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Delitos

El ‘Alacrán’: la vieja guardia del crimen vuelve a las andadas

Henry Loaiza.

Henry Loaiza.

Foto:William Loaiza

Algo debe estar mal si capos que han estado presos se arriesgan nuevamente a volver a la cárcel.

Jhon Torres
El más sanguinario de los capos del norte del Valle apareció hace algún tiempo en tierras del Putumayo posando de pastor evangélico. Ese supuesto renacimiento espiritual, dicen Fiscalía y Policía, era en realidad una fachada para sacar cocaína de ‘la Constru’ (la banda criminal más poderosa de esa región, que tiene décadas y trabajaba igual para el frente 48 de las Farc como para los antiguos paramilitares) hacia el Cauca y de allí, al Pacífico.
Se entregó en 1995, lo sentenciaron a 18 años por narcotráfico y conformación de grupos ilegales y estuvo a punto de salir libre varias veces antes de que, por fin, fuera condenado por su mayor crimen: la masacre de Trujillo, Valle, donde muchas de las víctimas fueron asesinadas con motosierra. De esta última condena, de 30 años, apenas cumplió una pequeña parte. Por eso andaba libre por el Putumayo hasta esta semana.
El ‘Alacrán’, al igual que ‘Popeye’, el jefe de sicarios de Pablo Escobar, pasó casi 20 años de su vida en prisión. Y salió, también, con la mira puesta en volver a las andadas.
Con ellos fracasó nuestro sistema carcelario en una de sus funciones fundamentales: resocializar a los condenados y devolver personas de bien a la sociedad.
Pero no es un asunto solo de grandes capos. Por cuenta de nuestro muy imperfecto aparato de justicia y de seguridad, a las cárceles no llegan todos los que deben estar por fuera de las calles.
Pero cuando van presos, lo que pasa muchas veces es que los delincuentes más redomados siguen manejando sus negocios desde adentro, y los que no lo eran terminan de graduarse en el crimen.
El 20 % de los que hoy están en una cárcel (17.165 personas, de un total de 82.604), el 14,5 % de los que tienen prisión domiciliaria y el 12,59 por ciento de los que tienen sistemas de monitoreo (como brazaletes) suman al menos una captura o una condena anterior.
Según las estadísticas del Inpec, el hurto, el narcotráfico, el concierto para delinquir, el porte ilegal de armas y el homicidio son los delitos de mayor reincidencia.
Por supuesto, no es con programas de redención de penas como un país logra que los grandes capos dejen de serlo después de haber pisado una prisión. Eso se logra con la extinción de sus fortunas ilegales, el desmantelamiento de sus redes del crimen y con la aplicación efectiva de las condenas. Pero algo debe estar funcionando mal en nuestra justicia si en lo primero que piensan quienes han pasado décadas tras las rejas es en arriesgarse a volver a la cárcel.
JHON TORRES
Editor de EL TIEMPO
En Twitter: @JhonTorresET
Jhon Torres
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