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Delitos

La historia de la condena a un sacerdote por abusar de niña de 12 años

Cuando comenzaron a destaparse las ollas podridas de la Iglesia Católica, varios medios y personalidades recordaron las palabras pronunciadas por un obispo durante una entrevista en 2007. Bernardo Álvarez, obispo de Tenerife (España) en ese entonces, declaró que había menores que desean el abuso “e incluso te provocan”. Para Álvarez, sin mayor pudor en sus declaraciones, los abusos homosexuales ocurrían con “consentimiento” de las partes; y, para mayor descaro, aseguró que “si te descuidas, te provocan”.

Cuando comenzaron a destaparse las ollas podridas de la Iglesia Católica, varios medios y personalidades recordaron las palabras pronunciadas por un obispo durante una entrevista en 2007. Bernardo Álvarez, obispo de Tenerife (España) en ese entonces, declaró que había menores que desean el abuso “e incluso te provocan”. Para Álvarez, sin mayor pudor en sus declaraciones, los abusos homosexuales ocurrían con “consentimiento” de las partes; y, para mayor descaro, aseguró que “si te descuidas, te provocan”.

Foto:istock

no es hora de callar

No es hora de callar

Al menos 16 años de prisión podría recibir Arcángel Acosta Izquierdo, quien fue encontrado culpable.

Al sacerdote Arcángel Acosta Izquierdo le espera una condena de, al menos, 16 años de prisión, después de que el lunes 17 de agosto fue condenado por acceso carnal abusivo con menor de 14 años, en un proceso que duró cerca de dos años y que tiene a la familia de la menor abusada aislada de su comunidad y temerosa de lo que le pueda pasar en Miranda, Cauca.
Acosta Izquierdo fue encontrado culpable por el juzgado primero penal del circuito de Puerto Tejada, Cauca, y el monto de la pena se conocerá en septiembre. Sin embargo, el abogado que representó a la familia de la niña asegura que no ha sido trasladado a una cárcel, y que al contrario está pasando su reclusión en una casa del municipio.
El 12 de octubre de 2018 fue cuando ocurrieron los hechos que cambiaron la vida de la de la niña y su familia. Para ese entonces la menor tenía 12 años. Tanto ella, como sus padres, participaban de forma asidua de las actividades de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, una de las dos que hay en el municipio del norte de Cauca.
La niña era monaguilla, participaba de la pastoral juvenil, y sus padres también apoyaban bazares y otras actividades alrededor de la Iglesia. Así lo cuenta el abogado Elmer Montaña. “Su vida social estaba circunscrita a las actividades de la iglesia”, dice, y por eso tenían “una enorme confianza” con el sacerdote Acosta Izquierdo.
Ese día, el cura llamó a la familia para pedir la ayuda de la niña en una actividad que estaban preparando para la mañana siguiente. Habló con la madre de la menor, le explicó que requería su apoyo con labores de papelería como sacar fotocopias, y que si podían llevarla hacia el mediodía. Como la relación era cercana, accedieron, y el papá de la niña la llevó a la parroquia.
La menor entró a la casa cural, donde no había nadie más. En medio de la conversación, el sacerdote le dijo que subieran a la habitación a hablar. Lo que ocurrió allí “terminó con el hecho de que el tipo accedió carnalmente a la menor”, resume el abogado Montaña.
Después, el sacerdote salió y la niña pasó la tarde en las actividades para las que la había llamado, pero con el paso de los días, empezó a sentirse incómoda con lo que había sucedido. Por eso, se lo contó a una compañera de su colegio que, a su vez, le contó a la psicóloga de la institución educativa y esta, por su parte, a la rectora. Desde el colegio activaron la ruta para este tipo de casos y llamaron a los padres, quienes quedaron “absolutamente consternados” y, de inmediato, dejaron de ir a la iglesia.
Flor Liliana Yatacué, madre de la niña, dice que está “contenta porque se hizo justicia”. En el proceso, toda la familia fue señalada de mentir, de querer perjudicar al párroco de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, pero el fallo condenatorio contra el sacerdote mostró que la familia tenía razón en sus denuncias.
Desde entonces, no han salido mucho “por el mismo temor de que la gente de la comunidad quiera actuar”, cuenta la madre de la niña. Durante el proceso recibieron insultos y todo el pueblo supo lo que había pasado, porque como ella misma dice, “pueblo pequeño, infierno grande”.

El temor que tenemos es que se vaya a fugar

El abogado Montaña cuenta que, incluso, a una trabajadora social que trabajaba en la Alcaldía dejaron de renovarle su contrato por haber acompañado a la familia, y dijo que a la familia se acercaron feligreses con ofrecimientos de dinero para que retiraran las denuncias. Pero no accedieron. Querían justicia para su hija.
Por el delito por el que condenaron al sacerdote Acosta Izquierdo, la pena mínima sería de 16 años, señala Montaña, sin rebajas más que por trabajo y estudio, por lo que pasaría al menos 11 o 12 años en prisión. “El temor que tenemos es que se vaya a fugar”, dice, por las condiciones en las que estuvo y sigue recluido, sin vigilancia en una casa de Miranda.
En el proceso fueron determinantes los testimonios, tanto de la niña como del padre y la madre, coincidentes entre sí, que no permitían suponer ningún interés ajeno en su denuncia, explica el abogado. También lo fueron los peritajes psicológicos y las declaraciones de las personas que atendieron a la menor en el colegio. La defensa, por su parte, usó como estrategia el silencio absoluto del cura y trató de señalar que el abuso había sido cometido por otra persona.
Durante el proceso, el abogado Montaña averiguó si otras menores de edad habrían podido ser víctimas del sacerdote Arcangel Acosta, y aunque supo de dos niñas que el religioso trató de seducir, como no se consumó ningún acto sexual las familias decidieron no denunciar y solamente dejaron de ir a la iglesia.
Para la familia de la menor que sí fue abusada, lo sucedido significó también un “sisma” en sus creencias y costumbres, dice el abogado. La señora Yatacué asegura que vienen de familia siempre católica y que habían mantenido la fe en la iglesia, que no faltaban a misa ningún domingo, pero desde ese día la abandonaron.
Ahora, cada uno ora en su habitación. No quieren participar de eucaristías ni otras actividades relacionadas. Incluso la niña, cuenta su madre, tenía vocación de ser religiosa, pero “hasta ahí le llegó el deseo”.
El sacerdote Acosta fue suspendido por la Iglesia. En las dos parroquias del pueblo hay nuevos párrocos, pero ninguno se ha acercado a la familia que, como dice Liliana Yatacué, le queda el consuelo de que “la justicia divina no se equivocó”.

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