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Prioridades para una estrategia mundial contra la crisis de salud

Investigadores esperan probar en 40 días una vacuna que frene el coronavirus en el país.

Investigadores esperan probar en 40 días una vacuna que frene el coronavirus en el país.

Foto:EFE

El canciller de la UE advierte que el mundo se enfrenta a una fuerte recesión mundial.

El contraste entre el silencio de las calles y plazas de Europa y la realidad tumultuosa y dolorosa de muchos de sus hospitales es descorazonador. El covid-19 se ha apoderado no solo de Europa, sino de toda la comunidad mundial. Es claro ya que la pandemia va a remodelar nuestro mundo. Pero el modo exacto en que lo haga dependerá de las decisiones que tomemos ahora.
El coronavirus debe ser considerado el enemigo común del mundo. Y aunque esto no sea una guerra, es necesaria una movilización de recursos ‘al modo bélico’.
En tiempos de crisis, nuestro instinto nos mueve a replegarnos y valernos por nosotros mismos. Pero el “cada uno para sí” no hace sino alargar la lucha y elevar considerablemente los costes humanos y económicos. Y aun cuando el enemigo haya despertado los reflejos nacionalistas, la única manera de derrotarlo es la coordinación transfronteriza.
Es necesario un planteamiento internacional común frente a la pandemia, y la Unión Europea debe formar y formará parte del esfuerzo.
Es el momento de mostrar que la solidaridad no es una frase vacía. Por suerte, esto ya está quedando demostrado en Europa, donde Francia y Austria están enviando más de tres millones de máscaras a Italia, y donde Alemania está recogiendo y tratando a pacientes procedentes de Francia e Italia. Ahora, tras una primera fase de decisiones nacionales divergentes, estamos entrando en una fase de convergencia en la que la UE es el escenario central, con decisiones como facilitar la adquisición conjunta de equipo médico vital, un estímulo económico conjunto y una labor coordinada para repatriar a los ciudadanos de la UE bloqueados en terceros países.
La crisis de covid-19 no es una batalla entre países ni entre sistemas. La UE apoyó a China cuando surgió el brote a principios de año, y ahora China envía equipos y médicos para ayudar a los países afectados en todo el mundo.
Estos son ejemplos concretos de solidaridad y cooperación mundiales, que tienen que llegar a ser la norma. Un aspecto del covid-19 es que está acelerando la historia. A través de cualesquiera cambios que nos aguarden, la UE debe seguir siendo un factor unificador, mediante el fomento de esfuerzos conjuntos con China y Estados Unidos para hacer frente a la pandemia y sus consecuencias. Únicamente si estas tres potencias reman en la misma dirección podrán el G20 y las Naciones Unidas marcar un antes y un después.
Además de la coordinación internacional entre gobiernos, también debe intensificarse la cooperación entre científicos, economistas y responsables políticos. Durante la crisis financiera de 2008, cuando la economía mundial estaba desmoronándose, el G20 desempeñó un papel fundamental en su rescate.
Cuatro son las principales prioridades de la cooperación mundial. En primer lugar, debemos poner en común recursos para producir tratamientos y una vacuna, que deberán considerarse como bienes públicos mundiales. En segundo lugar, tenemos que limitar el perjuicio económico mediante la coordinación de medidas de estímulo presupuestario, y también monetario, y protegiendo el comercio mundial de bienes. En tercer lugar, debemos planificar la reapertura coordinada de las fronteras cuando las autoridades sanitarias den luz verde. Por último, tenemos que cooperar para luchar contra las campañas de desinformación.
A medida que el virus se propaga por todo el mundo, hemos de prestar especial atención a su repercusión cada vez mayor en los países frágiles, donde amenaza con acentuar las crisis de seguridad ya existentes. En Siria, Yemen, Gaza y Afganistán, millones de personas han padecido ya años de conflicto. Pensemos qué ocurriría si el coronavirus se introdujera en los campos de refugiados de la región, donde los servicios de salud están ya sobrecargados.
Y luego está África. Debido a la epidemia de ébola de 2014-2016 y a otros brotes, los países africanos tienen cierta experiencia de la que Europa carece en esta crisis. Pero los sistemas sanitarios del continente siguen siendo por lo general precarios, y el número de personas infectadas está aumentando.
En muchos países en desarrollo, a menudo sus habitantes no tienen más remedio que salir de su hogar a diario, ya que viven de la economía informal. Y lo que es peor: lavarse las manos y practicar el distanciamiento social pueden resultar mucho más difíciles cuando no siempre se dispone de agua corriente y cuando las familias suelen vivir en espacios muy exiguos.
Para ganar esta lucha se precisa financiación. Los países en desarrollo dependen fundamentalmente de tres fuentes de financiación: las inversiones extranjeras, las remesas y el turismo. Pero ahora las tres se están viendo duramente afectadas. A nivel mundial, los flujos de capital han caído en un 60 %, ya que los inversores huyen a refugios seguros y los trabajadores migrantes pierden sus puestos de trabajo y no pueden enviar dinero a casa.
Nos enfrentamos a una recesión mundial, y para evitar un hundimiento económico en los países en desarrollo, serán necesarias –y pronto– importantes líneas de crédito y apoyo financiero. La coordinación entre los bancos centrales y las instituciones financieras internacionales es la única opción viable.
El mundo entró en esta crisis sin coordinación alguna; demasiados países han hecho caso omiso de las señales de advertencia, actuando cada cual en solitario. Ahora está claro que solo juntos saldremos de ella.
JOSEP BORRELL*
© Project Syndicate
Bruselas
* Alto representante para la política exterior y la seguridad común de la Unión Europea y vicepresidente de la Comisión Europea.
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