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Reconstruir mejor, nueva estrategia universal para reducir desastres

En el Día de la Tierra, Japón sugiere diseñar territorios cada vez más resistentes.

JAVIER SILVA HERRERA
Reconstruir mejor (build back better). Esa debe ser la política que deberán aplicar los gobiernos del mundo para enfrentar las amenazas naturales y reducir posteriores desastres, que, en la última década, dejaron 700 mil muertos, 1,4 millones de heridos, 23 millones de personas sin hogar y 1,5 billones de ciudadanos afectados, con pérdidas por 1,3 trillones de dólares según la firma alemana Munich Re.
Así lo dejó explícito la reciente declaración de la Conferencia para la Reducción del Riesgo de Desastres, de las Naciones Unidas, que se organizó en Sendai (Japón), y que toma relevancia hoy, Día de la Tierra, un planeta cada vez más inestable para los seres humanos y a raíz del cambio climático global.
Sin olvidar temas trascendentales como la reubicación de barrios, escuelas a sitios seguros, el reforzamiento de malecones en zonas costeras, así como el desarrollo de rutas de evacuación, ahora se sabe que la idea no es sólo darle trascendencia a la reconstrucción para dejar todo como estaba, sino reedificar para que los territorios sean cada vez más resistentes a inundaciones, terremotos y otras amenazas (resiliencia).
Será una necesidad, por lo tanto, diseñar una integración de la reducción del riesgo de desastres en todo el mundo, tal como le explicó a EL TIEMPO Hidemitsu Sakurai, representante residente de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (Jica), en Colombia, que ha promovido en el país y en Latinoamérica este enfoque a través de la Plataforma Regional de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres de las Américas (ver entrevista).
Pero también, explican los funcionarios de la Agencia, se debe aprender de las lecciones de otros desastres. En esta nación, por ejemplo, ha quedado en la conciencia de todos el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji, también conocido como el terremoto de Kobe, ocurrido hace 20 años, y que registró una intensidad de entre 6,8 y 7,3 grados en la escala de Richter. 6.400 personas murieron. Una tragedia que llevó, por ejemplo, a ordenar el reforzamiento de las instituciones públicas, como alcaldías y hospitales, incluso de los edificios de bomberos, tanto en sismoresistencia como en aislamiento sísmico.
Kazuma Goto, habitante de Minamisanriku, una de las ciudades japonesas más afectadas por el terremoto del 2011, muestra el lugar donde quedaba situado su hogar antes del sismo. Ahora espera la reconstrucción de su casa, en un lugar mucho más alejado de la costa. Foto: Javier Silva Herrera
Pero tal vez uno de los principales cambios sugeridos es la reducción del riesgo pensando en población especial, es decir, niños, mujeres, personas mayores y con discapacidad. Siempre asumiendo que para los desastres no hay límites. Un rostro de este último interés lo representa Maki Sato, una de las sobrevivientes del Gran Terremoto del Este de Japón ocurrido en 2011, del cual se acaban de cumplir cuatro años, la mayor tragedia para este país desde la Segunda Guerra Mundial, con 18.500 víctimas, de ellas 2.600 desaparecidas, y que originó además la emergencia nuclear en la central nuclear de Daiichi-Fukushima.
Sato, una mujer de 43 años que EL TIEMPO pudo entrevistar en Ishinomaki, una de las ciudades más afectadas por este sismo, no tenía muy claro qué hacer durante aquel desastre.
Ella trabajaba en un supermercado. Cuando el piso comenzó a agitarse y las estanterías a caer, ella salió desesperada y tuvo que pensar durante minutos hacia dónde dirigirse. Inicialmente pensó que el hospital del barrio Ogatsu-cho de esta ciudad costera, sería el lugar más seguro, allí estaban su madre y su abuela. Otra ruta, contraria a la anterior, la dirigiría hacia la escuela, donde estaban sus hijos, y hacia donde finalmente corrió. Cuando llegó, encontró a los pequeños desconcertados, no sabían qué hacer. Incluso, el plan de uno de los profesores era quedarse allí hasta que los temblores de tierra, a manera de réplicas, pasaran. Notó que sus hijos habían sido recogidos por su abuelo, quien los dirigió a una montaña cercana. Ella decidió hacer lo mismo con el resto de estudiantes en shock, sabiendo que podía llegar un tsunami. "Lleve a los alumnos a las colinas, sin el consentimiento del director. Fue sólo después de ayudar a los maestros a evacuar a todos los niños que pude pensar en el resto de mis familiares” dice. Fue entonces cuando ocurrió lo que ella temía: una ola de 24 metros arrasó todo lo que encontró. Se llevó la escuela de donde acababa de salir y el hospital, donde su madre y su abuela se habían amparado. El cadáver de esta última nunca fue hallado.
Pero su drama no termina. Vive en una casa temporal, mientras la reconstrucción culmina en toda la región, incluyendo zonas destruidas de ciudades como la propia Ishinomaki, así como Minamisanriku y Sendai, todas en la prefectura de Miyagi, y donde esas obras tomarán, al menos, otros cinco años. En todo el país hay, al menos, 80 mil personas en casas de paso y 228 mil evacuados por la contaminación radiactiva en Fukushima que no han podido regresar a sus hogares
"El dinero que nos dieron por la tierra era apenas suficiente para cubrir nuestros costos de mudanza. Pero he aprendido que no podemos depender de la asistencia pública. Si usted depende únicamente de la ayuda del gobierno, seguirá siendo una víctima durante el resto de la vida. Es necesario recuperarse, sobre todo mentalmente, para seguir adelante", añade Sato, quien considera la reconstrucción como un proceso lento.
Japón
Maki Sato, una de las sobrevivientes del Gran Terremoto del Este de Japón ocurrido en 2011, explica que es necesario hacer simulacros para preparar a la población más vulnerable, como niños y ancianos. Foto: Javier Silva Herrera
Después de la tragedia y de remover escombros, se decidió que en las principales zonas vulnerables no se ubicarán más casas, sólo industrias. Pero esto ha traído otros problemas: desacuerdos en dónde hacer la reconstrucción, dónde ubicar viviendas nuevas (la mayoría las quieren en zonas altas) y cómo hacer diques o muros que supuestamente resistirán cualquier elevación de la marea, obras que muchas veces son consideradas innecesarias, exageradas u obstáculos para el turismo o la vida diaria. “Antes que un dique, queremos nuestras casas”, agrega Sato.
La reducción del riesgo de desastres se vuelve entonces un reto con miras a implementar un desarrollo sostenible y una estrategia frente al cambio climático, teniendo en cuenta el aumento cada vez mayor del nivel del mar. Esto incluye, además, afinar la asistencia material centrada en el desarrollo de infraestructura de calidad y la promoción de la cooperación mundial y regional, porque los desastres no tienen fronteras.
Precisamente, el gobierno japonés promoverá cooperación para alcanzar estos objetivos por 4 billones de dólares y entrenará 40 mil funcionarios gubernamentales y ciudadanos locales para que sean líderes en promover la reducción del riesgo.
Esto incluye, además, incrementar el número de países con estrategias para la reducción del riesgo y perfeccionar el acceso a información sobre evaluaciones y sistemas de alerta temprana.
Kobe, en el suroriente de Japón, sufrió hace 20 años un terremoto que destruyó parte de su infraestructura. Hoy, la comunidad se involucra cada vez más con los organismos de socorro para aprender a atender emergencias. Foto: Javier Silva Herrera
‘A Colombia le hace falta trabajar en equipo’
Hidemitsu Sakurai, representante residente de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (Jica), le explicó a EL TIEMPO que aunque Japón está cada vez más preparado para atender emergencias, requiere aún más trabajo en fortalecer el territorio para nuevas amenazas como terremotos. Resalta la capacidad de trabajo de los colombianos y algunos proyectos de asistencia que Jica mantendrá en el país.
Hidemitsu Sakurai, director de la Agencia de Cooperación Japonesa (Jica).
¿Cuál cree que fue la principal lección que recibió Japón del terremoto del 2011 y en general de otros acontecimientos que han afectado su territorio?
Que debemos reconstruir con mayor eficacia. No se trata de dejar todo como estaba, sino de dejar todo en un mejor estado. La comunidad en Japón está muy preparada para enfrentar desastres, terremotos por ejemplo, pero es necesario reforzar ese conocimiento y hacer más simulacros.
¿Qué ha sido lo más difícil de la reconstrucción del país tras este terremoto, obras que aún están avanzando y podrían quedar listas en cinco años?
Recuperar la mentalidad positiva de la gente. Después de 20 mil muertos, la ciudadanía ha quedado conmocionada y ha sido difícil que el pueblo se reponga.
¿Qué debe aprender Colombia de la experiencia japonesa frente a los desastres que ha afrontado?
Reducir su vulnerabilidad. Alcaldías, gobernaciones e instituciones deben trabajar juntos para identificar las zonas más frágiles y reubicar aquellas zonas que están más expuestas a los desastres.
Los desastres muchas veces superan la imaginación, superan en ocasiones cualquier obra de prevención por más ambiciosa que sea. ¿Cómo cerrar esa brecha entre los planes para enfrentar los desastres y su impacto, que es cada vez mayor?
Construyendo sociedades más resistentes, con más inversión. Perfeccionando la prevención, pero a la vez, la atención, su mitigación, con una coordinación, cada vez más afinada, de las instituciones encargadas. Japón, por ejemplo, está analizando cómo aumentar su inversión en la prevención de los desastres.
¿Cuáles son los principales planes de la Agencia de Cooperación Japonesa (Jica) en su apoyo a Colombia ante los desastres o frente a otros temas ambientales?
Llevamos 30 años apoyando a Colombia. Y lo que queremos es darle continuidad a los planes que tenemos, sobre todo para mitigar la desigualdad, queremos apoyar al país para que construya sociedad con equidad. Fortalecemos el programa de voluntarios japoneses que llegan al país para aportar conocimientos. La aplicación de tecnologías más avanzadas para fortalecer la investigación y la respuesta a la actividad sísmica y el monitoreo de deforestación, así como un tema de inclusión social de las víctimas del conflicto y con discapacidad. También, queremos apoyar a Colombia en la reducción de los riesgos de inundaciones, esto principalmente en la cuenca del Magdalena-Cauca y desarrollamos un proyecto piloto en la cuenca del río Negro, en Útica (Cundinamarca).
¿Qué debería copiar Japón de Colombia?
El valor de la gente y su capacidad de trabajo. Colombia no es un solo un país de recursos naturales, es el país de los recursos humanos, aquí hay mucha capacidad humana, pero les hace falta trabajar más en equipo.
JAVIER SILVA HERRERA
Redactor de EL TIEMPO
JAVIER SILVA HERRERA
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