Dos mujeres, madres, sufren el dolor de la insensatez de la violencia. No se conocen entre sí, pero sus hijos se convirtieron en el símbolo de las víctimas sin sentido que han dejado los desmanes registrados en el país durante las marchas de la última semana.
“La violencia desata más violencia”, aseguró en una carta que de su puño y letra le escribió Yenny Alejandra Medina al presidente Iván Duque. La mujer es la madre de Dilan Mauricio Cruz Medina, de 18 años, fallecido el lunes como consecuencia del impacto que recibió en la cabeza –el sábado 23 de noviembre– cuando el Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía (Esmad) procedió a disolver una marcha en el centro de Bogotá utilizando una escopeta que dispara una bolsas con balines.
Yenny Alejandra les pidió a los manifestantes que busquen el diálogo con el Gobierno y al Presidente le solicitó, “encarecidamente”, más oportunidades educativas, “sobre todo para aquellos jóvenes de bajos recursos, con muchos potenciales, proyectos y sueños”.
De su hijo señaló que era un joven soñador que desde muy joven “se dio cuenta de la falta de oportunidades en su hogar”.
Dilan se graduaba de bachiller del Instituto Ricaurte, el lunes, el día que falleció, y su hermana Denis, después de la muerte del joven, a nombre de la familia hizo un llamado a la reconciliación: “Lo que quieren nuestras generaciones es paz, no más ataques a nosotros mismos, no más violencia ni crueldad, no más atropellos contra el otro”.
Paralelo a ello, en Neiva, Huila, desde la tarde del 26 de noviembre una mujer no se aparta de la cama en la unidad de cuidados intensivos del hospital universitario, donde está recluido su hijo, el patrullero de la Policía Arnoldo Verú Tovar, de 43 años.

El patrullero Arnoldo Veru Tovar de 43 años, se encuentra en delicado estado de salud en Neiva.
Policía Nacional
Verú está en estado crítico pero estable. Lo atienden por las graves heridas que le dejó el impacto de un explosivo no convencional –papa bomba– en medio de los desmanes registrados en inmediaciones de la Universidad Surcolombiana.
El patrullero vive con su mamá y su hermana, a quien apoya con sus estudios de Medicina. Las mujeres han venido recibiendo la asesoría de la psicóloga de la institución. “Anímicamente están muy golpeadas por la situación”, dice uno de los compañeros de Verú, ya que como familia no se explican “cómo pudo sufrir un ataque tan cruel, si él es tan especial y colaborador con la comunidad”.
EL TIEMPO