En Colombia, las semillas de maíz, trigo, ajonjolí, sorgo, maní, cebada, soya, arveja, arroz, fríjol, papa y yuca son certificadas.
Esto se traduce en que este insumo básico de los cultivos cumple con los requisitos de calidad para garantizar buenas cosechas.
Leonardo Ariza, gerente general de Acosemillas, una asociación integrada por las empresas más representativas que producen semillas en el país y que está constituida desde hace 46 años, señala que alrededor del tema “existen muchos mitos”.
“Lo que hacemos fundamentalmente es promover el uso de semillas certificadas, de buena calidad, que garanticen buena competitividad”, indica Ariza.
Según él, este proceso requiere una inversión de investigación y recursos, con el objetivo de que el resultado final cumpla con unos parámetros que garanticen la seguridad alimentaria del planeta.
El Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) es la entidad encargada de la producción, el control técnico y la comercialización de las semillas para la siembra, con el fin de prevenir los riesgos que puedan afectar la sanidad agropecuaria y la inocuidad de los alimentos.
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Tres años después de la polémica que se generó en 2010 por la resolución 970 –que regulaba la producción y comercialización de las semillas–, el Gobierno realizó dos consultas públicas con el fin de involucrar a las comunidades en la elaboración de la norma.
Como resultado de ese proceso de concertación, se estableció que la regulación sería para las semillas modificadas, mientras que las nativas, que son propias del territorio, y las criollas, que vienen de fuera pero se adaptaron óptimamente a la zona, podrían ser de libre producción. No ocurre igual con su comercialización, que sí quedó restringida, porque se argumenta que pueden estar sometidas a contrabando y piratería.
La resolución 3168 de septiembre del año pasado estableció esas nuevas reglas del juego.
“La nueva norma le da al productor la tranquilidad de que no hay persecución cuando se trata de autoconsumo, pero también define un control de comercialización a la semilla modificada”, explica Ariza.
Sin embargo, algunas organizaciones reclaman que las semillas criollas y nativas no se puedan distribuir.
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Para Germán Vélez, de la Corporación Grupo Semillas, el escenario ideal sería que “deroguen todas las normas de control de semillas”. Para Vélez, “lo que sí debe hacer el ICA es controlar única y exclusivamente las producidas por las transnacionales”.
El gerente de Acosemillas asegura que la biotecnología en Colombia lleva más de 15 años y que nuestro país es abanderado en el tema, porque los productores están buscando los mejores alimentos y el país tiene como objetivo una agricultura de confianza y competitiva.
“Nos hace falta mucha información para conocer las bondades ambientales de las semillas mejoradas”, indica Ariza, y también destaca el hecho de que con este tipo de insumos se reduce tanto el uso de químicos como de agua.
El ICA aclara que cualquier persona natural o jurídica puede producir semillas certificadas. Para esto, debe estar registrado ante la entidad como productor de este tipo de insumo y cumplir con lo establecido en la resolución 3168 del 2015.
Ana Luisa Díaz, directora técnica de semillas del ICA, aseguró que “en ningún momento ha estado ni estará en riesgo la autonomía del país en el tema de semillas, ya que existen normas (leyes, decretos, resoluciones) que, de acuerdo con la actividad, las multinacionales o empresas nacionales deben cumplir”.
Cambios relevantes de la norma* Reglamenta únicamente las semillas obtenidas por el mejoramiento genético, no las semillas nativas ni criollas. Por lo tanto, no afecta la soberanía alimentaria.
* Se eliminó el control de la transferencia a título gratuito de semillas, el cual generaba preocupación en el libre intercambio de semillas entre comunidades locales.
* Se eliminó el sistema de información de cultivos, mediante el cual los agricultores debían inscribir sus fincas con las semillas en las oficinas locales del instituto.
* Se facilitó la reclamación de los agricultores por calidad de semillas.
El ICA señaló que ni la norma anterior ni la presente obliga a los agricultores a usar una semilla determinada, pero es necesario saber que los buenos resultados de una cosecha parten de una semilla de calidad.
EL TIEMPO