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La familia que pasó de una casa de bahareque a un apartamento nuevo
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Gustavo y María esperan que muy pronto puedan ocupar su nueva vivienda en Bugalagrande, Valle del Cauca.

Foto:

Leidy Tatiana Rojas / ELTIEMPO

La familia que pasó de una casa de bahareque a un apartamento nuevo

Hacen parte de las 150 viviendas del programa Mi Casa Ya que fueron entregadas en Bugalagrande.

“El día en que nos llamaron para decirnos que estaba listo el apartamento, le pregunté a mi esposa que si estábamos despiertos o soñando”, relató con emoción Gustavo González, de 68 años, uno de los beneficiaron de 150 viviendas gratis del programa Mi Casa Ya, que se entregaron el 29 de septiembre en Bugalagrande, Valle del Cauca.

Gustavo, recolector de café y víctima del conflicto armado en el municipio en Ceilán, llegó a Bugalagrande con sus seis hijos y dos nietos, en una de las tres chivas que transportó a los campesinos que por años anhelaban tener una casa digna.

“Me vine en la chiva para recibir esta felicidad”, dijo María Arteaga, esposa de Gustavo, y agregó, “hace muchos años tenía los deseos de tener una casita; creía que nunca iba a llevar este momento, pero llegó y es una bendición muy hermosa”.

Esta pareja de campesinos tuvo que vivir los estragos del conflicto armado con las Farc en el 2005, cuando fueron desplazados de Ceilán.

“Escuchábamos las ráfagas de disparos en la noche, y uno no sabía en qué momento esas balas podían atravesar las paredes de la casa. Por eso nos fuimos a Tuluá, otro municipio que queda a una hora de Ceilán, mientras ellos paraban de darse bala”, contó Gustavo González, quien también explicó que su casa anterior no estaba en una zona segura porque él mismo la construyó con guaduas, tierra y cal, los materiales con los que se construye una casa de bahareque.

Aunque Gustavo y María estuvieron muy emocionados durante el evento de la entrega de las escrituras, no pudieron evitar estar tristes porque van a dejar a sus vecinos y también a las gallinas que no pueden llevar al apartamento, que cuenta con 55 metros cuadrados, divididos en dos habitaciones, un baño, una sala y un patio.

“Yo seguiré trabajando en la finca en Ceilán, aunque nos va a quedar muy lejos, pero eso no importa; usted no se imagina lo que significa para mi esposa el poder tener una cocina y un baño enchapado”, dijo Gustavo.

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