Sobre la antigua cancha de fútbol de El Salado, corregimiento del municipio del Carmen de Bolívar, está pintado un símbolo de la paz adornado con flores y marcas de colores. Precisamente eso, la paz, es lo que quieren sus habitantes, luego de décadas de vivir en medio de la violencia.
(Este documental y la versión original de este texto se publicaron en febrero del 2020, cuando se cumplieron 20 años de la masacre)
Aquí, cada febrero se recuerda una de las masacres más dolorosas y barbáricas que se hayan cometido en Colombia. Bajo las órdenes de Carlos Castaño, ‘Jorge 40’ y Salvatore Mancuso, 450 hombres del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia empezaron un recorrido de muerte el 16 de febrero del 2000 en la zona rural de El Salado; dos días después se tomaron el casco urbano, y en un ritual macabro asesinaron y violaron sin compasión. Con los propios tambores y gaitas que estaban en el centro cultural, los hombres de las Auc celebraron cada homicidio.
Las cifras no son exactas. Algunos hablan de cien muertos, otros de 70, pero lo cierto es que ese día, en la cancha, quedaron más de 30 cuerpos que luego, cuando los paras salieron del pueblo, sus familiares sepultaron en una fosa común.
Las heridas aún están abiertas por la ausencia del Estado y la falta de reparación. Sin embargo, los sobrevivientes son tan fuertes como el almendro que está en el pueblo. Desde que tienen memoria está ahí y ha soportado todas las embestidas, así como ellos.
#EnVivo: Conmemoración 20 años, masacre de El Salado #LiveET https://t.co/G9c9ZAhAae
— EL TIEMPO (@ELTIEMPO) February 9, 2020
Por eso, un equipo periodístico de EL TIEMPO viajó hasta el corazón de los Montes de María para aportar desde la memoria. El documental 'El Salado, relato de una masacre', es la narración de una de las familias del pueblo. Las mujeres de los Velasco Garrido afrontaron el desplazamiento, el asesinato de sus seres queridos y la violación. Es solo una historia, que termina siendo la misma de todos.
En el 2019 iniciaron las grabaciones de estos testimonios y el sueño era poder proyectarlos en la misma cancha donde ocurrió la matanza.
La premier del documental inició a las 5:00 de la tarde del domingo 9 de febrero del 2020. Fue necesaria una pantalla gigante que llegó por cartera desde Cartagena (a 7 horas de camino por el estado de la vía) y una planta eléctrica para hacer la proyección. Horas antes, el grupo periodístico de EL TIEMPO que llegó desde el viernes con el resto de equipos, gracias al apoyo de la Aviación del Ejercito, limpió y organizó la cancha con ayuda de los jóvenes del corregimiento.
Con el sol escondiéndose y la temperatura disminuyendo, los saladeros se reunieron alrededor de la cancha. Tímidamente fueron llegando personas, y conglomeradas en un acto de civiles para civiles, hicieron memoria sobre lo que vivieron. “Para las víctimas y sobrevivientes, con el mayor respeto”, expresó Jineth Bedoya, quien dirige la campaña No Es Hora De Callar, cuando dio inicio al encuentro. Los rostros de los espectadores fueron la mayor muestra de que el dolor no ha sanado aún. Pero siguen firmes en su propósito de construir un mejor futuro.
Luego de la proyección, algunos habitantes le dieron unas palabras al país y a su comunidad, que empezó a agruparse fuera de la cancha. Carlos Torres, saladero y alcalde del Carmen de Bolívar, se dirigió a las más de 100 personas reunidas. A su voz se sumó la de Yirley Velasco, una de las protagonistas del documental. “Sigo viva y con las ganas de seguir luchando”, dijo firmemente a los pobladores. Soraya Bayuelo, quien pertenece al comité de comunicación de El Salado, envió un mensaje de unidad a su comunidad, que yacía ya bajo un sol tímido y fresco.
Al evento también se sumaron algunos jóvenes del colectivo ‘Coco Salado’, que trabaja a partir de la música y de los medios audiovisuales para reconstruir la historia de su territorio. “No solo hay que recordar esos momentos de tragedia, sino que es muy importante conocer quiénes fueron las personas que murieron. (…) Era gente humilde, alegre, personas que se quitaban el plato de la boca para darle a los demás”, dice Noris Torres, una joven de 17 años con una personalidad arrolladora, quien hace parte del grupo y que dedicó un canto a su comunidad.
Para los niños también hubo un espacio. Con un video beam y resguardados de los 40 grados de temperatura que por estos días azota a la región, vieron la película ‘Coco’, con una crispeta de maíz. Su cocción, muy artesanal, fue en una paila gigante y en fogón de leña. Ellos estaban felices.
Nosotros no queremos volver a esta circunstancia, a esta violencia que vivimos porque ya tenemos raíces nuevamente acá en El Salado
Dos décadas después de la masacre, los saladeros aún luchan para que su historia no se quede en el olvido y, además, para que la preservación de la memoria sea uno de los pilares que evite que vuelvan a revivir el pasado. No quieren recordarlo con dolor y angustia, sino con la firme convicción de que las generaciones presentes y venideras tienen que saber esta verdad para construir un futuro mejor.
Por ello insisten en la necesidad de que haya presencia estatal, que no solo les de respuestas y soluciones frente a la masacre, sino que les brinde alternativas y oportunidades para hacer de El Salado la tierra pujante que alguna vez fue. También exigen que esté presente para que investigue las amenazas que sus habitantes reciben hoy y que, poco a poco, quiebran más los lazos de la comunidad. Algunos, incluso, han considerado volver a dejar estas tierras en los Montes de María.
“Nosotros no queremos volver a esta circunstancia, a esta violencia que vivimos porque ya tenemos raíces nuevamente acá en El Salado. Queremos estar aquí en nuestro territorio. Y queremos defenderlo, pero necesitamos apoyo del Gobierno”, manifestó Dioselina Torres, habitante del corregimiento.
A diferencia de hace 20 años, época en la que la presencia de la fuerza pública era nula, hoy el pueblo cuenta con una subestación de policía y un puesto de la Infantería de Marina. Pese a esto, las vías sin pavimentar, la falta de un acueducto y un puesto de salud, un sistema educativo deficiente y una economía que no crece, son la muestra palpable de que el Estado colombiano sigue estando casi, por no decir completamente ausente.
La falta de presencia institucional mina las posibilidades de progreso en este territorio. Por tal razón la comunidad persiste en sus llamados a las autoridades. Han reconstruido su vida en El Salado y quieren resignificar su pasado, para así dar lecciones no solo a su pueblo sino a Colombia.
NO ES HORA DE CALLAR
El Salado - Carmen de Bolívar (Bolívar)