Manejar un bajo perfil sin escándalos y excentricidades mantuvo fuera del radar de las autoridades a José Feliciano Góngora Solís, un narco tumaqueño que se sometió discretamente a la justicia de Estados Unidos en diciembre del año pasado, convirtiéndose en el último de los llamados ‘narcos purasangre’ en ir a pagar sus culpas al exterior.
Esta semana, su nombre volvió a sonar en Colombia, gracias a una investigación de la Fiscalía que permitió la captura de 15 funcionarios, entre fiscales y miembros del CTI, que trabajaban para Góngora, conocido como ‘Chano’ o ‘el Viejo’.
La Fiscalía asegura que los capturados recibían sueldo del narco para desviar y favorecer los procesos que se llevaban contra los miembros de su organización, además de facilitar que la droga incautada se les devolviera.
Hace dos años, en Nueva York (Estados Unidos), se prendieron las alarmas por el incremento del tráfico de cocaína a través de lanchas rápidas por la costa Pacífica hacia Centroamérica. El nombre de Góngora Solís se conoció por la información que brindaron algunos narcos que están colaborando con las autoridades norteamericanas.
En el dosier que se llevaba en su contra se sindica a ‘Chano’ de mover el 80 por ciento de la droga que sale por el Pacífico. La acusación dice que era una suerte de articulador entre el ‘clan Úsuga’ y el cartel de Sinaloa. Para moverse, les pagaba gramaje (dinero por cada kilo de droga) a las Farc. Según el expediente conocido por EL TIEMPO, Góngora inició su red de narcotráfico con Gerson Camilo Torres Ramos, quien como él creció en medio de la pobreza.
Tumaco es uno de los municipios más afectados con la siembra de matas de coca (16.960 hectáreas, según Simci 2015), donde confluyen todas las fuerzas del narcotráfico, por rutas, cultivos y laboratorios.
‘Chano’ comenzó acercamientos con las autoridades de Estados Unidos a principios de octubre del año pasado, luego de la captura de Torres Ramos en una operación entre la Armada y la Fiscalía en agosto, cuando pretendía trasladar 800 kilos de cocaína junto con cuatro personas.
“Para esa fecha, ‘Chano’ era consciente de que su captura era cuestión de días. Ya le habíamos incautado 14.900 kilos de cocaína en 14 operaciones”, dijo un investigador.
Incluso le quitaron un semisumergible con 4.200 kilos del alcaloide. “Él sabía que lo estábamos buscando”, aseguró un alto mando de la Dijín de la Policía.
Un golpe colateral que recibió la red de narcotraficantes fue el asesinato, en octubre, de Yeison Segura Mina, conocido como ‘don Y’, un jefe de milicias de las Farc que montó su propia disidencia del frente 29. Él era a quien ‘Chano’ le pagaba el impuesto de gramaje, entre 140.000 o 160.000 dólares por lancha cargada de coca que saliera de la zona, a cambio, entre otras cosas, de seguridad. Esto desató una guerra interna por el control territorial.
Todo esto pesó para que el hombre se sometiera ante las autoridades como parte de un arreglo para mejorar las condiciones judiciales de uno de sus hermanos, Carlos Góngora, quien fue capturado en el 2014 y extraditado a Estados Unidos. ‘Chano’ viajó a Nueva York el 15 de diciembre y desde ese día quedó bajo custodia de ese país.
Paralelamente a la entrega de Góngora, la Dirección de Investigación Criminal, Dijín, y la agencia ICE ya tenían toda una investigación apoyada en los millonarios decomisos y capturas realizadas durante el 2016, que les había permitido identificar y ubicar a los jefes de la red. Así, desarrollaron la Operación Mar Azul, que permitió la captura hace un mes de ocho personas, entre inversionistas y coordinadores de rutas, envíos, logística, almacenaje de la cocaína y pagos.
‘Chano’ logró establecer varios contactos en Esmeraldas (Ecuador) con lancheros curtidos en las labores de altamar para capacitar a nativos del puerto nariñense en surtir combustible en aguas internacionales y diseñar rutas hacia Centroamérica, que garantizaran no ser detectados por las autoridades. Conformó una flotilla de lancheros y un buen número de lanchas rápidas para cargarlas con cocaína, de su propiedad, o del ‘clan del Golfo’, con quien Camilo Torres había conformado una sólida sociedad. En esa unión para delinquir, lograron acordar varios envíos del alcaloide para el cartel de Sinaloa.
Esta red es la precursora de enviar cocaína en sacos permeabilizados, amarrados uno a uno, pero con un GPS, para que en caso de que tuvieran que lanzar la droga en altamar, pudieran recuperarla.
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