En la alta Guajira, zona totalmente desértica, un wayú puede durar hasta tres horas caminando hasta un pozo para recoger agua, y luego debe regresar con el preciado líquido hasta su ranchería. Esta rutina es parte de sus costumbres, pero en los últimos años se ha complicado.
Muchos de estos pozos de aguas subterráneas están cada día más secos y no son potables; además, los pocos arroyos que alguna vez hubo son un recuerdo. Algunos fueron desviados y el resto terminaron sucumbiendo ante la sequía. Esta región del norte del país lleva casi siete años sin ver una gota de lluvia.
“Desde que comenzó la sequía es más difícil encontrar agua. Antes, cuando llovía se formaban arroyos o jagüeyes (pozos de aguas lluvias) que servían para dar de beber a los animales y hacer las cosas de la casa, como lavar la ropa, y no quedaban muy retirados”, recordó Ángel, miembro de la comunidad warulumain, de La Flor de La Guajira. Sin embargo, el panorama ha comenzado a cambiar.
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La comunidad warulumain de la alta Guajira recibió el pasado 10 agosto su primer pozo de agua potable, al ritmo de sus tambores y baile tradicional. Con estos nuevos sistemas, los miembros de la comunidad dicen que pueden seguir con su costumbre de hallar agua, pero ahora de calidad.
“Los wayús vamos a los pozos todos los días. Aquí las familias somos numerosas, algunos se quedan en la ranchería cocinando, cuidando los niños y animales, mientras otros salen muy temprano por agua. Llevamos una o dos pimpinas, que se traen llenas, casi siempre, después de mediodía. Pero son pocos los pozos con agua potable, casi todos son de agua salada”, explicó Ángel.
Los pozos son parte de las costumbres más arraigadas de las comunidades del desierto, pues son lugares donde no solo se encuentra agua, sino también puntos de relacionamiento, en los que se tejen amistadas y nacen enamoramientos.
Las condiciones geográficas de La Guajira hacen imposible llevar un acueducto como el de las principales ciudades del país. Por esto, el pozo con agua potable que llegó a la comunidad warulumain es una adaptación de sus pozos tradicionales, que en su mayoría fueron implementados durante la presidencia de general Rojas Pinilla, hace más de 50 años, y no trataban el agua.
Las 11 fuentes de agua que ha logrado llevar el Ministerio de Vivienda a zonas desérticas, como La Flor de la Guajira, tienen filtros que convierten el agua salobre en potable y funcionan con sistemas de energía eólica o solar para que las comunidades puedan mantenerlos y adaptarlos a su idiosincrasia.
En el caso del pozo de La Flor de La Guajira, la inversión fue de 103 millones de pesos y beneficiará a las 150 familias de la comunidad. Muchas de ellas deberán seguir caminando varias horas hasta él, pero afirman que vale la pena porque el agua es potable.
“Sigue siendo retirado, pero lo bueno de esta agua es que se puede tomar sin que cause problemas de estómago, sobre todo a los niños, que son a quienes más mal les cae, les da diarrea y se enferman”, contó José, líder de la comunidad warulumain.
Lo que dicen los wayús de su travesía para hallar agua se puede dimensionar al sobrevolar la alta Guajira: las casas lucen solitarias, casi en medio de la nada, a kilómetros unas de otras.
EL TIEMPO