Gustavo Petro, presidente electo de Colombia, anunció ayer en la noche que la oposición será siempre bienvenida en la Casa de Nariño. Se trata de una declaración de principios del primer líder de izquierda que llega a esta sede en dos siglos de vida republicana.
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Petro empieza así a arar el camino de la reconciliación política tras una campaña electoral, calificada por algunos como sucia, que dejó hondas heridas y que deben ser sanadas cuanto antes.
Petro se mostró cordial con su oponente Rodolfo Hernández, en particular, y sus diez millones de votantes, en general. Esta postura es coherente con el objetivo de lograr lo que el llama un ‘gran acuerdo nacional’ donde “haya el máximo de consensos” para beneficio de las familias del país.
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“Si yo gobierno y el pueblo me da esa mayoría, lo convocaré a él y a todas esas fuerzas que están ahí a construir el gran acuerdo nacional para cambiar realmente el país y para construir justicia social y paz”, le había dicho a Hernández horas antes de ir a las urnas. Ayer le reiteró el mensaje.
La primera vez que planteó su propuesta fue ante una variada mesa. “Aquí se ha encontrado gente de diverso origen y de todo tipo”, dijo. “Desde el liberalismo, el conservatismo, las izquierdas, las sociedades, trabajadores, militares, artistas y etnias, diversas instancias del Poder Judicial”, dijo en ese momento.
Alejandro Gaviria, excandidato de la Coalición Centro Esperanza, acotó en ese instante: “Venimos de diferentes historias políticas y podríamos decir que pensamos distinto. Tenemos diferentes visiones del cambio social, pero tenemos coincidencias también”.
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Gustavo Petro obtuvo el 50,4 por ciento de los votos en la segunda vuelta presidencial.
Mauricio Moreno. EL TIEMPO
Se trataba, sin embargo, de un anuncio de campaña. Anoche, de manera formal, Petro extendió la propuesta de conversar a quien vaya a liderar la oposición. Nombró al expresidente Álvaro Uribe y a Federico Gutiérrez, además de Hernández. Para él es indispensable escuchar los puntos de vista de ellos. Además, anoche también quedó confirmada una pronta conversación entre Petro y el presidente Iván Duque, quien fue uno de los primeros en llamarlo para felicitarlo. “Acordamos reunirnos en los próximos días para iniciar una transición armónica, institucional y transparente”, dijo el jefe del Estado.
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De eso se trata la democracia. Es saludable una transición tranquila y que, además, el nuevo gobernante también preste atención a quienes tienen otras opciones políticas.
Petro fue elegido como nuevo presidente para el periodo 2022-2026, con más del 50 por ciento de los votos. Es, sin duda, una votación histórica, con más de 11,2 millones de votos, pero también en números significa que representativamente la mitad del país tiene otro ideario político.
Hasta anoche, Petro había estado en el escenario de la oposición. En ese cambio de rol, él se propone que sus adversarios tengan garantías. “No es un cambio para vengarnos, para construir más odios, no es un cambio para profundizar el sectarismo en la sociedad colombiana”, dijo ante sus electores en el Movistar Arena.
Adiós al odio“Nuestros padres nos enseñaron qué significa el odio en Colombia, el cambio consiste en dejar el odio atrás, en dejar los sectarismos atrás. Las elecciones mostraron dos Colombias, cercanas en términos de votos. Queremos una sola Colombia y para construir ese país necesitamos el amor, como una política del entendimiento, del diálogo, de comprendernos los unos a los otros”, argumentó en su discurso de celebración.
La historia personal de Petro sintetiza en buena medida lo que ha sido el drama de la política nacional. Se levantó en armas cuando tenía 18 años de edad porque consideraba que en ese momento era imposible hacer oposición legal.
Luego, sin embargo, consideró que la vía armada era equivocada y abrazó los acuerdos de paz. De eso hace más de 30 años, en los que ha honrado su palabra y siempre ha estado apegado a la Constitución nacional, firmada precisamente en 1991 tras la desmovilización del Movimiento M-19, al que perteneció.
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Ese grupo, de hecho, ganó el mayor número de escaños en la Asamblea Nacional Constituyente que le dio vida a la carta magna. La redacción del texto ha sido una de las grandes demostraciones de unidad. El conservador Álvaro Gómez Hurtado, del Movimiento de Salvación Nacional; el liberal Horacio Serpa Uribe, del Partido Liberal, y el desmovilizado Antonio Navarro Wolff, Alianza Democrática M-19, lideraron juntos la discusión hasta ponerse de acuerdo.
Sin embargo, luego vino una fuerte ofensiva de las Farc a la que respondió con una violencia indiscriminada el paramilitarismo. En 2002 asumió el mando el expresidente Uribe, que desmovilizó a los ‘paras’ y acorraló a la insurgencia.
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Luego Santos firmó un acuerdo de paz que, sin embargo, fue negado por las mayorías con el triunfo del plebiscito. Petro fue uno de los derrotados porque era uno de los abanderados del Sí.
Desde entonces, Colombia ha vivido una polarización extrema. Esa pugnacidad copa buena parte de la agenda pública. En estas elecciones, en efecto, se erigió como gran revelación Hernández, quien decía que esta peleadera le costaba mucho al país. “Uribe se murió el domingo; usted cómo está al lado de un muerto con tres días, ya está eso ‘picho’ ”, exclamó el ingeniero tras la primera vuelta. “Ahora vamos a sepultar al petrismo”.
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No lo logró, pero también es cierto que todos los rivales de Petro que participaron en la primera vuelta –con excepción de Sergio Fajardo, que votó en blanco– anunciaron que votarían a favor de Hernández y en contra de Petro.
Federico Gutiérrez, Enrique Gómez y John Milton Rodríguez se hicieron en la orilla del exalcalde de Bucaramanga. Allí también llegaron los partidos tradicionales y casas políticas como la de la familia Char. Así las cosas, ante una victoria de Petro, la fractura entre dos orillas políticas se hacía evidente. De hecho, varios analistas mostraron estudios en los que el nuevo presidente en la primera vuelta había perdido en casi todos los municipios que en su momento votaron por el No. En esos ganó Hernández.
La expectativa, entonces, por el rumbo que tomaría Petro era enorme. En las primeras de cambio, hay síntomas de que esta situación puede variar. “Para defender la democracia es menester acatarla. Gustavo Petro es el presidente. Que nos guíe un sentimiento: primero Colombia”, dijo anoche Uribe.
Petro, por su parte, se mostró conciliador. “El gran acuerdo nacional es para construir la paz, que la sociedad colombiana tenga oportunidades. Que alguien como yo pueda ser presidente o Francia vicepresidenta. La paz es que dejemos de matarnos los unos a los otros, a partir del 7 de agosto comenzará la paz en Colombia y en segundo lugar lograr que las armas dejen de disparar, que dejen de usarse y existir por fuera del Estado colombiano. No es matarnos, es amarnos los unos a los otros”.
Petro, quien tiene 62 años y quien desde adolescente respira política, pidió buscar consensos por los más jóvenes y las mujeres. “El gran acuerdo nacional tiene que ver con los derechos fundamentales que no pueden ser más letra muerta y tienen que ser la vida cotidiana de todos”, dijo, ante un escenario que vibraba.
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Para Petro se trata de avanzar en la paz. “La paz significa que la oposición, bajo los liderazgos que quiera, sea siempre bienvenida para dialogar sobre los problemas de Colombia, porque el clima político ha sido de odios a muerte y eso no puede seguir así”.
Alfonso Prada, jefe de debate del ahora presidente del Pacto Histórico, usa la expresión ‘maravillosa’ para definir la posibilidad de que los distintos sectores políticos lleguen a acuerdos para beneficio colectivo. Hasta ahora, sin embargo, Petro había ido logrando atraer a personas afines a su ideario. Ahora deberá empezar a avanzar en consensos con los que hasta hoy han sido sus adversarios. De los resultados de esta idea la historia juzgará al gobierno que viene.
ARMANDO NEIRA
Editor de Política de EL TIEMPO
En Twitter: @ARMANDONEIRA