad y acepten responsabilidad.
Su esposa, Diana Daza, expresó por su parte: "Yo estoy aquí porque quiero sanar mi corazón, buscando perdonar a las personas que ocasionaron este secuestro. Yo no quiero que un nieto nuestro sufra lo que nosotros sufrimos".
Abelardo Caicedo Colorado (conocido en la guerra como 'Solís Almeida'), quien ingresó a las Farc en 1977, fue el primero en hablar por parte de la exguerrilla durante el encuentro. "Eventos como este nos permiten sanar", dijo Caicedo.
Por su parte, el excombatiente Pedro Trujillo, hoy consejero político del partido Comunes en Santander, expresó: "Cómo no sentir vergüenza por esas conductas que causaron tanto dolor. Son muchas las cosas que no debieron existir en este conflicto, y una de ellas es el secuestro. Lamento haber incurrido en esa práctica".
En medio de un sentido mensaje, Armando Acuña, quien fue secuestrado durante más de dos años por las Farc, le entregó al excomandante guerrillero Julián Gallo (Carlos Antonio Lozada), un ejemplar de revista y un libro que conservó durante su cautiverio.
"Yo me leía cualquier letrica que tenía, que me enseñaron. Y como no es mío, quería entregarlos en la misma bolsa que siempre me acompañó. Hagan todo por la paz de este país", le dijo Acuña a Gallo, quien hoy es senador de la República.
Durante el evento hubo un momento de tensión por lo que fue interpretado por las víctimas como una actitud renuente a una solicitud perdón por parte de los ex-Farc.
Cuando Acuña entregaba los libros, aseguró que los dos primeros exguerrilleros que hablaron en ningún momento pidieron perdón, y que las víctimas esperaban escucharlo. En el momento en que Carlos Antonio Lozada tomó la palabra, uno de los asistentes al evento recalcó esa posición: "¿y el perdón?", gritó.
Ante eso, Lozada respondió: "Por supuesto que pedimos perdón, pero queremos que no sea algo impostado que salga aquí. Nosotros hemos pedido perdón muchas veces, por muchos actos. Aquí puedo pedirlo, no perdemos absolutamente nada, lo hemos solicitado en innumerables espacios, pero queremos que eso salga y brote del corazón, de lo profundo, en un momento en el que nazca, y no algo impostado para efectos de un registro en la prensa, por eso no lo hemos dicho aquí, porque este acto tenía otra connotación".
En otro momento del evento, el excomandante Pasto Alape se pronunció también sobre este tema, pero, de nuevo, sin pedir perdón directamente.
"Nuestro compromiso con las víctimas, en lo que nos queda de vida, es encontrar los caminos que nos permitan avanzar como Nación. Estamos comprometidos con la paz, sabemos que la guerra no es el camino", dijo.
Y añadió: "No hay palabra que pueda justificar el dolor causado. Lo único que vale son los actos que podamos tejer para resarcir nuestros errores".
Las palabras de los exjefes guerrilleros ocasionaron, incluso, que algunas víctimas cambiaran los discursos que tenían preparados para el evento. Por ejemplo, el hijo de Gerardo Angulo y Carmenza Castañeda, secuestrados y asesinados en cautiverio, envió un duro mensaje en consecuencia de la renuencia de los ex-Farc a pedir perdón.
Horas antes de la reunión en la Comisión de la Verdad, en entrevista con EL TIEMPO, Ingrid Betancourt habló sobre sus expectativas del encuentro.
¿Cómo se abonó el terreno para llegar al encuentro con sus secuestradores?
Esto, primero, hace parte de las actuaciones de la Comisión de la Verdad. Ellos tienen como propósito recoger los testimonios de todas las personas que sufrieron el secuestro y también ponernos en algo así como una confrontación –no sé si sea la palabra correcta– con los antiguos miembros de las Farc.
Tuve una reunión con las personas exsecuestradas, familiares de secuestrados que fueron asesinadas o desaparecidos, y todos estuvimos reunidos reflexionando lo que va a ser el acto del miércoles. Una de las cosas que me sorprendió fue ver gente de todas las edades, de todas las regiones del país, todas las experiencias de vida diferentes, todas las sensibilidades políticas diferentes, y todos con una misma preocupación: que nunca más vuelva a sucederle a alguien en Colombia lo que nos sucedió a nosotros.
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Es importante aportar con nuestros sentimientos, emociones, con nuestro testimonio, para que esto no vuelva nunca suceder en Colombia. Esa es, finalmente, la reflexión central: que la violencia no es el camino para el país.

El 2 de julio 2008, 15 secuestrados fueron liberados en la operación Jaque.
Archivo
¿De qué manera el secuestro nos marcó como sociedad ?
Nos dejó, primero, por el lado de las exvíctimas o sobrevivientes, esa sensación de precariedad de la vida, de sentir que en cualquier momento pueden suceder hechos dramáticos, que uno está como cuidándose constantemente y cuidando a los que uno quiere, y anticipando las separaciones como momentos de gran dificultad porque uno no sabe si después uno a volverse a encontrar como lo había planeado.
El miedo es una cosa que vivimos nosotros, que uno ve en todas las caras, en todas las reacciones de nuestra sociedad, en la manera como nos sospechamos los unos de los otros.Yo creo que también ese miedo ha hecho que hayamos tratado de interpretar la realidad según unas matrices ideológicas que nos han hecho mucho daño.
Como era difícil hablar de todo esto y estábamos hablando de cosas de deshumanización y degradación, y no nos gustaba enfrentarlo, la solución fue la ideología: para los secuestradores, justificar lo que estaban haciendo, esa degradación humana a la cual llegaron de que no se compadecían, nos tenían parqueados en unas jaulas, separados de nuestras familias durante años, incomunicados, dándonos de comer lo que sobraba, encadenados por el cuello... son tantas imágenes de violación, de tortura, del horror. Y al frente también una ideología: para combatirlos, tierra arrasada, no ver a nadie que no piensa como nosotros, no darles el permiso de ser diferentes.
Esos dos extremos –de izquierda y derecha– le han deformado el corazón a los colombianos. Les ha producido un corazón muy duro. Este diagnóstico nuestro, a lo que nos invita es a ser humildes frente a lo que ha sido nuestra experiencia, la manera como hemos vivido como sociedad para que entendamos que hay ciertos ajustes que tenemos que hacer.
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¿Por qué decidió hacer parte del encuentro en la Comisión de la Verdad?
Esta fue una decisión muy difícil de tomar. La invitación me la hizo el padre Francisco de Roux, y si no hubiera sido porque él está mediando en este encuentro, porque no voy a estar sola sino que vamos a estar con otros exsecuestrados y con los familiares de víctimas de secuestro por parte de las Farc, que nos estamos sosteniendo los unos a los otros, y si no fuera también por la situación dramática que vive el país, en la que vemos que hay brotes de violencia... si no hubiera todas esas situaciones, probablemente yo no hubiera aceptado.
La razón primordial para no haberme visto con ningún miembro de las Farc hasta ahora es que la experiencia que yo tuve con ellos durante el secuestro fue de manipulación. Ellos utilizaron nuestro sufrimiento, el de nuestras familias, como comodín en sus estrategias de comunicación, militares, políticas, y una de las cosas que yo tuve muy claro al volver a la libertad era nunca más dejar que se me utilizara a mí, a mi familia y a mi dolor de una manera oportunista como lo habían hecho las Farc.

Ingrid Betancourt abraza a su madre por primera vez después de 6 años de cautiverio.
Felipe Caicedo. Archivo EL TIEMPO
Yo siempre tengo una perspectiva de tener mucho cuidado y mucha prudencia frente a este tipo de actos, pero está organizado de una manera en la que vamos a estar en un mismo espacio, pero los tiempos de palabras están orquestados. No es posible para ellos utilizarnos, ni nosotros a ellos.
Adicionalmente, el valor del momento es que podamos desde esas dos perspectivas totalmente opuestas –la de los señores de la guerra, en su soberbia guerrera, y la de las víctimas, ya después del conflicto– mirar todo lo que nos sucedió serio y decirle a Colombia: miren, la conclusión de todo esto es que la violencia es un error, la violencia es un fracaso, la violencia no es una opción, nunca lo es.
¿Por qué estos hechos no deben repetirse?
El secuestro es una deformación del alma. Para llegar a secuestrar a una persona, uno tiene que tener una mente muy rayada, es decir, tiene uno que pasar por un proceso en el cual la vida de esa persona no vale nada, y uno tiene que justificarse a sí mismo el mantener a una persona en una jaula, encadenada, lejos de su familia, quitándole su vida, su honor, su voz, quitándole su humanidad y convirtiéndola en una cosa para canjearla por plata, por un beneficio político.
Cuando se llega a ese nivel descomposición moral, realmente se tocó fondo. Y tenemos que salir de ese fondo, tenemos que volver a respirar aire. Estar secuestrado es entrar a otro mundo, donde las palabras no son suficientes para expresar, y el secuestro no solamente daña al secuestrado en su vida y deshumaniza al secuestrador, sino que también deshumaniza a nuestra sociedad. Todas las víctimas de secuestro hemos sufrido la revictimización cuando volvemos a la libertad, la incomprensión.
Cuántos no nos señalan, con esa esa suspicacia de que tiene que haber algo malo en esta persona para que finalmente haya sido víctimas de lo que le sucedió. Es tan horrible tener que, encima de todo, limpiar el nombre, luchar por la verdad, porque la gente comprenda que uno no es culpable de que lo hayan secuestrado. Es decir, son tantas las cosas que hacen que el secuestro sea un espiral de barbarie que descompone a una sociedad.
Ahora tenemos que salir de eso y la única oportunidad que tenemos es esta. Tenemos un acuerdo de paz, no perfecto, no es el que muchos hubiéramos querido, hay muchas cosas que faltan, pero por lo menos tenemos esto que nos permite tener esperanza de que podemos salir de ese espiral de barbarie. De la misma manera en que el secuestro es inaceptable y nos hala a todos hacia abajo, ahora la paz nos puede halar a todos hacia arriba.
El viernes, en Rionegro, Antioquia, se hará un encuentro en el que Guillermo Pérez Alzate, conocido como ‘Pablo Sevillano’, y otros exintegrantes del Bloque Libertadores del Sur de las Auc harán un reconocimiento público de sus responsabilidades sobre el asesinato de la hermana y lideresa social Yolanda Cerón Delgado, ocurrido en 2001 en Tumaco, Nariño, frente a la iglesia La Merced.
El último de los eventos se llevará a cabo el sábado, en Cali. Para este acto se tomaron en cuenta tres casos emblemáticos de secuestro masivo ocurridos en la región: el de la iglesia La María (en el que según el Centro Nacional de Memoria Histórica fueron retenidas 194 personas el 30 de mayo de 1999), el secuestro del Kilómetro 18 (que involucró a 66 víctimas el 17 de septiembre de 2000) y el secuestro de 12 diputados del Valle (de los cuales 11 fueron asesinados en cautiverio).
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“Esta es una semana particularmente fuerte. Donde la dimensión humana tantas veces buscada, tantas veces luchada, queremos ponerla en el primer plano”, dijo el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, a propósito de los eventos programados, y adelantó que en estos habrá conversaciones de fondo entre los participantes.
justicia@eltiempo.com
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