Este martes se cumplen dos años de uno de los hechos que más han conmovido a Colombia en los tiempos recientes: la violación y el asesinato de la niña Yuliana Samboní, de 7 años, quien el 4 de diciembre del 2016 fue víctima de Rafael Uribe Noguera, hijo de una prestante familia bogotana.
La todavía incomprensible acción de Uribe Noguera, quien paga una condena de 58 años en la cárcel de máxima seguridad de Valledupar, cambió no solo la vida de la familia Samboní, sino la de su propia familia.
EL TIEMPO indagó sobre lo que ha ocurrido con ellas en estos dos años. La familia de Yuliana nunca aceptó una compensación económica por el daño que sufrió y vive en una vereda del Cauca en medio de la pobreza. La de Rafael Uribe ha sido incluso extorsionada.
Un nuevo hijo ha aliviado el dolor de los SamboníDos años después del crimen de la pequeña Yuliana Andrea Samboní Muñoz, su familia sigue viviendo en El Tambo, una apartada vereda de Bolívar, municipio del Cauca, en medio de los recuerdos y la pobreza. De allá son y allí se trasladaron poco después de la tragedia que les provocó Rafael Uribe Noguera.
En la habitación principal de la pequeña casa en la que viven, a casi tres horas del casco urbano de Bolívar y a casi seis de Popayán, hay un espacio reservado para recordar a Yuliana.
Es un pequeño altar con dos retratos de ella en pergamino en los que se ve con corona de princesa. También hay flores rosadas, una porcelana del Divino Niño y figuritas de la Virgen que sus padres guardan como joyas.
“Uno vive marcado pensando en el dolor de lo que a ella le tocó sufrir”, afirma su padre, Juvencio Samboní, ya lejos del barrio bogotano donde perdieron a Yuliana.
Juvencio, de 30 años y quien trabaja como jornalero, cuenta que tiene problemas para que lo contraten en los sembrados naturales de su pueblo, papa, quinua o maíz, porque los vecinos creen que su familia fue reparada económicamente por la tragedia que sufrió en la capital del país.
“No me han dado nada, y no esperaba nada, pero la gente cree que recibimos indemnización”, dice Juvencio.
Lo que recibe como jornalero cuando le dan trabajo varía entre 10.000 y 20.000 pesos a la semana y ese es el único ingreso que tiene la familia.
No me han dado nada, y no esperaba nada, pero la gente cree que recibimos indemnización
En medio de las dificultades económicas, él y su esposa Nelly, la madre de Yuliana,
se reconfortan con su otra hija, Nicol Sofía, de 7 años y quien se gradúo del jardín este viernes, y Julián Andrés, el nuevo miembro de la familia y quien ya cumplió 18 meses. Le pusieron Julián para recordar a Yuliana.
Los niños son el motor de los Samboní, quienes les hablan de su hermana mayor para que su recuerdo esté presente entre ellos. La casa en la que viven en la vereda El Tambo no es de ellos, pero no pagan arriendo. Tienen permiso para vivir allí a cambio de que cuiden el predio en el que está ubicada.
La mamá de Yuliana, de 26 años, sigue muy golpeada por la tragedia que vivió en Bogotá con su hija. Visita con frecuencia la tumba de Yuliana, en el cementerio de la verda El Tambo. La limpia y le pone flores.
Para conmemorar los dos años de la muerte de su hija, este 4 de diciembre Juvencio y Nelly asistirán a una misa que pidieron en la capilla de la vereda.
El papá de Yuliana dice que todavía le parece “increíble” que en Colombia violen y maten niñas y se viva una tragedia como la que sufrió Yuliana.
Ni Juvencio ni Nelly han tenido contacto con la familia de Rafael Uribe Noguera y preguntado sobre esa posibilidad; el papá de Yuliana prefiere guardar silencio.
El apartamento 603 del edificio Equus 66, ubicado en la carrera 4 a No 66 14, en el norte de Bogotá, permanece desocupado. Ninguna persona o familia lo quiere comprar o tomar en arriendo porque allí ocurrió la violación y asesinato de la niña Yuliana Andrea Samboní.
El apartamento pertenece a la familia Uribe Noguera y lo que ocurre con él es un reflejo del giro de 180 grados que dio la vida de los padres y hermanos de Rafael Uribe Noguera, quienes pasaron de ser los dueños de una próspera constructora, respetados y apreciados por la clase alta capitalina, a ser señalados por el feminicidio cometido por el hijo menor.
Francisco y Catalina, hermanos de Rafael, enfrentarán en febrero en juicio una acusación de la Fiscalía según la cual intentaron encubrir el crimen de su hermano. Ellos afirman que demostrarán su inocencia.
Lo ha visitado dos o tres veces, son encuentros cortos pero emotivos. Madre es madre
“Francisco y Catalina no han ido a visitar a Rafael a la cárcel por dos factores. El primero, porque Rafael será llamado como parte de la defensa en el proceso y no se quiere dejar ninguna duda en su testimonio; y dos, porque no se les ve muy interesados en acompañarlo”, le dijo a EL TIEMPO una fuente cercana al proceso.
La única persona de la familia que ha visitado a Rafael es su madre, María Isabel Noguera. “Lo ha visitado dos o tres veces, son encuentros cortos pero emotivos. Madre es madre”, le dijo la fuente a este diario.
El hermano de Rafael, Francisco Uribe, pasó de integrar una prestigiosa firma de abogados, a la que renunció en medio del escándalo, a litigar de manera independiente luego de ser absuelto en abril de este año por el Consejo Superior de la Judicatura, que lo investigaba disciplinariamente por su posible participación en los hechos que rodearon la muerte de Yuliana.
Y la hermana, Catalina Uribe, está al frente de la constructora que su padre, el arquitecto Rafael Uribe Rivera, había creado con su hijo Rafael.
En medio de la crisis que enfrentó la familia, un hombre que se hizo pasar por pastor contactó a Catalina para ofrecerle apoyo espiritual. Se ganó su confianza pero terminó extorsionándola. Le exigió dinero para no hacer públicos otros supuestos hechos en los que estaría involucrado Rafael.
Según personas cercanas a la familia Uribe Noguera, esta ofreció resarcir económicamente a los padres de Yuliana Samboní con la entrega de un apartamento para que vivieran ahí, pero ellos no aceptaron.
“Francisco también ofreció crear una fundación para llevar educación a los niños de la vereda donde viven los Samboní, pero la familia los ha rechazado tajantemente, no quiere nada de ellos”, dijo la fuente.
Dibujando y haciendo origami desde su celda, en la calurosa cárcel de Valledupar, pasa sus días Rafael Uribe Noguera, condenado a 58 años de prisión por el asesinato de Yuliana Samboní. Así lo confirmó el Inpec.
El arquitecto, quien cumplió 40 años, llegó a ese penal el 3 de febrero de este año. Al principio fue muy difícil acostumbrarse a las condiciones de la prisión de mayor seguridad en el país. Uribe Noguera fue trasladado de la cárcel La Picota en Bogotá, donde estaba desde su captura, tres días después del crimen. Allí, los presos no lo querían.
Y al parecer, en La Tramacúa tampoco fue muy bien recibido en un principio, aunque hoy es uno más del pabellón en el que viven los mayores violadores en serie y asesinos del país.
Se acostumbró y, como todos, sale una hora al día a tomar el sol en la parte baja. Con la mayoría tiene una relación armónica y durante ese momento de esparcimiento inclusive juega fútbol con algunos.
Al lado de su celda, que es la primera del pasillo, duerme Alejandro Sandoval Argüello, alias Candado, jefe principal de la banda ‘los Urabeños’ en Norte de Santander, condenado entre otros delitos por homicidio. Con él es con quien mejor relación debe tener, pues comparten el televisor que está colgado en los barrotes del pasillo, entre la mitad de las dos celdas.
En esa hilera de celdas hay otros nueve compañeros con los que puede “compartir” cigarrillos, radios y otros elementos. Entre ellos, el exjefe de sicarios de Pablo Escobar, Jhon Jairo Velásquez Vásquez, ‘Popeye’.
Una de las formas que tiene Uribe para reducir su condena, una de las más altas del país, es dedicarse casi continuamente a el origami. El papel para hacer sus figuras, así como los lápices y las hojas para dibujar, son adquiridos en la ‘chaza’ o tienda rodante que pasa por las celdas dejando los productos de cada preso. En su celda, de más o menos dos metros de ancho por tres de fondo, también tiene libros, los cuales consulta constantemente para pasar el rato.
Las visitas en La Tramacúa están programadas cada ocho días; los primero tres fines de semana (sábado o domingo) entran las mujeres y el último de cada mes, los hombres. Rafael Uribe no es muy visitado.
JUSTICIA
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