A comienzos de julio, el precio interno del café en Colombia franqueó por primera vez los 2,3 millones de pesos por carga de 125 kilos. Ese valor triplica el de tres años atrás y significa una mejora sustancial de ingreso para más de medio millón de familias que derivan su sustento del consumo del grano.
Sin embargo, la bonanza puede tener los días contados si –como se prevé– la oferta mundial vuelve a subir. Evitar una destorcida y conseguir que la calidad de vida no se deteriore en centenares de municipios forma parte de las preocupaciones de Roberto Vélez, gerente de la Federación Nacional de Cafeteros.
La fórmula pasa por mantener la calidad y diseñar un esquema de precio mínimo que requeriría la aceptación de los compradores internacionales, explica el dirigente. No obstante, el reto no es fácil, mientras aparecen otras incógnitas. Estas incluyen el desafío de la productividad, afectada por el cambio climático, y los problemas en el mercado de futuros que pusieron a un buen número de cooperativas en dificultades. Sobre este y otros temas, Vélez habló con EL TIEMPO.
¿Cómo va el café?
Llegamos a precios efectivamente históricos de 2,3 millones de pesos por carga, debido al comportamiento de las tres variables que conforman el precio interno. El grano en la bolsa subió a 2,4 dólares la libra, el peso ha tenido la devaluación que todos sabemos y el diferencial del café colombiano sobre la categoría ‘otros suaves’ está en cerca de 80 centavos de dólar, con lo cual en términos efectivos estamos por encima de los tres dólares por libra.
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¿Qué le dice eso?
Confirma el gran movimiento que ha habido por parte de los consumidores hacia cafés de alta calidad y la imposibilidad de ningún otro país de estar en ese gran nicho del mercado.
¿Qué cree que va a pasar con el precio internacional?
Viene ya una recuperación de Brasil. A nadie se le puede olvidar que una parte del aumento de la bolsa para llegar a estos niveles ha sido la ausencia de café brasileño debido, primero, a una sequía y, después, a heladas consecutivas. Eso golpeó al primer productor mundial, pero esa capacidad se está reconstruyendo. Calculamos que en el año cafetero que va de 2023 a 2024 veremos una cosecha que puede ser récord en ese país y lo más seguro es que los precios de la bolsa caerán. ¿Eso cuándo va a pasar con precisión? Pues no sabemos.
Bajo esa perspectiva, ¿qué puede suceder aquí?
Lo interesante es el tema del diferencial que muestra una gran fortaleza en la demanda por nuestro café. Eso tiene que ver con muchas cosas. Uno, un incremento en el consumo de cafés de buena calidad durante la pandemia. Dos, el trabajo de calidad que hemos venido haciendo en los últimos años. Y tres, el hecho de que no ha habido un competidor grande en el mercado que pueda ni siquiera acercarse en términos de volumen o calidad al café colombiano. Tradicionalmente era Centroamérica, pero cada vez se va apagando más en producción. En resumen, depende mucho de lo que pase con la tasa de cambio y con el diferencial también. Ambos factores ayudarán a mantener un negocio que es rentable.
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Usted ha sido promotor del concepto de sostenibilidad para los productores de café. ¿En qué consiste?
Lo hemos llamado el ingreso para progresar, que consiste en ponerle un piso al precio. ¿Qué quiere decir con eso? Que las generaciones futuras vivan mejor que las presentes y así sucesivamente. ¿Eso cuánto es? Estamos haciendo los cálculos, pero digamos, en aras de una discusión, 1,8 millones de pesos por carga para arrancar. Y eso quiere decir que tanto la federación como los privados estarían obligados a pagar como mínimo ese valor. Entiendo que es riesgoso porque va contra las leyes de la oferta y la demanda. Pero va en línea con los segmentos de mayores ganancias para la industria como son Starbucks o Nespresso, que son grandes compradores nuestros. Pienso que a ese renglón de la industria que tiene mejores perspectivas de rentabilidad se le puede decir que comparta algo de valor de la cadena con el productor.
Mientras llega ese momento, ¿hay otra manera de amortiguar una eventual caída de precios?
En el pasado, el Fondo Nacional del Café operaba como un mecanismo de sustentación de precios, pero eso no sucede ahora. Es decir, aquí no ha habido un incremento de los ingresos del fondo. Está el fondo de estabilización de precios, que cuenta con unos 300.000 millones de pesos, que no es una suma muy significativa, aunque sirve. Les hemos dicho a los productores que lo más sabio es invertirle a lo suyo, que es la productividad de su finca. Así, cuando vengan las bajas de precio vamos a paliar parte de la situación con mayor volumen de producción.
¿Cómo van en ese tema?
Más agronomía, más productividad, más calidad, mejor rentabilidad, ese es el gran resumen de lo que hacemos. Eso pasa por variedades resistentes a la roya o mejorar la densidad, es decir, la cantidad de árboles en una hectárea. Si uno mira los datos de 2010-2011, Colombia producía 10 sacos por hectárea y hoy sacamos 19. Y la meta es llegar siquiera a 22 por hectárea y tenemos todo para hacerlo a nivel nacional. Claro, Brasil produce 29 y Vietnam, 36 con otros métodos. Pero si logramos el objetivo señalado, el caficultor recibirá más ingresos por cuenta de esa mayor productividad.
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¿Cómo han manejado la situación de los incumplimientos de las ventas a futuro?
El impacto mismo sobre el comercio del café no ha sido tan grave, y con eso lo que quiero decir es que no ha habido grandes incumplimientos por parte de los exportadores colombianos a los compradores internacionales, aunque sí algunos retrasos. ¿Qué ha pasado? Pues que algunas cooperativas de caficultores de Colombia –que son las que compran el café– tuvieron que pagar la carga a un valor mucho más alto debido a que hubo caficultores que ante la subida de precios decidieron no honrar el compromiso de entregar el grano al valor acordado. Tenemos un poco más de 7.000 productores incumpliendo, que son una fracción de las 533.000 familias cafeteras. Con ellos hemos venido trabajando y con las cooperativas. Primero, les hemos dado tres años más para que el productor pueda ir abonándole a ese incumplimiento y tengo certeza de que muchos de los que hoy están atrasados lo van a lograr. Segundo, les hemos dado hasta cinco años a las cooperativas para ponerse al día, aunque hay algunas muy enredadas porque hicieron uso de lo que se conoce como la posición propia sin tener asegurado el café. ¿Por qué lo hicieron? Seguramente para mejorar los ingresos. Lamentablemente se emproblemaron. Dicho lo anterior, hemos actuado para que la garantía de compra de la cosecha siga operando en cualquier lugar donde haya café.
A pesar de la mejora en productividad, la cosecha cafetera ha caído. ¿Por qué?
Cuando en 2011 la producción cayó de 12 a 7 millones de sacos, después del fenómeno de la Niña, nos dimos cuenta de que en realidad Colombia tenía solamente 35 % de sus plantaciones en variedades resistentes a la roya, que se expande en ambientes húmedos, y el resto en variedades susceptibles. A partir de ahí se hizo un trabajo con el apoyo del Gobierno Nacional y hoy podemos decir que tenemos el 85 % en variedades resistentes. Ahora llevamos dos años en los que ha caído mucha más agua que el promedio histórico y a pesar de esa nueva Niña la producción no se redujo en cinco, sino en dos millones de sacos. Claro, la menor cantidad de luz y un suelo más húmedo afectan el rendimiento de las plantas. En todo caso necesitamos renovar el 10 por ciento del área cafetera cada año, pero para eso necesitamos apoyo del Gobierno Nacional, entre otras porque este tema de los futuros demandó muchos recursos del Fondo Nacional del Café.
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¿En qué consistiría ese apoyo?
A nosotros nos parece, y se lo mencioné expresamente al ministro de Hacienda designado, que el Gobierno debería asumir las obligaciones que hoy tiene que cubrir al Fondo Nacional con los pensionados de la Flota Mercante Grancolombiana, una cuenta de entre 55.000 y 60.000 millones de pesos anuales. Nunca he dicho que los pensionados no tengan ese derecho. Lo que cuestiono es que sea de cuenta de las 540.000 familias cafeteras, muchas de las cuales están en condición de vulnerabilidad. Si nos podemos ahorrar esa suma, la destinaríamos a un fondo para hacer renovación, lo que formaría un círculo virtuoso sobre la caficultura colombiana, para ir subiendo gradualmente la producción nacional.
¿Qué más solicitudes le hizo al nuevo gobierno?
Le dije al designado ministro Ocampo que mi sueño dorado es que la palabra crisis cafetera la sacáramos del vocabulario. Si nosotros logramos eso de sentarnos sobre un precio mínimo y decir de aquí para abajo no echamos más, podríamos tener una caficultura rentable hacia el futuro.
¿Cuáles son, en todo caso, los riesgos de la producción cafetera en Colombia?
Los riesgos son lo que yo he llamado la tormenta perfecta. En primer lugar, que los productores no están renovando por cuenta de la falta de un incentivo: ven los palitos viejos con tres pepas y dicen “no, a estos precios yo no tumbo este palito viejo ni p’al diablo”. Eso va creando un impacto sobre la edad promedio de la caficultura y golpea la productividad. Tener una menor producción con un eventual bajonazo de precios es el segundo riego. Y el tercero es que no sabemos qué va a pasar con el clima. Si a lo anterior le agregamos un fenómeno de la Niña que se prolongue y llegamos a una producción achicada por cuenta de cuestiones climáticas, estamos frente a un problema de índole más grande.
¿Dónde están las oportunidades?
En seguir trabajando y colocando el café en los segmentos de mayor valor. En eso vamos muy bien y va pegado de la mano del aumento de la calidad del café colombiano. ¿Cómo aumentamos más la calidad? El camino es algo que estamos haciendo y tiene que ver con un incentivo. Tradicionalmente cuando se compra el café solamente se mira el factor de rendimiento, es decir, cuánto pergamino, cuántos granos se necesitan para hacer un saco. Ahora se trata de implantar una bonificación por calidad. Y esto hoy lo hacemos con una cantidad de laboratorios móviles que tenemos por todo el país, pero debe volverse algo colectivo, que cada pueblo cafetero tenga su concurso de calidades de café.
¿Qué más?
Adicionalmente tenemos que trabajar ventas de café industrializado desde Colombia. Por eso creamos una página que se llama www.compracafedecolombia.com, donde cualquier productor puede montar sus marcas, podrá hacer mercadeo nacional y creemos que podemos hacer ese trabajo a nivel internacional. Así mismo, seguimos considerando la ampliación de nuestra fábrica de café soluble, que hoy exporta casi 600.000 sacos industrializados. De otro lado, las tiendas Juan Valdez están creciendo y tuvieron el mejor semestre de la historia. Entonces, ahí poco a poquito nos vamos arrimando al consumidor y vamos capturando más valor, que esto es lo que uno quiere.
RICARDO ÁVILA
ANALISTA SÉNIOR DE EL TIEMPO
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