“Una noche oscura de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos”, cuenta Víctor Frankenstein antes de que su criatura, por fin, cobre vida frente a sus ojos. Esa fue la primera imagen que la inglesa Mary Wollstoncraft Godwin Shelley describió al cultivar la historia de un científico entusiasta que daría ‘la chispa de vida’ a un cuerpo hecho de cadáveres.
Con tan solo 18 años, Shelley creó lo que hoy es el inicio del cuarto capítulo de ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’, la novela nacida de esa particular chispa de inspiración que, este año, cumple 200 años de haber sido plasmada en el papel.
Existe una certeza empírica de que fue el 16 junio de 1816 el día en que Shelley imaginó por primera vez al doctor Frankenstein -según ella misma cuenta en el prólogo de la edición de ‘Frankenstein’ de 1831-.
Según un artículo que publicó la revista especializada en astronomía Sky & Telescope hace cinco años, el astrónomo Don Olson y su equipo de investigación de Texas State University se dedicaron a estudiar los ciclos lunares en el 2010 para establecer cuál noche de junio tendría la luna llena cuya luz atravesaba la ventana del cuarto de Mary Shelley en la mansión de Villa Diodati en Ginebra, Suiza, mientras desarrollaba la idea de ‘Frankenstein’ en su mente; ocasión que, de hecho, es también descrita en el prólogo de la novela.

El poeta Lord Byron rentó esta mansión en Suiza en 1816 (conocido como 'el año sin verano' debido a las condiciones climáticas) en el que Mary Shelley ideó su más célebre novela, 'Frankenstein o el moderno Prometeo'. / Foto: Archivo particular.
La anécdota es conocida por todo aquel que busque información mínima sobre la obra: Villa Diodati, la mansión suiza, fue rentada por el poeta inglés Lord Byron, quien tenía planeado pasar el verano allí con su médico personal (y escritor) John Polidori, con Mary Shelley y su esposo, Percy Shelley. Sin embargo, el clima del planeta les falló: el 1816 es llamado en la historia ‘el año sin verano’; fue una temporada en la que el sol no apareció por Europa debido a los cambios climáticos que generó la erupción del volcán Tambora, desde Indonesia.
Gracias a que la estratósfera se cubrió de las partículas de aquél fenómeno natural, los escritores juegan a crear una historia de horror en la mansión.
De aquél reto literario de hace 200 años, “‘Frankenstein’ es realmente el único texto bien logrado”, explica la profesora de teoría literaria María Mercedes Andrade, de la Universidad de los Andes. “Es muy interesante que haya sido ella, que no era escritora profesional, la que haya hecho algo que marcó tanto la cultura popular como ese libro porque durante mucho tiempo fue un texto mal visto, especialmente, porque lo había escrito una mujer”, remata.
Así, podría decirse que el contexto de la creación de ‘Frankenstein’ respira el ambiente perfecto: en un año en el que el sol no apareció -pero sí la luna llena-, dentro de una mansión oscura en la que John Polidori también ideó ‘El vampiro’ -texto que la Universidad del Estado de Arizona califica como “la primera novela sobre vampiros en la historia”-, al lado del Lago de Ginebra, a las afueras de la capital suiza, Shelley imaginaría al ‘demonio’, al ‘monstruo’, la ‘criatura’ que hoy seguimos recordando gracias a adaptaciones cinematográficas tan populares como la de James Whale (de 1931).
Más de 130 inspiraciones fílmicas surgieron de la creación de Shelley desde 1910, cuando salió el primer cortometraje relacionado a ‘Frankenstein’ (ni hablar de las reinterpretaciones en cómics de Marvel, teatro y ballet) no se trata del único escrito del que vivió su autora.
‘Frankenstein’ no se publicaría hasta el año nuevo de 1818, y aún así aparecería sin el nombre de Mary Shelley. Quién sabe, mientras tanto, qué otros terrores pudieron haberla inspirado a vivir de la escritura para producir ciertos textos que podrían ser más inquietantes que aquél que la inmortalizó hasta nuestros días...
Shelley y el germen de la ciencia ficciónLa madre de Mary Shelley, Mary Wollstoncraft, es conocida en el mundo por haber publicado ‘Vindicación de los derechos de la mujer’ en 1792: uno de los pilares de la defensa del derecho de las mujeres a educarse como los hombres, situación que reaccionaba al contexto del siglo XIX inglés en el que ellas no recibían formación más allá del trabajo doméstico.
Por otro lado, a diferencia de su madre, Mary Shelley quedó en la memoria colectiva por ser una de las voces fundadoras tanto del género del terror como de la ciencia ficción. Eso ocurrió solamente gracias a ‘Frankenstein’ aunque, al respecto, los académicos continúan teniendo incontables debates.
Por ejemplo, Noemí Novell Monroy, doctora en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Autónoma de Barcelona, explica a EL TIEMPO que “el monstruo de Frankenstein en el cine, cuya versión quizá más duradera para nuestro imaginario cultural es la de James Whale (1931), está mucho más relacionada con el terror que con la ciencia ficción. Desde el principio de la película de James Whale hay un llamado específico a la audiencia a tener miedo, a horrorizarse frente a lo que verá en la pantalla”, explica.
Por su parte, el académico y columnista Camilo Hoyos, cuenta que “en muchos ámbitos, ‘Frankenstein’ es considerada la primera obra de ciencia ficción. Es evidente que en la novela perseguir el conocimiento de la ciencia es uno de los grandes elementos. (De hecho) se trata de un científico que quiere pasar las fronteras para poder llegar al secreto de la vida”.
Esta es la razón por la que Novell Monroy también añade, por su parte, que la novela “aporta la figura del científico que no se detiene ante nada para conseguir sus objetivos y que no parece reparar en consideraciones éticas al rechazar a su criatura; aporta, también, la figura de la criatura (el monstruo) que piensa y siente y, sobre todo, que le exige a su creador que se responsabilice de sus acciones”. La ciencia ficción aún se dota de este tipo de características hoy.
Curiosamente, Shelley también tuvo su aproximación directa a uno de los escenarios de este género, el apocalipsis, tendencia que recientemente, hacia el 2012, era conocido desde el cine por su inspiración en el fin del calendario maya y las teorías de Nostradamus.
‘El último hombre’ (1826) es el resultado de Shelley de ese interés por el fin de la Tierra y pudo haber sido un resultado de la fatalidad: se publicó cuatro años después de que su esposo Percy Shelley se ahogara por accidente. La trama del texto está situada en nuestro siglo XXI: gira en torno a seis personajes que son parte de una supuesta última generación de seres humanos en la Tierra en una sociedad que está siendo destruida por una plaga.A su vez, la novela plantea una Inglaterra gobernada por una élite oligarca y una serie de romances entre los personajes que interfieren con sus intereses políticos.
Pero además de explotar la imaginación en temas hoy comunes en los filmes y libros de ciencia ficción, Mary Shelley también escribió sobre temas más delicados y controversiales. El incesto es uno de ellos. Tal es el caso de ‘Matilda’, la segunda novela después de ‘Frankenstein’ que escribió el verano después de la muerte de su hijo William en 1819.
El libro es narrado desde el lecho de muerte de Matilda, quien explica la profunda declaración de amor que su padre le hizo; al mismo tiempo, relata cómo era su relación amorosa con el poeta Woodville. Sin embargo, este vínculo con Woodville no logra borrarle la confesión de su padre de la cabeza.

'El último hombre' (1826) (izquierda) es una novela apocalíptica en la que Mary Shelley plantea un escenario imaginario en el que la Tierra es arrada por una plaga en el siglo XXI. Por su parte, el libro 'Matilda' (1820) (izquierda) es una ficción que gira alrededor de un amor romántico entre un padre y su hija. / Foto: Archivo particular.
William Godwin, el padre de Mary, recibió el libro por parte de su hija. No se lo devolvería en vida. Esa fue la razón por la cual el texto no se publicó hasta 1959 por la editora Elizabeth Nitchie, de la Universidad de Carolina del Norte (EE. UU.), según se explica en la primera edición de ‘Matilda’, transcrita a internet por el Proyecto Gutenberg (que alberga más de 50.000 textos que fueron publicados en papel previamente).
En esa introducción, Nitchie afirma en la introducción del texto que “los tres personajes principales (Matilda, su padre y el poeta Woodville) claramente son Mary, William Godwin y Percy Shelley (respectivamente)”. Aclara que, aunque la trama no es autobiográfica, “ciertamente fue extraída de la realidad”.
La comparación entre la biografía de Shelley y sus textos de ficción existe desde que ella misma los escribió, ya que redactó en varios diarios cómo se sentía al respecto a la hora de plasmar sus ideas en papel. Sin embargo, el enlace no es explícito. Se sabe que ella y su esposo tuvieron cuatro hijos: la primera niña murió a los 11 día de nacida, en 1815.
Al respecto, Anne Mellor -profesora especialista en literatura inglesa y estudios de la mujer de la Universidad de California, EE. UU.- escribió en su libro ‘Mary Shelley: su vida, su ficción, sus monstruos’ que el 19 de marzo de ese año, la autora escribiría en sus diarios: “Soñé que mi pequeña bebé volvía a la vida; que solo había estado fría, que la acariciábamos frente al fuego y vivía. Despierto, y no había bebé”.
Un año después, su hijo William nacería para ser llevado por la malaria en 1819. Su hermana Clara, que vio el mundo en 1817, moriría de disentería un año antes que William. Podría haber sido esta cantidad de tragedias la que llevó a Shelley a redactar una novela como ‘Matilda’.
La fatalidad continuó: en 1822, Mary Shelley tendría un aborto espontáneo que, además, casi le quitaría la vida a ella. Eso le había pasado a su madre, Mary Wollstoncraft, un poco más de una semana después de dar luz a ella; así lo cuenta la biografía de esa autora escrita por la académica inglesa Lyndall Gordon, conocida por redactar la vida de escritoras inglesas como George Elliot y Virginia Woolf.
Solo un hijo de Shelley sobrevivió: Percy Florence Shelley, quien vivió 70 años. Y aunque tuvo una relación cercana a su madre, la génesis de aquella familia desmembrada por la tragedia ya había estado marcado por otras muertes. De hecho, en 1814, cuando su esposo y padre de sus hijos Percy Shelley se enamoró de Mary, él aún estaba casado con su primera esposa, Harriet Westbrook.
La exposición ‘El fantasma de Shelley’, avalada por las universidades de Oxford y Nueva York, explica que fue el suicidio de Harriet en 1816 (año en que Mary Shelley escribe ‘Frankenstein’ y cuando ya había muerto su primera hija), lo que le abrió el paso a los enamorados para casarse de manera legítima. En su página web está disponible la carta que la ex Shelley escribió antes de ahogarse.
Aquello que tiene que ver con la biografía de la autora, junto con el valor de sus textos -e, indispensablemente, de ‘Frankenstein’-, “no llegaron a ponerse a la luz plena de academia literaria hasta el siglo XX”, explica la profesora de la Universidad de los Andes, María Mercedes Andrade.
Podríamos continuar indagando en la vida y obra de Shelley incansablemente. Así, si bien seguiremos teniendo dudas y curiosidades respecto a Shelley y sus obras, cuando miremos al cielo podríamos recordar que hay una galaxia que, en julio de este año, fue nombrada UGC 1382: un cúmulo hecho de partes que se formaron en momentos distintos antes de juntarse en un solo cuerpo. Podríamos recordar que por eso los astrónomos que la descubrieron la apodaron ‘Frankenstein’.

La galaxia UGC 1382, denominada 'Frankenstein', vista con luz óptica (izquierda), con luz ultravioleta agregada (centro) e incluyendo la zona de gas de hidrógeno, vista en verde (derecha). / Foto: NASA.
MARÍA EUGENIA LOMBARDO
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