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Cañón de las Hermosas, donde los exguerrilleros buscan tumbas de sus víctimas
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Cañón de las Hermosas

César Melgarejo/El Tiempo

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Cañón de las Hermosas, donde los exguerrilleros buscan tumbas de sus víctimas

En este sitio hay sepultadas varias familias que desaparecieron de sus casas para ser reclutadas.

Como a escasos pasos de su casa encontraron hace pocos días a una persona asesinada, Estrella* dice que no va a contar más su historia, que es similar a la de muchos en su pueblo, y que espera no repetirla con sus hijos. Ya se le han muerto varios familiares, allá en el sur del Tolima. Advierte que las cosas están muy calientes. Finalmente acepta hablar, pero no ante cámaras.

Tras una mirada cómplice con su pareja —quien le hace señas haciendo énfasis en que debe hablar solo si ella quiere— Estrella empieza a recordar. Con la cabeza inclinada levemente hacia arriba, piensa en Manuel, su hermano desaparecido.

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No recuerda exactamente hace cuántos años no lo ve, ni tampoco guarda foto alguna que le permita mostrárselo a sus hijas, o a la autoridad judicial que algún día se lo pregunte en las misiones de búsqueda de desaparecidos que hubo durante el conflicto armado.

Manuel es el menor de cuatro hermanos y tres hermanas que crecieron en una finca camino arriba de un municipio del sur tolimense. Y la labor que tenían de niños era ayudar a recoger frutas y verduras a sus papás. El jornaleo típico de la zona en la que guerrilleros, frecuentemente, arrimaban a la casa a pedir comida. Así vino la adolescencia para todos los niños, hasta que Manuel fue reclutado por tropas de las Farc.

La presencia de esa guerrilla en el sur del Tolima, durante la época de los 90, estuvo marcada por secuestros a civiles, enfrentamientos con el Ejército y por la concentración de importantes números de guerrilleros a lo largo y ancho del Cañón de las Hermosas, lugar en el que tranquilamente —según un excombatiente— pudieron asentarse 20 comisiones que se movían hasta departamentos fronterizos como Cauca, Valle y Quindío.

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Estrella, víctima del conflicto con tres hermanos desaparecidos.

Foto:

César Melgarejo/El Tiempo

Cuando se llevaron a Manuel, ni sus hermanos ni su familia ni los vecinos volvieron a saber nada de él. Lo poco que supieron fue años más tarde, cuando a la familia llegó el rumor de que la guerrilla se lo había llevado, hasta que finalmente apareció en una cárcel de Ibagué, a la que fue a parar por rebelión.

En ese momento del relato, el esposo de Estrella toma partido y la interrumpe para dejar claro que su cuñado salió de prisión con el ánimo de llevar otra vida, y que aprendió las labores de carpintería y empezó a trabajar con él en un taller.

Para esa época —que tampoco tiene clara Estrella porque solo dos veces ha hablado públicamente sobre esta situación, e íntimamente ha preferido ir borrando de su mente el episodio— Manuel alcanzó a comprar el que ahora es el único recuerdo que tienen sus seres queridos: un televisor pequeño que era la sensación del momento porque la imagen era a color. Ahora está guardado en la casa de la hija de Estrella, y lo encienden de vez en cuando.

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Merodeos en el pueblo

El año en el que apareció Manuel por primera vez en la cárcel sí lo tiene más fresco el esposo de Estrella. Dice que fue a mediados de 1996 cuando volvió al pueblo tras salir de prisión. Su padre seguía en zona rural, pero Manuel sacó una pieza aparte por los lados del centro del pueblo, aunque debía vivir en medio del asedio de guerrilleros que seguramente seguían las órdenes de comandantes como Alirio Rojas, alias El Abuelo, quien se asentó en el Cañón de las Hermosas. Lo intimidaban para que volviera a la guerrilla, aunque él se resistía.

Cuentan Estrella y su esposo que durante las jornadas de carpintería, Manuel casi no hablaba de la vida en la milicia. “Temía que le contáramos a mamá, nos decía lo que le convenía. Había mucha presión de hombres que lo preguntaban, entonces uno sí sabía que él iba para allá, prácticamente lo obligaron a irse al monte”.

Todos los días decía: ‘yo creo que esta semana llega Memín’, como le decían; se pasaba esa semana, se pasaba el año y mamá esperándolo. Hasta el último día en el que estaba en la agonía.

Dicho y hecho: Manuel no soportó tantas presiones y volvió a su vida de guerrillero y su mamá se quedó cuidando sus cosas. "Todos los días decía: ‘yo creo que esta semana llega Memín’, como le decían; se pasaba esa semana, se pasaba el año y mamá esperándolo. Hasta el último día en el que estaba en la agonía. Estaba acostada y se sentó para decirme: 'sí ve, mija, que usted no le espantó los ‘perros’ a Memín’. Hasta ese ratico lo pensó, eso fue un día antes de morirse, hace como 10 años", relata Estrella mientras vuelca los ojos hacia su esposo.

El rumor de que Manuel había muerto llegó a cuenta gotas. Solo hubo frases que corrieron en el pueblo hacia sus familiares. Uno de ellos, precisamente, la pareja de Estrella, cree que pudo ser a los tres o cuatro años luego de que Manuel quiso formar una nueva vida.

La primera vez que Estrella públicamente tocó este tema fue ante gente de la Red ADN, una organización que trabaja en la búsqueda de personas desaparecidas en las Farc. Ellos intentan ubicar, con testimonios de excombatientes que estuvieron en la región, los puntos en los que posiblemente están enterradas personas desaparecidas forzosamente, y esa información se la pasan a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBDP), entidad que tiene el mandato de rastrear a las víctimas que dejó el conflicto armado.

(Le sugerimos: ¿Y qué pasó con los miles de desaparecidos a manos de las Farc?)

En el caso de Manuel, desde hace un año el equipo de la Red la contactó para decirle que la UBPD ya tiene el punto donde posiblemente esté su cuerpo. Y entonces, el recuerdo de él se le ha vuelto más amargo.

"No me da alegría del todo porque si me dicen que está enterrado es porque ya no existe, pero sería bueno que me lo entregaran", anota Estrella, añadiendo que nunca se ha reportado como víctima del conflicto, que no sabe cómo hacerlo, y que guarda la esperanza de que su hermano algún día entre por la puerta de su casa.

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Al terminar de hablar de Manuel, Estrella se distrae un par de minutos con su esposo y amigos, pero vuelve al tema para decir que su papá tenía el refrán de que "de eso está vestido el mundo, porque no solamente somos nosotros, es mucha gente la que pasa por esto".

Martín Rodríguez, excombatiente de las Farc que trabaja en la búsqueda de víctimas del conflicto.

Foto:

César Melgarejo/El Tiempo

En el caso de su núcleo familiar, el dicho no se aleja de la realidad. Manuel no fue el único hermano que estuvo en las Farc y que desapareció por un buen tiempo. Y es que para tejer la historia de por qué tanto dolor y miedo a contar las cosas, habla de Hugo, su hermano mayor, con el que más jugó de niña, pero al que las Farc también arrebató del hogar.

De la historia de él tiene más detalles. Le alcanzaron a contar que se había conseguido una finca, y que unos guerrilleros lo tenían de 'vaya y venga' hasta que un día lo mató el Ejército. Según Estrella, "por allá fueron y lo masacraron, lo dejaron tirado. Duró dos días así; en Ibagué, otros dos días porque no lo identificaban, y se lo entregaron a mi hermana. Yo no pude ir porque mamá estaba enferma. Ella casi se muere porque era los ojos de él".

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Al velorio de Hugo no fue ni la esposa. No tuvieron que advertirle para saber, de todos modos, que no podía asomarse por allá. En la finca alcanzaron a intimidarla un par de hombres, pero se hizo pasar por embarazada y le dieron cinco minutos para una fuga que emprendió para siempre. "La rodearon las moscas, ni al velorio vino, se fue porque estaba muy asustada", cuenta Estrella.

Pero ahí no paran las historias que ella ha desempolvado únicamente dos veces a extraños. Su tercer hermano, Leonel, estuvo también en las Farc, y tras ser el que más años pasó en las filas de los tres hermanos, lo mató una enfermedad hace poco en el Pacífico colombiano, donde tenía un terreno que le daba de comer.

Por eso, al hacer la sumatoria de familiares en la milicia, Estrella recuerda que su mamá, en el lecho de su muerte, siempre le decía que 'así le paga el diablo a quien bien le sirve', y que la guerra a todos en su hogar les ha dado una "palmada" que, si se pone a rememorar más, no pararía, porque un camino similar tuvieron otros seres queridos.

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A pocos kilómetros de llegar a San José de las Hermosas (Tolima), Martín*, un excombatiente que pasó varios años en la cárcel, le pide al conductor del carro que se detenga en esa vía destapada para bajarse a caminar hasta una finca en la que nadie da señal de vida, pero que aún conserva en el suelo bandejas quirúrgicas que les sirvieron a las Farc para hacer de ese punto un lugar donde instalaron brigadas sanitarias para la tropa.

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Bandeja quirúrgica que utilizaron las Farc en el Cañón de las Hermosas.

Foto:

César Melgarejo/El Tiempo

Años atrás, Martín prestó guardia y estuvo en retenes de toda la zona montañosa que conecta a Chaparral con San José de las Hermosas. Así que desde el primer momento en que se bajó del carro ya sabe a qué parte de la finca va: a un árbol de naranjas sin frutos, no muy alto, que en pleno mediodía da poca sombra pero que le sirve de guía para identificar, a dos metros de distancia, la piedra que tras los años sigue ahí.

"Aquí debe estar, yo ayudé a enterrarlo", asegura, y añade que lo hizo tras obedecer la orden de un superior. El muerto, de los tantos que vio, era un joven guerrillero que se había quitado la vida activando una granada, en medio de una fuga para evitar el consejo de guerra al que lo iban a llevar los superiores porque la noche anterior, borracho, mató a un civil”.

La costumbre en la guerrilla, relata el exguerrillero, era asesinar a la gente con un tiro de gracia. "Y la mayoría de personas que eran fusiladas al interior de las Farc morían amarradas de las manos con algún tipo de lazo, para poderlos movilizar; eso era sistemático. La orden era llevarlos asegurados y matarlos, y al que preguntara algo le abrían una investigación”.

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En lo que insiste Martín es que a un kilómetro de distancia del palo de naranjas está, al parecer, el cuerpo de Manuel, el otro hermano de Estrella. La UBPD ya tiene información sobre esos cuerpos.

Todo ese corredor que conecta al Tolima con el Valle del Cauca y el Quindío sería el sitio de entierro de por lo menos 100 personas que murieron durante el conflicto, entre ellas civiles, secuestrados y excombatientes. En la zona, de la que forenses afirman que tiene un suelo tan ácido que corroe todo tipo de huesos inhumados —hasta tal punto de no permitir sacar un perfil genético del ADN—, está asentado un grupo de desminado humanitario, y de vez en cuando van otras autoridades a hacer inhumaciones.

Pero el mundo no solo está vestido de las tragedias que han vivido Estrella, su familia y el guerrillero que se mató con una granada.

Adiós a Jacobo

En Planadas, Tolima, hacia la vereda Maracaibo, la Red ADN tiene la ubicación del que sería el cuerpo de Jacobo: un joven al que la guerrilla reclutó a la fuerza en 1999 en una finca del municipio. “A él se lo llevó Miller Salcedo, era del Frente 21”.

Alfonso Horta, padre de un joven desaparecido.

Foto:

César Melgarejo/El Tiempo

Así lo describe Alfonso Horta, su papá, quien no pudo dormir el día en el que guerrilleros se llevaron a su hijo mayor —quien le ayudaba todos los días a arrancar café—, y a otros seis niños de la vereda. Su esposa, relata, casi se enloquece, y murió un año después luego de complicaciones en el corazón.

Según le contó un excombatiente a Alfonso, a Jacobo lo pusieron a manejar una camioneta que se habían robado. Y aunque dos de sus amigos corrieron con buena suerte y se escaparon, él permaneció varios años en las filas.

Solo quiero que me colaboren para sacar los restos.

Alfonso alcanzó a recibir saludos de su hijo y a preguntar por él cuando se encontró con uno de los principales comandantes de las Farc en la zona, alias el abuelo, quien quedó en averiguarle qué había pasado. Pero nunca volvieron a verse. Tampoco ha recibido respuestas de las autoridades judiciales y ahora lo único que pide es enterrarlo. “Solo quiero que me colaboren para sacar los restos”.

Cuando llegue ese día espera aliviar el dolor que también llegó a sus hijas, quienes de pequeñas, dice Alfonso, temían ir a la escuela rural porque les daba miedo que se las llevaran a ellas.

El velorio con 600 guerrilleros

Eran las 10 de la noche del 9 de agosto de 2001. Las hélices de los helicópteros del Ejército que patrullaban la zona sonaban en todo el lugar, y abajo, en pleno caserío del Cañón de las Hermosas, cerca de 600 guerrilleros velaban a Mábel, una de sus compañeras.

‘El Costeño’, habitante de la zona, no tiene presente en qué año ocurrió eso, pero se acuerda de que la mujer murió en combate y que varios guerrilleros la llevaron por varias horas hasta un lugar en el que pudieran hacerle un velorio.

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El Costeño, campesino del Tolima, quien sepultó a una excombatiente de las Farc.

Foto:

César Melgarejo/El Tiempo

Nadie se esperaba la presencia de tanta gente. En la tarde todo fue normal, pero a medida que el día fue tornándose oscuro como las montañas que lo rodean, fueron arribando cientos de guerrilleros para darle el último adiós.

“Uno sabía quiénes eran ellos, pero nunca había visto a tantos reunidos”, dice ‘El Costeño’, a quien le pidieron que ayudara a cavar el hueco en el que ahora está la tumba con una placa colorida con un mensaje en el que aparece el nombre de ‘Mábel Izquierdo’.

Cuentan excombatientes que ese mensaje lo mandó a poner uno de los superiores —conocido como Pedro Nel— y que en la zona, cuando no se conocían los nombres verdaderos de los guerrilleros, las tumbas iban con el apellido de las columnas o frentes. Como allá delinquió ‘Adán Izquierdo’, en la cruz pusieron ‘Mábel Izquierdo’, decoraron sus alrededores y se fueron.

A veces, ‘El Costeño’ va y la visita para limpiar la tumba y a quien lo acompaña le cuenta la misma historia: que Mábel no fue la única muerta en el combate, que ese día un hombre terminó gravemente herido, pero que no sabe si fue el mismo al que se lo comieron los chulos, como pasó con personas a las que no pudieron enterrar por la hostilidad de la zona.

Carlos López
Redacción Justicia
En Twitter: @CarlosL49
justicia@eltiempo.com

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