A la medianoche de este lunes comenzará a escribirse, por fin, un capítulo de la historia de Colombia que el país había buscado desde hace 32 años, cuando el presidente Belisario Betancur hizo el primer intento de negociar la paz con las Farc.
En ese momento comenzará el cese del fuego bilateral y, lo más importante, definitivo, entre esa guerrilla y las Fuerzas Militares del país, tras 52 años de enfrentamiento armado.
Este es un adelanto de la implementación del Acuerdo Final de Paz que el Gobierno y las Farc lograron el miércoles, después de tres años y nueve meses de complejas negociaciones en La Habana mientras Colombia se polarizaba frente al proceso de paz.
El misterio sobre lo negociado en Cuba quedó develado el jueves, con la publicación del texto de 297 páginas del Acuerdo Final.
Sin embargo, esto, lejos de cerrar el debate político que rodeó el diálogo para terminar el conflicto armado más antiguo de América Latina, lo llevará a su punto más alto al calor de las campañas para el plebiscito.
El mismo jueves, el presidente Juan Manuel Santos entregó el Acuerdo Final al Congreso, con lo que comenzó a correr el plazo para que el 2 de octubre –en cinco semanas, a partir de este domingo– los colombianos acudan a las urnas para decir ‘sí’ o ‘no’ a lo pactado con las Farc.
Mientras los partidarios y los opositores del proceso de paz hacen sus campañas, esa guerrilla tendrá, entre el 13 y el 19 de septiembre, su décima y última conferencia como grupo armado. En ella formalizará su decisión de transformarse en un movimiento político. (Lea también: 'Este acuerdo nos da la oportunidad de construir un país mejor')
Lo que sigue, es el acto en el que el presidente Santos y el máximo jefe de las Farc, ‘Timochenko’, firmarán la paz.
Para el mundo, la foto de ese acto simbolizará el fin de la guerra entre el Estado colombiano y una organización de origen campesino que se alzó en armas en 1964 y que ha sido protagonista central de la historia de dolor que ha vivido Colombia desde entonces.
Para el país, ese hecho, que tendrá lugar entre el 20 y el 30 de septiembre, será también un acontecimiento político porque coincidirá con los últimos días de campaña por el ‘sí’ y el ‘no’.
El día 'D'Muchos se preguntan qué pasará en el hipotético escenario de que gane el ‘no’ y las Farc ya estén concentradas en los 28 puntos finalmente elegidos para la verificación del cese del fuego y del desarme. La respuesta es que eso no va a ocurrir. (También: 'La verdadera paz empieza con el No')
Y no sucederá porque, según el Acuerdo Final, el desplazamiento de los guerrilleros a los puntos de ubicación deberá comenzar cinco días después del día ‘D’, que es el momento en que se firma la paz, y tendrá que concluir el día D+30.
Si Santos y ‘Timochenko' suscriben la paz entre el 20 y el 30 de septiembre, como está previsto, el grueso de los combatientes de las Farc llegará a los puntos de concentración después del plebiscito. Es decir, cuando ya se conozca el resultado de esa consulta y estén seguros de que la paz pactada en La Habana no tendrá marcha atrás.
Hay que recordar que este era un tema de discusión entre el Gobierno y las Farc. Esta guerrilla sostenía que no comenzaría su concentración hasta saber el resultado del plebiscito.
Reforma, no revoluciónMás allá de la logística del fin del conflicto, el Acuerdo Final anunciado el miércoles en La Habana es un documento que, en esencia, es apenas una hoja de ruta para saldar la deuda histórica que tiene el país con el campo. Los 3 millones de hectáreas que se entregarán a campesinos sin tierra representan solo el 5,8 por ciento de la superficie agropecuaria del país, pero son un punto de partida para atacar la inequidad en el sector rural. (Lea también: Fiscalía rastrea bienes de Farc en el exterior)
Esto, siempre y cuando se hagan en el campo las inversiones en vías, energía, acueductos, escuelas, centros médicos y viviendas prometidas en el acuerdo.
Se trata, finalmente, de una reforma rural que se debió haber hecho hace muchos años. Sería absurdo oponerse a esto.
Los partidarios del ‘no’ al Acuerdo de Paz han puesto su acento en una supuesta impunidad para los jefes de las Farc que cometieron delitos graves y en la posibilidad de que estos puedan hacer política.
Pero lo cierto es que todos ellos serán juzgados y sentenciados por el Tribunal para la Paz. La única diferencia es que la sanción no será cárcel sino restricción de movilidad y trabajo para las comunidades.
Y es un hecho que los jefes guerrilleros podrán postularse al Congreso desde las elecciones legislativas de 2018 –solo por dos periodos les garantizan 10 cupos en el Congreso–, pues la negociación se trataba de cambiar las armas por la política, como lo hizo, por ejemplo, el expresidente Pepe Mujica en Uruguay. (También: 'La verdadera paz empieza con el No')
La ayuda económica que se entregará a cada excombatiente de las Farc no es distinta a la que se dio en su momento a cada exparamilitar que entregó las armas en el gobierno del expresidente Álvaro Uribe.
Si los guerrilleros de las Farc que dejan las armas sumaran 15.000, el Estado invertirá en su reincorporación unos 370 mil millones de pesos. Esto equivale a lo que cuestan seis helicópteros Black Hawk artillados. Es obvio que se necesita mucho más dinero para hacer la guerra que para hacer la paz.
Estas son las cuentas que tendría que hacer cada colombiano ahora que el Acuerdo de Paz y el fin de las Farc como guerrilla dependen de su voto.
MARISOL GÓMEZ GIRALDO
Editora de EL TIEMPO
En Twitter: @MarisolGmezG