La destrucción que deja el narcotráfico tiene consecuencias en el ecosistema, la salud, la seguridad y el desarrollo social de los territorios que padecen este flagelo. El narcotráfico es nuestro gran enemigo, el gran depredador con sus prácticas, insumos y métodos: acaba con la vida de compatriotas, destruye el ecosistema, llenándolo de residuos químicos y sustancias que devastan los lugares donde siembran, las fuentes hídricas y el entorno.
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Combatirlo es una tarea que hacemos con total determinación. Según el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci) de las Naciones Unidas, al finalizar el 2019 se registraron en Colombia 154.000 hectáreas sembradas con coca, cifra que, aunque representa una reducción del 9 % comparado con el 2018, y se aleja de la cifra pico del 2017, cuando se presentaron 171.000 hectáreas, aún sigue siendo alarmante.
Por eso, reitero, no hay duda de que los cultivos ilícitos son el combustible para las economías ilegales en las regiones, donde las comunidades padecen la violencia e intimidación por parte de los grupos criminales que disputan el control del negocio. En 2019, de acuerdo con el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), 176 municipios del país registraron cultivos de hoja de coca; en 2020, 166 de estos presentaron 3.221 casos de presuntos homicidios, de los cuales 2.781 tuvieron como posible causa el uso de arma de fuego.
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A 31 de marzo de 2021, en 119 de estos 176 municipios se registran 816 presuntos homicidios, de los cuales 716 tienen como posible causa el uso de arma de fuego. La información sobre presuntos homicidios corresponde a los años 2020 y 2021 y hace parte de la estadística delictiva de la Policía Nacional, que es consultada por el Observatorio de Drogas de Colombia.
La aspersión aérea no es un problema, es una solución ante la actitud criminal del narcotráfico contra el medioambiente
Respecto del daño ambiental, para el 2019 se detectaron 9.296 hectáreas deforestadas por cultivos de coca, en 14 departamentos. El Ideam reveló que para el 2019 se contaba con 12 núcleos de deforestación, y una de las causas directas eran los cultivos ilícitos. ¿Queda duda frente al daño que estos delincuentes les hacen a nuestros recursos naturales?
En consecuencia, la aspersión aérea no es un problema, es una solución ante la actitud criminal del narcotráfico contra el medioambiente. Se contempla una aspersión con precisión, buscando llegar directamente a los cultivos que se quieren destruir, sin afectar su entorno.
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Además, hay que considerar el costo de las diferentes modalidades de erradicación de cultivos ilícitos. Por ejemplo, según los análisis hechos por el Ministerio de Defensa con base en los antecedentes de la aspersión hasta el 2015 y comparados con el costo operacional, según datos actuales, la aspersión aérea de cada hectárea sembrada con cultivos ilícitos resulta más económica que cualquier otro método de erradicación, sin sacrificar la efectividad.
La aspersión aérea de una hectárea tiene un costo de 1,8 millones de pesos mientras que la erradicación manual cuesta 4,8 millones de pesos.
Pero no solo el factor económico es determinante en la toma de decisiones; lo más importante es el costo humano que tiene la lucha contra este flagelo, toda vez que al usar ese método la exposición del personal de la Fuerza Pública es mínimo.
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Como se ha comentado en otros escenarios, este país ha perdido muchos de sus hijos por acción de las minas antipersonales, los artefactos explosivos improvisados dispuestos para proteger los sembradíos de coca y francotiradores de organizaciones ilegales que atentan contra las personas que adelantan la labor de erradicación.

Ruiz considera que la aspersión aérea no es un problema sino una solución al narcotráfico.
María Paula Tijaro. Minjusticia
Así mismo, se busca disminuir la cantidad de hectáreas de coca con la sustitución de cultivos ilícitos por lícitos. Las cifras de áreas sembradas son históricas, el daño ambiental es irreversible y sería catastrófico no controlarlo.
Para sembrar una hectárea de coca se destruye casi el doble de selva y bosques, una vez asentado el cultivo se contaminan los suelos y fuentes hídricas por la aplicación de insumos agrícolas propios de la producción, que en ocasiones incluye el mismo glifosato para el control de malezas y en el procesamiento de la cocaína se usan químicos cuyos desechos son arrojados a las fuentes hídricas.
También es necesario aclarar que la Corte Constitucional no prohibió la aspersión con glifosato; la Corte, en su sentencia T-236 y en el auto 387, ordenó al Consejo Nacional de Estupefacientes no reanudar el ‘Programa de erradicación de cultivos ilícitos’ mediante aspersión aérea con glifosato (Pecig), que se encontraba suspendido desde el 29 de mayo de 2015 por decisión de ese organismo hasta que se cumplieran unas características mínimas para tener en cuenta antes de autorizar la reanudación de las operaciones.
No hay duda de que los cultivos ilícitos son el combustible para las economías ilegales en las regiones, donde las comunidades padecen la violencia e intimidación
Por otra parte, la permanencia en el tiempo de estos cultivos que consumen nutrientes específicos del suelo los vuelve infértiles y afecta la posibilidad de recuperar la capa vegetal y finalmente la cantidad de sustancias que utilizan para extraer la pasta base de coca y el clorhidrato de cocaína son vertidos sin consideración alguna en los suelos adyacentes, envenenando el futuro de las próximas generaciones.
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Para enfrentar el problema del narcotráfico y las drogas, el Gobierno Nacional formuló la Política Ruta Futuro, que consiste en una intervención integral, equilibrada y eficaz que ataca con rigor toda la cadena criminal del narcotráfico, acompañada de programas de desarrollo territorial, social, ambiental y económico. Esta política se sustenta en cinco pilares: reducir el consumo de drogas y su impacto, reducir la disponibilidad de la droga, desarticular y afectar las estructuras criminales, afectar las economías y rentas criminales y generar condiciones territoriales para impulsar las economías lícitas rurales y urbanas.
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Ruta Futuro establece que el Gobierno debe utilizar todas las herramientas disponibles para combatir los cultivos ilícitos, y la sustitución es una de ellas. En caso de que se tome la decisión de reactivar el método de aspersión aérea, no se dejarán de implementar los demás mecanismos como la erradicación manual, la sustitución y la aspersión terrestre.
No podemos perder de vista que el enemigo número uno es el narcotráfico, que ha afectado al país durante décadas en muchos aspectos, generando además violencia en las regiones con influencia de cultivos ilícitos, por eso tenemos que estar unidos para combatir las organizaciones dedicadas al negocio de las drogas ilícitas.
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Como Estado debemos hacer uso de todos los mecanismos disponibles y legales para erradicar las plantaciones de coca, por supuesto de manera controlada, como se pretende hacer, para no afectar la salud ni el medioambiente. Al daño generado por el narcotráfico, a su devastación y deforestación lo seguiremos enfrentando para llegar luego a esos territorios con reforestación, con programas de guardabosques y con alternativas de sustitución de cultivos. Todo como una gran estrategia.
El país tiene que combatir el narcotráfico con todos los mecanismos disponibles. Este Gobierno quebró la tendencia de crecimiento de los cultivos de coca y es claro que se debe perseguir cada uno de los eslabones de la cadena criminal, de la mano de programas que modifiquen las condiciones territoriales como los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (Pdet) y el ‘Programa nacional integral de sustitución de cultivos de uso ilícito’.
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No debemos dejarnos confundir. Los delincuentes que devastan el medioambiente, que le mienten al país haciéndolo creer que el enemigo es la erradicación de cultivos y no su actuar criminal, los mismos que lo único que ofrecen es desolación, sopas tóxicas y muerte, se equivocan. Ellos son el problema y ellos son los que están acabando con el ecosistema. Ellos, que son el narcotráfico, son el verdadero enemigo.
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