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El valor de las mujeres que lideran la transformación de Tumaco
Mujeres sobrevivientes de Tumaco

La casa palafítica de Silvia Caicedo es su mayor logro y orgullo.

Foto:

Juan Manuel Vargas / EL TIEMPO

El valor de las mujeres que lideran la transformación de Tumaco

no es hora de callar

Un grupo de lideresas impulsa el cambio en medio de todas las guerras de la población nariñense.

La marea trae hasta la casa de Silvia todos los desechos que encuentra a su paso. Por eso, cuando llueve es mucho más difícil vivir en este sector de la ciudadela 2.000, en el puerto nariñense de Tumaco.

Las viviendas no tienen acueducto, ni siquiera un improvisado alcantarillado; por lo tanto, no hay sanitarios, solo un hueco. Aún así, es una fortuna contar con un rancho de estos: varias tablas de madera levantadas sobre palafitos.

En una de ellas vive Silvia con su esposo, cinco hijos, un nieto y un perro; en otras están Luz Dary, Nubia, Angélica… Estas mujeres les han dado dignidad a los hogares que tienen tantas carencias; son sobrevivientes del conflicto armado colombiano, fueron marcadas por la violencia sexual, sus casos están en la impunidad, pero ellas creen en el futuro, lideran procesos en sus comunidades e intentan motivar a otras que, como ellas, conviven con los fantasmas del pasado.

Sus historias son las que se conocen porque decidieron visibilizarlas, pero las que están ocultas y ahogadas por el temor y el silencio quintuplican la cifra. Esa fue la principal motivación para que en noviembre del 2016, la campaña No Es Hora De Callar, con el apoyo de la embajada de Estados Unidos, Limpal Colombia y la casa editorial EL TIEMPO, iniciaran el Proyecto Tumaco, un espacio para empoderar a estas valientes y anónimas sobrevivientes.

Al llegar a Tumaco se perciben tres poblaciones diferentes desde el recorrido del aeropuerto hasta los lugares donde se hacen los talleres con las mujeres. Si se llega a El Morro, se vive un paisaje maravilloso, alejado del ruido y cien por ciento vacacional; la ruta al centro de la población deja al descubierto el desorden en el tráfico y las precariedades que ninguna administración ha podido solucionar; y en las zonas perimetrales, las bandas criminales y de delincuencia organizada son las que gobiernan. No hay mayor diferencia entre la Tumaco del 2003, que afrontó el coletazo del Plan Colombia y la de hoy, que sigue albergando hombres de la Fuerza Pública expertos en narcotráfico, pero sin mayores posibilidades de bajar las cifras de cultivos ilícitos y toneladas de coca procesada.

San Andrés de Tumaco, el nombre completo de la perla del Pacífico, como se le conoce, ha protagonizado todas las violencias y vivido todas las guerras: las guerrillas, el narcotráfico, el paramilitarismo, el reciclaje del paramilitarismo, la pobreza, la corrupción y el abandono del Estado, que ha permitido el avance de los grupos armados; y como ocurrió en otras decenas de lugares del país, las mujeres quedaron en medio del fuego cruzado.

El pasado

Este territorio que podría tener otra suerte si se hubieran aprovechado sus recursos naturales y ubicación geográfica cuenta con una de las tradiciones culturales patrimonio inmaterial de la humanidad: la Partería. El 7 de octubre del 2016 el Ministerio de Cultura lo ratificó oficialmente.

Sin embargo, la situación de orden público, derivada del narcotráfico y del conflicto armado que persiste pese al acuerdo de paz con las Farc, también está poniendo en riesgo este conocimiento ancestral. La situación en Tumaco se agravó en 1999, luego de que las Farc desplazaran al Eln, los narcotraficantes deforestaran gran parte de la zona selvática para ubicar sus laboratorios y los paramilitares iniciaran una avanzada que terminó en el 2000 con la llegada del jefe de las Auc ‘Pablo Sevillano’.

El frente 29 de las Farc y el bloque Libertadores del Sur sometieron y silenciaron a la población y cometieron toda clase de atropellos, asesinatos, masacres y violaciones.

Hoy, años después de que las autodefensas se desmovilizaran y las Farc iniciaran el proceso de paz, los disidentes de ambos grupos han tomado el control.

Las autoridades identifican en la población 17 grupos delincuenciales o bandas criminales y los cultivos de coca siguen en aumento. Y en el centro de esta realidad siguen haciendo resistencia las sobrevivientes.

Mujeres afro e indígenas y otras desplazadas de diferentes lugares de Nariño y el Pacífico han dado ejemplo de valentía, organizándose en grupos de víctimas, de ahorro o productivos, o simplemente liderando sus propias vidas. Algunas pelan camarón, recogen cacao, cocinan y sirven almuerzos en los restaurantes locales, venden artículos en el comercio informal o maquillan uñas y elaboran trenzas. Sueñan con tener otras oportunidades lejos de ese olvido y ese abandono, pero cerca de sus comunidades.

Por eso, la conmemoración del 25 de mayo, Día Nacional por la Dignidad de Víctimas de Violencia Sexual será allí, en Tumaco, a donde la gente –aseguran ellas– solo quiere ir para hablar de sus desgracias y no de su valor y riqueza humana. Discovery Chanel y el cantautor colombiano Santiago Cruz también se sumarán y junto a ellas diremos: No Es Hora De Callar.

JINETH BEDOYA LIMA
Subeditora EL TIEMPO

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