A pesar del “miedo” que dice sentir, Elkin Cárdenas, quien lleva más de 20 años como guardia del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) en la cárcel de Palmira, se decidió a hablar con EL TIEMPO sobre los asesinatos de algunos colegas por, según él, denunciar actos de corrupción.
Cuenta que el último caso ocurrió el 17 de noviembre pasado. Ese día, relata Cárdenas, mataron al sargento José Luis López de cuatro disparos cuando salía de la cárcel de Jamundí, donde trabajaba.
“Desde que llegó a Jamundí, él (López) cortó el ingreso de gran cantidad de elementos prohibidos, como celulares y droga. Un informe de Policía Judicial da cuenta de que López denunció amenazas de un interno que lo acusaba de que era ‘la piedra en el zapato’”.
El amigo de Cárdenas había solicitado traslado al centro penitenciario de Palmira, pero este no se había concretado.
“A mí también me han amenazado, me han dicho que no me ponga a hablar tanto”, sigue contando Cárdenas, quien asegura que desde la Unidad de Trabajadores Penitenciarios (UTP), sindicato al cual pertenece, han denunciado las alianzas entre presos y miembros del Inpec.
“En muchos casos –asegura Cárdenas-, los guardianes o funcionarios que son denunciados simplemente son cambiados de establecimiento. Las amenazas de los internos son el pan de cada día. Claro, a mí me da miedo, y más cuando he visto amigos a los que han matado por denunciar”. Este antioqueño, ya sin acento paisa por los 20 años que lleva en Palmira, habla también de su colega Gian Carlo Pieruccini, quien fue asesinado cuando iba a almorzar a la casa de su madre.
“Él había denunciado la corrupción. Si alguien ha pagado con sangre la corrupción en las cárceles, ha sido la familia del Inpec, que ha dejado viudas e hijos huérfanos”, sostiene el líder sindical. Él dice que no puede asegurar que los 57 asesinatos de miembros de la Unidad de Trabajadores Penitenciarios ocurridos durante 8 años de gestión de ese sindicato sean por denunciar la corrupción dentro de las cárceles, pero sí está convencido de que muchos crímenes han tenido que ver con eso.
Si alguien ha pagado con sangre la corrupción en las cárceles, ha sido la familia del Inpec, que ha dejado viudas e hijos huérfanos
“Para nadie es un secreto que en los centros carcelarios existe corrupción. La Fiscalía debió investigar hace muchos años lo que está investigando ahora. Sobre todo en establecimientos como La Picota, en Bogotá, donde se concentran internos de alto perfil. Allí amenazan a los que no cometen los ilícitos. Hay paramilitares, ‘parapolíticos’, narcotraficantes, los de cuello blanco. Hay de todo, hay mucho poder en una sola cárcel. Nosotros le hemos dicho al Inpec que rote la gente, que rote el personal para no dejarlos en su zona de acción”, dice Cárdenas.
Asegura que como él ha estado siempre ligado al sindicato, no le han hecho oferta de dinero por permitir el ingreso de objetos y que los internos saben cuáles son los guardias que se dejan comprar. “Mencionar casos puntuales de internos que ofrecen plata es echarme la lápida a la espalda”.
El dragoneante afirma que no se puede señalar de corruptos a todos los integrantes del Inpec. “Puedo dar ejemplo de muchos guardias que cumplen bien con su labor”, agrega.
Pero sí se ratifica en que hay mucha corrupción en las cárceles. Para él, la solución no es acabar el Inpec y dejar la seguridad de los internos en manos de operadores privados, pues ellos también podrían prestarse para la corrupción.
“Si se deja sobornar un funcionario del Inpec que se gana un poquito más de dos millones de pesos y sabe que si la embarra tiene dos anotaciones –una disciplinaria y una penal–, qué podemos decir de un vigilante al que le van a pagar un millón de pesos”, agrega Cárdenas.
Están llegando muchachos muy jóvenes que no tienen formación y son víctimas fáciles del delincuente que los seduce
Tras 20 años de experiencia como guardia del Inpec, sostiene que a la corrupción entre presos y funcionarios de los centros de reclusión contribuye la falta de rigor en los procesos de selección y de formación de la guardia penitenciaria.
“Están llegando muchachos muy jóvenes que no tienen formación y son víctimas fáciles del delincuente que los seduce”.
Para Cárdenas, también son un problema las jornadas de trabajo de un guardia, que puede sumar 27 horas seguidas.
Esto hace, según dice, que haya funcionarios que terminan viendo como familia al interno, porque no tienen otra familia.
“Hay quienes dicen que los dragoneantes son presos con sueldo”, afirma el líder sindical.
Participaron en la realización de este informe especial: Marisol Gómez Giraldo, Editora de Justicia y Paz; Saír Buitrago, Subeditor, y los redactores Michel Quiñones, Juan Camilo Pedraza, Alicia Méndez y María Isabel Ortiz. Los audios fueron editados por Maru Lombardo, redactora y productora de pódcasts de Especiales digitales.
En Twitter: @PazYJusticiaET