Se llama Carlos Castaño y en un momento de su vida se alzó en armas. ‘Pero no, no tengo nada que ver con el antiguo líder paramilitar’, dice. Por su homónimo, prefiere que le digan el ‘Bueno’, y por su pasado, aprendió que la inconformidad social puede ser denunciada más allá de los fusiles.
Su historia agrupa todos los ingredientes de quien ha vivido el conflicto en carne propia: es a la vez desplazado, desmovilizado, antiguo secuestrado y hoy, lejos de alcanzar estabilidad, recibe constantes amenazas por parte de bandas delincuenciales de la capital.
Nada de eso lo ha amedrentado. Al contrario, reitera que pasar por todos los infiernos posibles lo convirtió en una persona que ya no siente miedo. Hoy, está dedicado a su exposición fotográfica, en la que muestra imágenes del conflicto en Colombia: unas de archivo y otras, la mayoría, tomadas por él.
Suele estar en la carrera 7.ª, en Bogotá, aunque su historia lo ha llevado a presentarse en colegios, universidades y museos, tanto en la capital como en distintos países, ya que ha exhibido en Ecuador, Cuba, Italia, España, entre otros.
Su labor, según cuenta, tiene un fin específico y claro: la memoria colectiva de los colombianos.
“Acá pasan cosas muy curiosas: nos sucede la peor de las desgracias y al otro día estamos como si nada. Por eso nos persiguen las tragedias, porque todos se nos olvida”. De ahí que su lugar favorito para trabajar sea la calle, pues, según él, es ahí donde suceden las injusticias que merecen ser contadas y recordadas.
La omnipresencia del conflictoCarlos nació en Villa Hermosa, un municipio del Tolima. A los 10 años sufrió su primer desplazamiento forzado. Se fue con sus padres a Líbano y, con el tiempo, se unió a movimientos campesinos que, desde el anonimato, luchaban “en contra de la injusticia social”.
En 1982 se cansó y se unió al Ejército Popular de Liberación (EPL). Enfundó su arma y por ocho años luchó en la selva contra un Estado del que nunca, ni siquiera hasta ahora, se ha sentido incluido. En ese tiempo vio muchas atrocidades que, aún con el recuerdo, lo persiguen. La más fuerte: haber sido secuestrado por los paramilitares, en el Magdalena Medio.
Tras varios intentos por retomar la vida civil, fue en 1991, durante el mandato de César Gaviria, cuando se desmovilizó y pudo hacer lo que siempre había añorado: regresar a su tierra. Vivió con su esposa e hijos en Ambalema, Tolima, hasta el 2001, cuando los paramilitares lo sacaron de su finca.
Su segundo desplazamiento forzado fue diferente, pues esta vez, por su condición de reinsertado, se había convertido en un objetivo militar. “Salí en la noche y antes de que fuera mañana ya había perdido todo”.
Castaño, quien ha sufrido desde pequeño los golpes del conflicto interno en Colombia, se sintió nervioso: llegó a una ciudad que desconocía, con una maleta de mano y muchas bocas que alimentar. Su historia en Bogotá comenzó en la calle, según él, ‘casi mendigando’.
Cuando Carlos cuenta su historia confirma que lo han matado muchas veces, pero, a pesar de eso, la vida lo ha traído de regreso.
El trueque que le cambió la vidaDe sus años en la guerrilla, Castaño se quedó con algo que, así en ese momento le pareciera poco útil, cambiaría su vida: una guitarra, pues su sueño era tocar jornaleros.
Tras practicar por meses, se resignó: “no tenía el talento suficiente”.
Una noche, en una reunión con amigos del sector, un vecino le estaba contando que tenía una cámara, pero no la sabía usar. Castaño, casi a modo chiste, le propuso que se la cambiara por la guitarra.

carlos castano el fotografo del conflicto en colombia
Ese pequeño intercambio, pensado como un nuevo pasatiempo, se convirtió en su proyecto de vida, pues era la herramienta perfecta no solo para buscar una manera de sobrevivir económicamente, sino para continuar su lucha, presente toda su vida, pero esta vez desde su mirada aguda.
Fue en Bogotá, el momento en que sintió que ya no le quedaba nada. Al tener esa cámara y esas ganas innatas de mostrar los problemas de la sociedad, el resto le fue fácil, pues “el lente no miente”.
Recorrió zonas rurales, fue a marchas de sindicatos, imprimió fotografías icónicas de la historia reciente de Colombia, como las de la muerte de Galán, de Gaitán o de Pizarro y creó su propia exposición, ‘La galería de la memoria’, curada y presentada por él.
Hoy, con más de 1.000 fotos en su casa, suele hacer una selección cada día y sale a la calle, con una tira y un gancho, a mostrársela a los ciudadanos.
Tiene una botella partida en donde pone las donaciones de los transeúntes curiosos que deciden aportar. “Acá la gente
se queda, mira, apoya. Otros no dan, hay otros que insultan y no falta el que pasa y me pregunta que cuánto dinero me paga la guerrilla”.
La cámara permanece colgada en su cuello, lista para capturar los temas que le apasionan, le llama la atención la injusticia “y eso es lo que más hay en las calles”.
Su lucha diariaSus exposiciones no han sido del gusto de todos, tanto así que muchas veces, tanto fuerza pública como ‘una no tan pública’, como las llama, le han pedido que se vaya, que deje de exponer fotos en la calle.
Su actitud ante las amenazas siempre ha sido la misma: no tener miedo y responder con lo que, debido a los golpes, aprendió a hacer mejor: aguantar. “Me he amarrado en un poste, con cadenas encima, para que no me saquen. Seguiré en la calle hasta que me muera, porque si a algo tenemos derecho todos, sobre todo los que hemos vivido esto en carne propia, es a no callarnos”.

carlos castano el fotografo del conflicto en colombia
En el 2007, miembros del DAS le allanaron la casa bajo el supuesto de que tenía armas escondidas.
No obstante, este fotógrafo empírico no tiene miedo, pero sí mucha nostalgia con su entorno, pues no hay nada que añore más que volver a su tierra. Campesino de nacimiento, él cree que la ciudad “es una mentira”, pero el campo, a diferencia de esta ‘selva de cemento’, “hace que todo lo que nos rodea lo sintamos como propio”.
Castaño repite varias veces que estará en la calle hasta que se muera o, si es el caso, hasta que lo maten. La vida, para bien o para mal, le enseñó a no tener miedo. Wynn Bullock, famoso fotógrafo estadounidense, decía que la fotografía sirve para buscar respuestas a la realidad, y Castaño, quien de referentes artísticos no sabe mucho, seguramente está de acuerdo.
DIEGO PÉREZ